Katherine estaba sentada en una pequeña mesa de la cafetería frente a la empresa donde Royal estaba trabajando. Desde ahí, podía ver la ventana de su oficina, el cual se encontraba varios pisos arriba. Era difícil que él la notara a ella desde su posición, pero llevaba más de una hora removiendo con el cucharón el café que se había enfriado hacía mucho rato. Sus ojos permanecían clavados en la ventana, esperando ver algún movimiento, alguna señal de que él se encontraba allí dentro. Sabía que había llegado temprano esa mañana porque lo había visto entrar al edificio, impecable como siempre, con ese aire confiado que tanto la había atraído desde el principio.Katherine no tenía una razón real para estar ahí. No había un encuentro planificado, ni siquiera un mensaje previo. Pero algo en su interior le impedía moverse, como si una fuerza invisible la mantuviera anclada en ese lugar.«No puedo simplemente irme» pensaba mientras sus dedos jugaban con el borde de la taza. Su mente estaba ll
Katherine apretó el teléfono con fuerza en sus manos, leyendo y releyendo la respuesta de Royal, sintiendo un dolor punzante en el pecho que no la dejaba respirar con normalidad. Había pasado toda la noche componiendo un mensaje que le pareciera lo suficientemente razonable como para apelar a la parte más sensible de Royal, pero su respuesta había sido devastadora, como si cada palabra fuera una daga directa a su corazón.El mensaje que había enviado era claro:"Royal, me duele mucho que no respondas. ¿Acaso estás molesto por lo que pasó el otro día? Solo fue un beso, no tienes por qué enojarte tanto. No quiero que las cosas terminen así entre nosotros. No quiero que nos distanciemos tanto, porque recuerda que tenemos a nuestra hija en medio. Ella sufriría mucho si su padre y su madre pelean constantemente y, además, se vuelven muy lejanos. Por favor, no marques distancia por algo tan tonto como un beso."La respuesta de Royal llegó rápido, casi como si estuviera esperando su mensaje
El reloj marcaba las tres de la tarde cuando Katherine cruzó las puertas de cristal de la empresa de Royal. Sus tacones impactaban firmemente contra el suelo de mármol, atrayendo algunas miradas curiosas de los empleados que pasaban por el vestíbulo. Su porte era sublime, pero sus ojos delataban una seguridad peligrosa. No estaba ahí para una visita casual ni para tratar asuntos laborales. Katherine estaba decidida a hablar con Royal, y no aceptaría un "no" como respuesta.Subió en el ascensor hasta el último piso, donde se encontraba la oficina de Royal. Al llegar, su mirada se posó en Kisa que estaba detrás del escritorio, ocupada revisando unos documentos. Kisa, con una elegancia natural y una serenidad que solo empeoró el humor de Katherine, levantó la vista al escuchar los pasos acercándose.—Buenas tardes —dijo Kisa con cortesía, aunque sin una pizca de entusiasmo.—Anuncia mi llegada a Royal —demandó Katherine sin rodeos, ignorando cualquier formalidad.Kisa dejó a un lado los
Katherine giró los ojos hacia atrás en señal de fastidio.—He estado en esta empresa mucho antes que tú, Kisa Maidana. ¿Cómo dices que no tengo derechos? Este edificio y todo lo que hay en él es el patrimonio de mi hija, por lo tanto, también es mío —declaró.—¿Qué estás diciendo, Katherine? —reclamó Royal, con un claro tono de enfado—. Te exijo que no te tomes atribuciones que no te corresponden.—Royal, necesito hablar contigo. Es algo importante —suavizó su voz.Royal dejó los papeles que aún tenía en sus manos sobre el escritorio con un golpe seco, dejando clara su falta de interés en la conversación.—Una vez más, Katherine, tú y yo no tenemos nada de qué hablar. Todo lo que debíamos decirnos ya lo dijimos en su momento —estableció, pero Katherine se mostró reacia a entender razones y avanzó un par de pasos hacia él, decidida.—Quizás, pero esto no puede esperar. Te lo diría ahora mismo, pero prefiero que estemos a solas ya que se trata de algo personal.Royal soltó un suspiro pe
