KeiraEl martes llego temprano al hospital con Ángel para su intervención quirúrgica; el dinero ya no es un problema, pagué todas las facturas que tenía pendientes con el hospital y los gastos de la intervención de hoy. Estoy en sala de espera en compañía de Irlanda y Jess, a pesar de que insistí con que no era necesario. La operación será sencilla y poco invasiva, no requiere hospitalización ni grandes cuidados, pero esas dos son un par de tercas.Mi hermanita no está al tanto de mi pacto con Decker y no pienso decírselo, es mejor así, no quiero correr el riesgo de que hable de más y les diga a mis padres a qué me dedico, ellos no lo entenderían. Mierda, hasta yo me lo sigo cuestionando.Y hablando del alemán, no he sabido nada de él desde aquella noche en el hotel, cuando me demostró más de una vez lo bueno que es en la cama. Solo con recordar lo que pasó entre esas sábanas –y en aquel baño–, la temperatura comienza a ascender en mi interior. ¡No sé en qué estaba pensando cuando dej
Keira—No.—Pero Keira…—No, no y no. Saca esa idea de tu cabeza, Irlanda. No voy a ir contigo a New Haven. ¿Recuerdas qué dijo mi padre cuando me fui?—Lo sé, pero…—Pero nada, ya eres una adulta. Solo ve, diles que te casaste y asume las consecuencias.—¡Eres una pésima hermana! —Se queja con una voz tan chillona que me obliga a alejar el móvil de mi oído.—Sí, lo soy. Te dejo, estoy recibiendo otra llamada.Termino la conversación con mi hermana y me sorprende leer el nombre Sebastian Decker en la pantalla de mi móvil. ¡Me está llamando! Mi mente se traslada al ayer, a todo lo que sentí la noche en la que, sin duda, me hizo suya.Pensamientos traicioneros e inoportunos ¿por qué me sublevan ante él sin siquiera haber escuchado su voz? Me asusta lo que el impacto de la vibración de sus cuerdas vocales le puedan hacer a mi cuerpo, este que ha soñado despierta con sentir de nuevo su tacto, su lengua, su poderoso miembro deslizándose en mi interior hasta que su nombre estalle en mi boc
KeiraSebastian tuvo que regresar a Alemania por un asunto personal y no nos vimos esa noche ni en los siguientes días. No ha habido más llamadas calientes, pero hemos tenido varias conversaciones subidas de tono por WhatsApp. Jess me ha pillado varias veces con las mejillas rojas, y creo que imagina lo que está pasando sin que tenga que decirlo. Ahora mismo, estoy sentada en la cama, respondiendo sus mensajes indecorosos. Ese hombre no tiene nada más en la cabeza que no sea sexo. ¿Y tú?, acusa mi voz interior. Bueno, creo que con la sequía que mantuve a lo largo de tres años, tengo derecho a pensar, y desear, todo lo que me dé la gana. Quizás él también está gozando de los mismos beneficios. No puedo olvidar aquella conversación en su limusina cuando, de forma directa y sin tapujos, admitió que había dejado de disfrutar del sexo.«Te he follado dos veces desde que me desperté esta mañana».«¿Soñando despierto, Decker?».«¿Qué me dices de ti? ¿Has vuelto a tocarte en mi nombre?».«No»
Keira Me dejo de tonterías y abro el mensaje, no me hará daño mirar algunos juguetitos sexuales. Vamos, no soy una mojigata, tengo varios de esos aparatitos a pilas guardados en mi cajón. De: sebastian@deckerenterprise.com Para: Keirabennett@sendmail.com Fecha: 28 de octubre de 2013 Asunto: Sex Shop Señorita Bennett, pensando en usted y en sus necesidades, me tomé el atrevimiento de sugerirle una tienda de juguetes para su entera satisfacción y la mía. Escuchar su voz mientras se corre es para mí un deleite y una tortura. Ingrese a www.sexshop.com y siéntase en libertad de comprar cuanto guste, yo pagaré la factura. Inicie sesión con la cuenta kbennett@sendmail.com clave: 15082013, verá que he llenado el carrito de compra para usted. Con gusto le enseñaré a usar cada artículo para su entera satisfacción. Ansioso por hacerla mía, Sebastian Decker CEO de Decker Enterprise Leo el mensaje dos veces y no me basta para creer que el alemán gruñón que conocí hace un par de meses s
