Keira Me dejo de tonterías y abro el mensaje, no me hará daño mirar algunos juguetitos sexuales. Vamos, no soy una mojigata, tengo varios de esos aparatitos a pilas guardados en mi cajón. De: sebastian@deckerenterprise.com Para: Keirabennett@sendmail.com Fecha: 28 de octubre de 2013 Asunto: Sex Shop Señorita Bennett, pensando en usted y en sus necesidades, me tomé el atrevimiento de sugerirle una tienda de juguetes para su entera satisfacción y la mía. Escuchar su voz mientras se corre es para mí un deleite y una tortura. Ingrese a www.sexshop.com y siéntase en libertad de comprar cuanto guste, yo pagaré la factura. Inicie sesión con la cuenta kbennett@sendmail.com clave: 15082013, verá que he llenado el carrito de compra para usted. Con gusto le enseñaré a usar cada artículo para su entera satisfacción. Ansioso por hacerla mía, Sebastian Decker CEO de Decker Enterprise Leo el mensaje dos veces y no me basta para creer que el alemán gruñón que conocí hace un par de meses s
KeiraRobert da un paso atrás mientras sacude la cabeza a los lados. Se ve conmocionado, terriblemente perturbado. Sus hombros han caído hacia adelante, restándole algunos centímetros, aunque sigue siendo imponente por tener una estatura que sobrepasa el metro noventa. Jamás lo vi así, no lo comprendo. ¿Qué lo perturbó tanto?—¿Él… está… vivo? —Su voz es apenas un susurro, pero logro comprender cada una de sus palabras. Levanta la mirada hacia mí y veo lágrimas asomarse en sus ojos. ¡Dios mío! No puede estar fingiendo todo esto ¿o sí? —No ha sido fácil, pero sí, él está vivo. Aunque no gracias a ti —respondo con rencor. Lo culpo, claro que lo hago. Nuestra vida no habría sido tan dura si él hubiese estado con nosotros. No era millonario, pero tenía un buen empleo, un apartamento y seguro médico.—¿Puedo conocerlo? —Su voz flaquea. Escudriño su rostro, sus gestos, lo oscuro que se ven sus ojos… y hago el intento de encontrar perdón en mi corazón para darle una respuesta positiva, per
Keira—Esos no son regalos. Piensa, es como si Leandro te diera un jabón y te dijera “puedo enseñarte a usarlo”, como si no supieras bañarte. En pocas palabras, está diciendo que apestas.—¡Ahhhh!, ahora entiendo. Hirió tu orgullo —se burla, riéndose en mi cara.—¡No! Bueno, sí, un poco —contesto con cierta vergüenza. Vamos en un taxi y este no es un tema para conversar a oídos del chofer.—Míralo de esta forma, ya que estamos en eso de analogías, los dos son estudiantes universitarios, pero él cursa un año superior al tuyo, sabe cosas que tú no y, aunque eres buena, él puede llevarte a un nivel más alto. Escuchando su argumento, me doy cuenta de que fui completamente tonta y comprenderlo me llena de vergüenza. ¿Qué va a pensar Sebastian de mí?—Soy una estúpida. Escuché fuego y salí corriendo.—Está bien tenerle miedo a las cosas nuevas, Keira. No te digo que te lances a las llamas, solo que no te cierres a la posibilidad. —Es que no sé… él es tan… directo.—Bueno, dile eso. Habl
KeiraA las siete en punto de la noche, Dimitri toca la puerta de la suite del hotel que Sebastian alquiló para mí. Como la primera vez, encontré en la cama lo que tenía que usar: un hermoso vestido durazno corte sirena –con una abertura de medio metro en la falda, que alcanza la mitad de mi muslo izquierdo– y, por supuesto, no podía faltar el profundo escote en la espalda. La lencería es muy fina, ropa interior de encaje. ¡Ahhhh!, casi olvido aplicarme el perfume que el señor controlador aprueba. Es que con tanta atención en peinado y maquillaje de la estilista que contrató para mí, estaba esperando que fuese ella quien me aplicara la costosa fragancia. Es que hasta se ocupó de ponerme los pendientes de rubí que el alemán gruñón envió con su escolta, una hora atrás. ¡Dios! Había olvidado lo soberbio y mandón que era Decker. No debió extrañarme que eligiera una variedad de juguetes sexuales para mí si hasta decide el más insignificante detalle de lo que he de usar. Lo peor es que no t
