Kisa observó con preocupación la manera en que el rostro de Royal se tornaba pálido, casi cadavérico, y notó un ligero temblor en sus manos. Era evidente que la conversación con Katherine lo había afectado profundamente. Sus ojos, normalmente decididos y agudos, ahora parecían perdidos, como si estuviera luchando por mantenerse en pie.Con suavidad, Kisa le tocó el hombro, tratando de anclarlo a la realidad.—Royal —susurró—. ¿Qué tal si vamos al sótano? No te ves nada bien.Royal levantó la vista hacia ella, moviendo la cabeza de arriba a abajo.—Sí, tienes razón. No me siento bien, será mejor que vayamos.Sin esperar más, Kisa le pasó un brazo por la espalda para ayudarlo a caminar. Sus pasos eran pesados y Royal se apoyaba en ella más de lo que quisiera admitir. Mientras avanzaban por la mansión, ambos hicieron todo lo posible por evitar la sala principal, donde el árbol de Navidad y los demás de la familia se encontraban. Royal no quería que nadie lo viera en ese estado, vulnerabl
Poco a poco, sus palabras parecieron serenarlo. El temblor en sus manos disminuyó, aunque sus dedos seguían ligeramente rígidos, como si la parálisis interna no quisiera desaparecer completamente. Sus músculos, que se habían tensado como cuerdas, comenzaron a aflojarse despacio, como si la presión estuviera comenzando a ceder. El sudor en su frente se secaba, y su respiración, que antes era superficial y rápida, comenzaba a estabilizarse.Sus ojos, que antes brillaban con una desesperación silenciosa, comenzaron a enfocar de nuevo. El color de su rostro regresaba gradualmente a un tono más natural, aunque todavía con una ligera palidez. A medida que los síntomas disminuían, la rigidez en su cuello y hombros se desvanecía, y él podía sentir cómo, poco a poco, su cuerpo volvía a ser suyo. Era como si un peso invisible se estuviera levantando, y sus músculos, antes tan duros, comenzaban a relajarse.Su mente seguía nublada por un instante, todavía atrapada en los recuerdos y las emocione
Un par de días después de Navidad, Royal regresó a la empresa para retomar sus labores habituales, y como siempre, Kisa también volvió a su puesto como su secretaria. Ella estaba concentrada ayudándole con algunos documentos, organizando y revisando papeles cuando, de repente, su mirada se quedó incrustada en él. Kisa lo observó con detenimiento y sus iris recorrieron cada detalle de su rostro.Royal, sintiendo la intensidad de su mirada, levantó la vista de los papeles que tenía en sus manos. —¿Quieres decirme algo? —articuló.Kisa se sorprendió por su pregunta debido a que no se percató de que estaba siendo muy obvia.—Quiero saber si te sientes bien —expuso, a lo que Royal le dedicó una sonrisa tranquila.—Por supuesto. Contigo cerca de mí, me siento bastante bien.Kisa desvió la mirada y una sonrisa tímida se dibujó en sus labios. Sintió cómo sus mejillas se calentaron ligeramente, y aunque trató de ocultarlo, la dulzura de la situación la sobrecogió. —No dudes en decirme cualqu
—Royal, no seas necio —insistió Katherine—. Tenemos mucho de qué hablar. No hagas esto más difícil de lo que ya es.—¿Acaso quieres que llame a seguridad para que te saquen de aquí? —advirtió él.—No serías capaz —replicó ella con una confianza tranquila—. Tú no eres así, no harías eso.—Pruébame y verás —desafió él.Kisa se percató del ambiente pesado entre los dos. De hecho, era imposible no notarlo, ya que a ella misma le costaba inhalar oxígeno en ese lugar. De pronto, caminó hasta Royal y se aproximó a él para hablarle en voz baja.—Royal, deberías hablar con ella —sugirió.—No tengo absolutamente nada que decirle —indicó.—Pero al parecer ella sí tiene algo que decirte. Solo escúchala. Tal vez, si le das la oportunidad de hablar y aclaras las cosas, ella dejará de agobiarte de esta manera.Royal reflexionó por un momento, dándose cuenta de que lo que Kisa decía tenía sentido. Quizás, si le daba a Katherine la oportunidad de hablar, podría finalmente cerrar ese capítulo de su vid