KeiraRobert da un paso atrás mientras sacude la cabeza a los lados. Se ve conmocionado, terriblemente perturbado. Sus hombros han caído hacia adelante, restándole algunos centímetros, aunque sigue siendo imponente por tener una estatura que sobrepasa el metro noventa. Jamás lo vi así, no lo comprendo. ¿Qué lo perturbó tanto?—¿Él… está… vivo? —Su voz es apenas un susurro, pero logro comprender cada una de sus palabras. Levanta la mirada hacia mí y veo lágrimas asomarse en sus ojos. ¡Dios mío! No puede estar fingiendo todo esto ¿o sí? —No ha sido fácil, pero sí, él está vivo. Aunque no gracias a ti —respondo con rencor. Lo culpo, claro que lo hago. Nuestra vida no habría sido tan dura si él hubiese estado con nosotros. No era millonario, pero tenía un buen empleo, un apartamento y seguro médico.—¿Puedo conocerlo? —Su voz flaquea. Escudriño su rostro, sus gestos, lo oscuro que se ven sus ojos… y hago el intento de encontrar perdón en mi corazón para darle una respuesta positiva, per
Keira—Esos no son regalos. Piensa, es como si Leandro te diera un jabón y te dijera “puedo enseñarte a usarlo”, como si no supieras bañarte. En pocas palabras, está diciendo que apestas.—¡Ahhhh!, ahora entiendo. Hirió tu orgullo —se burla, riéndose en mi cara.—¡No! Bueno, sí, un poco —contesto con cierta vergüenza. Vamos en un taxi y este no es un tema para conversar a oídos del chofer.—Míralo de esta forma, ya que estamos en eso de analogías, los dos son estudiantes universitarios, pero él cursa un año superior al tuyo, sabe cosas que tú no y, aunque eres buena, él puede llevarte a un nivel más alto. Escuchando su argumento, me doy cuenta de que fui completamente tonta y comprenderlo me llena de vergüenza. ¿Qué va a pensar Sebastian de mí?—Soy una estúpida. Escuché fuego y salí corriendo.—Está bien tenerle miedo a las cosas nuevas, Keira. No te digo que te lances a las llamas, solo que no te cierres a la posibilidad. —Es que no sé… él es tan… directo.—Bueno, dile eso. Habl
KeiraA las siete en punto de la noche, Dimitri toca la puerta de la suite del hotel que Sebastian alquiló para mí. Como la primera vez, encontré en la cama lo que tenía que usar: un hermoso vestido durazno corte sirena –con una abertura de medio metro en la falda, que alcanza la mitad de mi muslo izquierdo– y, por supuesto, no podía faltar el profundo escote en la espalda. La lencería es muy fina, ropa interior de encaje. ¡Ahhhh!, casi olvido aplicarme el perfume que el señor controlador aprueba. Es que con tanta atención en peinado y maquillaje de la estilista que contrató para mí, estaba esperando que fuese ella quien me aplicara la costosa fragancia. Es que hasta se ocupó de ponerme los pendientes de rubí que el alemán gruñón envió con su escolta, una hora atrás. ¡Dios! Había olvidado lo soberbio y mandón que era Decker. No debió extrañarme que eligiera una variedad de juguetes sexuales para mí si hasta decide el más insignificante detalle de lo que he de usar. Lo peor es que no t
Miro al frente, ignorando al robot que camina a mi lado –un sexy y atractivo robot, debo acotar—, y me concentro en el cálido color amarillo de la iluminación interior del teatro resplandeciendo a través de los amplios ventanales que, como carta de presentación, nos dan la bienvenida al Met. Los nervios comienzan a traicionarme, provocando temblores involuntarios en mis manos y una evidente vacilación en cada una de mis respiraciones a medida que avanzamos al interior del hermoso y elegante teatro. Me siento intimidada, fuera de lugar, como si las personas que me miran al andar del brazo de Decker sospecharan que solo soy una acompañante tarifada.—Respira, Keira —susurra Sebastian Decker en mi oído sin saber que su cálido aliento me enloquece, que su voz se ha vuelto mi debilidad y el catalizador que activa mis bajas pasiones.Obediente, inhalo a profundidad y dejo escapar suaves exhalaciones como recurso para calmar mis emociones, pero son tan fuertes, incontrolables e inusitadas, q