A Katherine no le agradaba ni un poco la idea de que Kisa hubiera logrado conseguirle un espacio a solas con Royal. La sola idea de que ella tuviera que intervenir para que algo sucediera le resultaba incómoda y, por supuesto, odiaba depender de la ayuda de Kisa, su rival. Sabía que Kisa había sido quien le había facilitado la posibilidad de ver a Coral, lo que Royal había aceptado finalmente solo gracias a la intervención de Kisa. Ahora, por algún motivo que Katherine no podía comprender del todo, Kisa se encontraba nuevamente en medio de la situación, asegurándose de que tuviera la oportunidad de hablar a solas con él.La forma en que Kisa siempre lograba manejar las situaciones, obteniendo favores sin que pareciera esfuerzo alguno, le provocaba un malestar interno. Katherine sentía una rabia sorda al ver cómo, una vez más, tenía que estar agradecida por algo que no había conseguido por sí misma. Aquella actitud de Kisa, tan comprensiva y a veces incluso llena de lástima, le revolví
—Sí. Me amenazaron con eso, Royal. Me dijeron que, si yo no obedezco, ellos harán lo que sea necesario para apoderarse de Coral y llevarla con ellos. Y yo... —su voz se quebró un poco—. Yo tengo miedo. Si ellos se llevan a Coral, sé que le harán lo mismo que me hicieron a mí. La controlarán, la manipularán, la convertirán en alguien infeliz, alguien que viva solo para servir a sus intereses.Royal adoptó una postura firme, introduciendo las manos en los bolsillos de sus pantalones. No mostraba rastros de temor, sino más bien de indignación.—En primer lugar —comenzó—. Quiero que entiendas algo muy claro: tu familia jamás tendrá la oportunidad de llevarse a mi hija a ningún lugar, sin mi consentimiento. Si lo intentan, los acabo. Acabo con ellos, Katherine, y no quedará absolutamente nada de la familia Wilson. Eso te lo puedo jurar —declaró, con una seguridad que hizo que a Katherine se le helara la sangre.El silencio que siguió fue aplastante. Katherine sintió cómo su piel se erizaba
—Pero, Coral... —Katherine intentó hacer recordar a Royal que la habían amenazado usando a su hija.—Coral estará bien, no te preocupes por ella —aseguró el CEO—. Como ya te he dicho, el que se atreva a ponerle la mano encima a mi hija, la pagará caro. Cualquiera que tenga el descaro de pensar siquiera en separarla de mí, tendrá que pasar primero sobre mi cadá-ver para lograr tal cosa. Tendrá que lidiar conmigo, y eso no será nada fácil. Por lo tanto, enfréntate a tus padres sin miedo, que mi hija está a salvo a mi lado.—A decir verdad, yo... necesito algo más —esclareció—. Vine porque necesito un lugar seguro.—¿Un lugar seguro? —la miró extrañado.—Quiero que me dejes quedarme en la mansión por un tiempo —soltó Katherine de golpe.—¿Qué? —todo el rostro de Royal se distorsionó.—Por favor, Royal. Solo será por un tiempo, hasta que mis padres me dejen en paz. Ellos no se atreverán a molestarme si saben que estoy contigo.—Esa es una pésima idea. Si tus padres creen que volverás conm
—¿Qué? —soltó Kisa, parpadeando repetidamente debido a su perplejidad.—Sí. Katherine dijo que estaba pasando por una situación difícil y que necesitaba un lugar donde quedarse, así que me pidió mudarse a la mansión por una temporada.—¿Quería... mudarse? ¿Te pidió... vivir contigo?Royal asintió lentamente, aunque la incomodidad era evidente en su expresión.—Algo así, podría considerarse de esa manera.Kisa se quedó callada por un rato, mirando a un costado, tratando de asimilar lo que había escuchado recientemente. Luego, volvió a escrutar a Royal.—¿Y tú... aceptaste? —No, por supuesto que no. No puedo llevarla a nuestro hogar por respeto a ti, la mansión en donde tú eres la señora de la casa. Sé que solo te hará pasar incomodidades, y ya tienes suficiente con tener que tolerar a mi madre. Aunque, si sigue molestándote, tendré que pedirle que se mude.—No, Royal, ¿cómo crees? —agregó Kisa, espantada—. No puedes echar a tu madre a la calle.—No la echaré a la calle. Mi madre tiene