Miro al frente, ignorando al robot que camina a mi lado –un sexy y atractivo robot, debo acotar—, y me concentro en el cálido color amarillo de la iluminación interior del teatro resplandeciendo a través de los amplios ventanales que, como carta de presentación, nos dan la bienvenida al Met. Los nervios comienzan a traicionarme, provocando temblores involuntarios en mis manos y una evidente vacilación en cada una de mis respiraciones a medida que avanzamos al interior del hermoso y elegante teatro. Me siento intimidada, fuera de lugar, como si las personas que me miran al andar del brazo de Decker sospecharan que solo soy una acompañante tarifada.—Respira, Keira —susurra Sebastian Decker en mi oído sin saber que su cálido aliento me enloquece, que su voz se ha vuelto mi debilidad y el catalizador que activa mis bajas pasiones.Obediente, inhalo a profundidad y dejo escapar suaves exhalaciones como recurso para calmar mis emociones, pero son tan fuertes, incontrolables e inusitadas, q
KeiraHa transcurrido casi un mes desde la última vez que vi o supe algo de Sebastian a pesar de que previamente había solicitado mis servicios para el siete de noviembre, fecha que ya pasó. A diario, reviso mi cuenta de e-mail por noticias suyas, pero es como si se hubiese esfumado de mi vida de la misma forma que apareció. No debería importarme, fui yo la que limitó nuestra comunicación solo al plano “laboral”, pero no esperaba este silencio.Aquella noche, al finalizar la ópera, los cuatro fuimos a cenar a un restaurant lujoso. Fue la cena más forzada e incómoda que he tenido en mi vida. Sebastian se comportó con frialdad conmigo, no me tocó ni una vez y no hizo nada por intentar disimular delante de sus amigos su mal humor, logrando que me ganara miradas compasivas de Cameron. Al llegar al hotel, se bajó de la limusina y me acompañó hasta el lobby. No sé para qué se molestó en ir conmigo, si no guardó las apariencias en toda la velada, no era necesario que tratara de verse como un
KeiraAl día siguiente, nos concentramos en buscar el perfecto vestido de novia para Jess. Claro que le pagaremos por nuestra cuenta por su servicios adicionales, no pretendo abusar del dinero de Decker, aunque le sobre.—¡Me encanta! ¡Te quiero, Juliet! —grita mi amiga dando saltos mientras se mira al espejo. El vestido que escogió es corte sirena, sin mangas, con escote corazón y de un clásico tono hueso. Le queda divino. ¡Al fin se decidió la mujer! Estaba por idear un plan para cancelar la boda si no encontraba el correcto—. Dime que entra en mi presupuesto —pregunta con nerviosismo.—Bueno… quizás se excede un poco. —Por el gesto de Juliet, sospecho que ese “poco”, es mucho.—¿Mil más? —niega—. ¿Dos mil?—Cuesta diez mil dólares.—¡Oh por Dios! ¿Por qué lo trajiste? Sabes que no tengo más de cinco mil. A lo mucho, cinco mil quinientos. Ahora te odio —espeta, cruzando los brazos.—Es que… —intenta Juliet.—Vamos a llevarlo —intervengo antes de que diga más—. Yo lo pagaré.—No, Kei
KeiraNo pude pronunciar ni una palabra. Al atender la llamada, comenzó a hablar sin tomar un respiro. Se escucha tan ansioso y perturbado que se me encoje el corazón. Algo duro tiene que estar pasando para que me muestre un lado vulnerable que no conocía.—Hola, Sebastian —lo saludo cuando me encuentro dentro del baño. No quiero despertar a Landa ni a Ángel.—Hola, Keira —enuncia él con una exhalación de alivio. Me mantengo en la línea sin decir nada, esperando por él. Dos minutos y no oigo ni una palabra, pero el sonido de su respiración me dice que sigue ahí.¿Por qué tanto silencio? ¿Hablo yo? —Le pedí a Juliet que enviara la ropa que elegimos a tu apartamento. No sé si hice bien, pero no tenía lugar en mi casa para tantas cosas —admito nerviosa, no soportaba tanto silencio.—Sí, Delia me llamó ayer para decirme —enuncia con voz tranquila, no parece que le haya molestado que lo hiciera. —¿Delia?—La señora del servicio —responde aclarando mi duda.—Sebastian…—¿Sí?—Puedes lla