Katherine dejó escapar un suspiro entrecortado, mientras decía todo aquello que había guardado durante años. Era como si todas las ataduras que antes la limitaban hubiera desaparecido. Ahora, era libre de poder expresarse, pero era consciente de que para llegar a eso hizo mucho daño en el camino.—Sé que cometí muchos errores —agregó—. Era solo una niña... Todo lo que hice fue porque mis padres estaban encima de mí todo el tiempo. Apresuraron nuestro matrimonio, se metían en todo, en nuestras vidas, en nuestras decisiones, en nuestro matrimonio. Si me quedaba aquí contigo y con Coral, también se iban a meter en la crianza de nuestra hija.Royal la escuchaba con atención, pero sus ojos permanecían frívolos. Cada palabra de Katherine le producía una sensación incómoda, casi asfixiante. No había espacio para la compasión ni para el entendimiento. Sentía repulsión, enojo, una rabia creciente que latía en su pecho con cada justificación que ella pronunciaba. Tal vez se sintió aprisionada,
Katherine escuchó cada palabra que Royal le estaba diciendo sin reservarse nada. Cuando él terminó, ella se armó de valor para encararlo.—No voy a renunciar a mi hija —declaró—. Ella es parte de mí, y aunque he estado ausente, no es demasiado tarde para recuperar lo que hemos perdido. Coral puede conocerme, entender por qué me fui, y con el tiempo, amarme. Con paciencia, podemos construir la relación de madre e hija que no tuvimos.—Eso nunca sucederá. No pudiste ser su madre porque tú misma elegiste no serlo —replicó.—Tenía mis razones. Ahora estoy aquí para luchar por Coral y por lo que queda de mi familia. No me rendiré fácilmente, Royal, aunque intentes alejarme.Con esas palabras, Katherine se giró y salió de la oficina. Antes de irse completamente, se detuvo y miró a Kisa que estaba sentada en el escritorio de Royal. Con una mirada de desdén, se acercó.—Te dejaré algo en claro —articuló—. No solo he venido por mi hija, también por Royal y nuestro hogar. Así que prepárate, por
Coral salía de su clase con su pequeña mochila balanceándose en su espalda mientras caminaba hacia la entrada de la escuela. Ya no tenía clases, solo iba a practicar para una obra de teatro que se llevaría a cabo unos días antes de año nuevo para cerrar la etapa escolar. Como siempre, esperaba ver al chofer estacionado justo enfrente, listo para llevarla a casa junto con Kisa. Pero ese día, algo diferente ocurrió.Justo cuando estaba por cruzar las puertas de la escuela, una voz femenina llamó su atención.—Coral... Coral... —pronunció una mujer desde un lado del camino.Coral se detuvo en seco debido a que su curiosidad fue despertada. Miró en dirección a la voz y vio a una mujer elegante, con el cabello rubio como el sol y unos anteojos oscuros que ocultaban sus ojos. La mujer se quitó los anteojos lentamente, revelando unos iris azules brillantes, enmarcados por largas pestañas. Tenía un rostro fino como una muñeca de porcelana, y su delicada figura, aunque no muy alta, se elevaba
Las palabras de Katherine eran dulces, casi hipnóticas. Su tono de voz era cálido, lleno de promesas de un vínculo que Coral no podía comprender. La mujer continuó hablando, con una sonrisa suave y llena de ternura dibujada en sus labios.—Quiero que seamos amigas, que hagamos muchas cosas juntas. Quiero que poco a poco me conozcas y que, con el tiempo, puedas verme como tu mamá —manifestó.Coral, sin embargo, estaba agobiada. Sus ojos se movían de un lado a otro, buscando desesperadamente a Kisa, la persona en la que siempre había confiado para que la rescatara de aquella incómoda situación. Las palabras de Katherine no lograban calar en su corazón de niña, porque para Coral, Katherine seguía siendo una extraña, una desconocida. El hecho de que afirmara ser su madre no cambiaba esa realidad.Finalmente, Coral se armó de valor para tratar de alejarse de Katherine.—Yo... ya tengo que irme, señora —dijo, dando un paso hacia atrás, apartándose ligeramente de la mujer.Pero Katherine no