A medida que el tiempo avanzaba, el embarazo de Kisa se hacía más evidente, y con él, llegaban nuevas sensaciones, emociones y desafíos. Su vientre se redondeaba con el paso de los días, y aunque al principio había sentido temor por todo lo que implicaba traer una nueva vida al mundo, poco a poco comenzó a experimentar una conexión indescriptible con el bebé que crecía dentro de ella.Desde el momento en que supo que estaba embarazada, Coral, su hijastra de siete años, se mostró emocionada. La pequeña solía apoyar sus manitas en el vientre de Kisa con la esperanza de sentir al bebé moverse.—¿Crees que me escuchará si le hablo? —preguntó una noche, mientras Kisa acariciaba su cabello.—Por supuesto, Coral. Él ya reconoce tu voz —respondió con una sonrisa.A partir de ese día, Coral le hablaba todas las noches, contándole sobre su día, sus juegos y lo mucho que esperaba conocerlo.Marfil, la hermana de Kisa, también jugaba un papel fundamental en este proceso. Con su energía inagotable
Royal, por su parte, no se alejaba ni un momento de su esposa. Aunque aún lidiaba con algunos pensamientos oscuros, su determinación de ser un buen esposo y padre lo mantenía fuerte. Acompañaba a Kisa a cada chequeo médico y se aseguraba de que no le faltara nada.Finalmente, una noche de tormenta, todo comenzó.Kisa se despertó con una sensación extraña en el vientre, como si algo se rompiera dentro de ella. Se quedó quieta por un momento, confundida, hasta que sintió la humedad extendiéndose por las sábanas. Su fuente se había roto.—Royal... —susurró al principio, tratando de despertarlo con suavidad.Pero una punzada de dolor la hizo jadear y apretar los dientes. Se llevó una mano al vientre y tocó el hombro de Royal con la otra.—Royal, despierta...Él se movió un poco, murmurando algo en sueños, pero entonces Kisa dejó escapar un quejido más fuerte y Royal abrió los ojos de golpe.—¿Qué pasa? —preguntó, incorporándose de inmediato.—El bebé... Se rompió mi fuente... —expuso ella
Las primeras semanas de Katherine en la cárcel fueron un infierno. Desde el momento en que cruzó esas puertas, sintió el peso de su nueva realidad. Ya no era la exesposa de un hombre poderoso, ya no era la madre de una hermosa y noble niña, ya no era la hija de unos padres con buena reputación y buena posición económica, ya no tenía influencia ni privilegios. Ahora, era solo una más entre las presas, pero con una gran diferencia: Regina se había asegurado de que su vida allí fuera lo más miserable posible.Todo comenzó con pequeñas cosas. Sus pertenencias desaparecían misteriosamente. Su cama estaba llena de humedad, lo que le hacía difícil dormir. La comida que le servían estaba fría o llena de cosas desagradables que hacían que su estómago se revolviera. Pero esos eran solo los primeros indicios de lo que vendría.Una tarde, mientras buscaba mantenerse alejada de problemas en el patio de la prisión, una de las reclusas más temidas, Martina, se le acercó con una sonrisa burlona.—Vay
El dinero lo era todo. O, al menos, así lo veía Marfil Maidana.Desde pequeña, había entendido la diferencia entre tener y no tener. Creció en un barrio humilde, donde las paredes de las casas eran tan delgadas que podía escuchar las discusiones nocturnas de los vecinos, incluso los gritos de frustración de quienes luchaban cada día por sobrevivir. Las calles a menudo olían a desesperanza y, otras veces, a sueños rotos, esos sueños que nunca llegaban a concretarse por falta de oportunidades. En su hogar, el esfuerzo de su madre era constante, aunque siempre pareciera insuficiente frente a las necesidades diarias. Su padre las había abandonado y su madre trabajó tanto que terminó enfermando, lo cual la llevó a su muerte. Y su hermana Kisa... Kisa siempre había sido la fuerte. La que se sacrificaba por todas, la que tomaba las riendas cuando las cosas se ponían difíciles, la que sonreía cuando el mundo parecía estar en su contra. Kisa nunca se quejaba. Kisa siempre estaba dispuesta a da
La biblioteca de la mansión Fankhauser era un lugar imponente. Altas estanterías de madera oscura se extendían desde el suelo hasta el techo, repletas de volúmenes encuadernados en cuero, herencia de generaciones. La luz del atardecer se colaba a través de las enormes ventanas, bañando el lugar con un tono dorado y proyectando sombras alargadas sobre la alfombra persa. En el centro, un gran escritorio de roble se erguía como testigo de incontables decisiones tomadas allí.Vanya ingresó a la biblioteca con su mente llena de preguntas. Su madre le había dicho que quería que fuera allá para tener una conversación importante con ella, y cuando Regina Fankhauser daba una orden, era mejor obedecer. Al cruzar el umbral de la puerta, vio a su madre sentada tras el escritorio, con varios sobres de manila apilados frente a ella.—Cierra la puerta, Vanya —indicó Regina, con su mirada incrustada en los documentos.Vanya obedeció exhalando con pesadez y se acercó, sentándose frente a su madre.—¿D
Marfil y Vanya salieron de la universidad después de completar el proceso de inscripción. Ambas jóvenes se habían convertido en amigas y con el paso del tiempo la confianza fue creciendo aún más entre ellas. Por esa razón, hablaban de sus gustos, de sus metas, de sus miedos, y entre otras cosas, sin muchas reservas. Vanya se hallaba en su tercer año en la universidad, mientras que Marfil se inscribió en el primero, empezando de esta forma su vida como estudiante adulta.Los rayos solares resplandecían sobre la ciudad en lo que caminaban hacia una cafetería cercana, buscando un lugar cómodo donde sentarse a conversar. Marfil miró de reojo a su amiga mientras se acomodaban en una mesa junto a la ventana.—No puedo creer que finalmente me inscribí —comentó Marfil, removiendo con lentitud el azúcar en su café.—Me alegra que lo hicieras en la misma universidad que yo. No te arrepentirás —replicó Vanya, extendiendo las comisuras de sus labios.Marfil dejó la cuchara sobre el platillo y sol
Marfil abrió los ojos de par en par, impactada por la reciente petición.—¡¿Qué?! —soltó.—Es la oportunidad perfecta para ti —insistió Vanya—. Conocerás a un hombre rico, o mejor dicho, al heredero de un empresario. Se llama Richard Morgan y tiene 25 años.Marfil frunció los labios y meditó sobre el dato.—Bueno, al menos no es un hombre viejo… —murmuró, evaluando la posibilidad.—Tú te harás pasar por mí.Marfil chasqueó la lengua y sacudió la cabeza.—Espera, espera. ¿Acaso él no sabe cómo eres? ¿No conoce tu cara?Vanya se encogió de hombros.—Cuando abrí el sobre con su nombre, no había ninguna información adicional. Toda la documentación detallada la tiene mi madre, ella es quien realmente los conoce. Asumo que es lo mismo con él. No había fotos ni descripciones muy detalladas, solo lo básico, así que supongo que él tampoco tiene una foto mía. Creo que lo que nuestras madres quieren es que nos conozcamos en persona, que todo sea como una especie de cita a ciegas.Marfil mordió e
Marfil pestañeó repetidas veces, sorprendida por la reciente revelación que Vanya acababa de hacer.—¡Espera un momento! ¿Cómo que ya tienes novio? —exclamó en tono de reproche—. ¡Nunca me dijiste nada!Vanya sonrió con un leve encogimiento de hombros, como si aquella información no fuera gran cosa.—No es por falta de confianza, Marfil —aclaró—. Simplemente es un secreto.—¿Me estás diciendo que has estado saliendo con alguien a escondidas?Vanya soltó un suspiro y se acomodó un mechón de cabello tras la oreja antes de asentir levemente.—Digamos que, por el momento, sí —hizo una breve pausa—. Ya sabes cómo es mi madre. Ella es extremadamente entrometida. ¡No has visto todo lo que le hizo a Royal! Todo lo que tu hermana tuvo que hacer para poder vivir feliz y en paz con él. No quiero pasar por lo mismo.—A ver, espera —dijo, procesando todo—. ¿Por qué no quieres presentárselo? ¿Acaso es alguien pobre y por eso temes que tu madre no lo acepte?Vanya negó con la cabeza inmediatamente.