De pronto, Marfil giró la cabeza hacia él y lo miró con sorpresa.—¿Acaso vienes de otro siglo? —soltó, divertida.—Dijiste que podía escuchar lo que quisiera —respondió él con una sonrisa.—No pensé que ese tipo de música fuera tu estilo, ¿eres un anciano con cirugías plásticas o algo así? —bromeó, tras escuchar que la canción que Lucas dejó sonando era una de los años ochenta.Él, sin embargo, en lugar de molestarse, rió ante su comentario.—No sabía que eras tan despectiva —replicó.—No lo soy, pero démosle una oportunidad —Marfil alzó el volumen de la música.Después de varios minutos de trayecto, ingresaron a un área repleta de coches, distribuidos con cierta distancia entre ellos. —¿Este es el lugar? —preguntó ella.Repentinamente, una gran pantalla se encendió frente a ellos, indicando el inicio de una película.—Sí, aquí es el autocinema —respondió él—. ¿Ya has venido alguna vez?—En realidad, no —admitió Marfil.—Wow, ¡qué privilegio! Otra vez soy el primero —una sonrisa jug
Cuando Lucas detuvo el auto frente a la mansión, apagó el motor y giró la cabeza hacia Marfil, queriendo prolongar un poco más el momento. Había algo en ella que lo mantenía cautivo, y aunque la noche estaba llegando a su fin, él no quería despedirse todavía. Se bajó del vehículo casi al mismo tiempo que ella, con la intención de acompañarla hasta la puerta, pero Marfil detuvo su paso y lo miró con una leve sonrisa en los labios.—No es necesario que me acompañes —articuló con voz serena—. Podemos despedirnos aquí.Lucas arqueó una ceja, no demasiado convencido.—¿Segura? No me cuesta nada caminar contigo hasta la puerta.—Segura —respondió ella sin dudar.Lucas suspiró con resignación y se quedó quieto junto al auto, pero aún sin intención de marcharse. —La verdad es que me gustaría volver a verte mañana —manifestó.Marfil parpadeó y bajó la mirada por un instante, como si meditara su respuesta. Lucas captó la vacilación en su expresión y decidió insistir.—Por favor —susurró con un
El sábado por la tarde, Lucas pasó por Marfil en el coche rentado y la recogió en la mansión. Fueron juntos a un restaurante de clase media, no lujoso, pero acogedor. Era de esos lugares donde la carne se cocina en una parrilla en el centro de la mesa.Lucas se encargó de todo el proceso con una calma que reflejaba su confianza en la cocina. Con paciencia, cocinó la carne a fuego lento, asegurándose de que estuviera perfectamente sazonada y cocida. Mientras tanto, decidieron pedir algunos aperitivos para disfrutar mientras esperaban a que el plato principal estuviera listo. Los pequeños bocados fueron acompañados de refrescantes bebidas de soda, que ayudaron a que la conversación fluyera de manera relajada. A medida que la noche avanzaba, también se sirvieron un poco de alcohol, lo que añadió un toque de diversión a la velada. Las risas llenaban la atmósfera, y los comentarios eran ligeros y sin importancia, cubriendo temas triviales que mantenían la conversación animada.Todo parecía
Lucas dejó escapar una risa amarga, seca, que parecía brotar desde lo más profundo de su decepción. Sus labios se curvaron en una sonrisa torcida, pero sus ojos no reflejaban alegría alguna. Era una risa de derrota, de escepticismo, una risa que escondía el sabor agrio de la impotencia. Miró a Marfil con una expresión de dolor, con una súplica muda que nunca llegaría a pronunciar.—No puedo ofrecerte más, Lucas —agregó ella con serenidad, aunque en su voz vibraba una nota de compasión.Las palabras atravesaron a al hombre como un filo helado. ¿No podía ofrecerle más? ¿Eso era todo? ¿Así de simple?El vacío se instaló en su pecho como una fiera encadenada, una bestia salvaje que, aunque atrapada, no dejaba de luchar, de retorcerse con desesperación por algo que nunca podría tener. Era un deseo insaciable que lo devoraba por dentro, un anhelo profundo y doloroso que no parecía encontrar fin. La quería con una intensidad que no podía controlar, la quería en serio, con cada fibra de su se
La noche envolvía la ciudad en su manto de luces parpadeantes cuando Marfil, con una sonrisa juguetona en los labios, inclinó la cabeza hacia Lucas y le comentó la sugerencia de ir a un hotel. No podían ir a la mansión Fankhauser ni a la de Richard Morgan, así que no quedaban muchas opciones. Lucas, sin dudarlo, asintió. Había algo en la forma en que ella lo miraba, en el brillo de sus ojos, que lo hacía olvidarse de cualquier reticencia.Mientras conducía por las calles iluminadas, con el ronroneo del motor acompañando el silencio entre ellos, Lucas le hizo una pregunta.—¿Puedes llegar tarde a tu casa?—No te preocupes. Ayer llegué temprano, así que esta noche puedo quedarme contigo.Esas palabras hicieron que un calor distinto recorriera el cuerpo de Lucas. No solo era deseo, era algo más profundo, algo que lo envolvía y lo hacía sentir irremediablemente atado a ella.Al llegar al hotel, una brisa cálida los recibió cuando cruzaron la puerta del vestíbulo. Lucas realizó el registro
El domingo transcurrió con la tranquilidad de un sueño del que nadie quiere despertar. Después de su desayuno tardío en el restaurante del hotel, salieron a caminar sin un rumbo fijo, disfrutando de la brisa matutina que traía consigo el aroma del café y el pan recién horneado de las panaderías cercanas. Marfil se aferró del brazo de Lucas, balanceando suavemente su paso al compás del de él, como si estuvieran bailando una melodía secreta que solo ellos conocían.Pasaron por un parque y, casi sin darse cuenta, se detuvieron en un puesto de flores. Marfil señaló un pequeño ramo de peonías de un rosa pálido y sonrió con los ojos iluminados por la emoción. Lucas, sin dudar, se lo compró. Ella rió con alegría al recibirlo, rozando su nariz contra los pétalos antes de darle un beso ligero en la mejilla en señal de gratitud.El tiempo pareció detenerse mientras hablaban de cualquier cosa y de todo. Lucas la miraba con fascinación, observando cómo sus ojos azules se iluminaban con cada anécd
—Tan adulta no eres —replicó Kisa con una media sonrisa que denotaba cierto toque de burla—. Apenas vas a salir de la adolescencia en un par de semanas. Aún te falta mucho por aprender, hermanita.Marfil frunció el ceño y volvió a exhalar con pesadez.—Kisa, por favor —refunfuñó—. No me trates como a una niña.Kisa suspiró y se relajó un poco, pero su expresión seguía siendo seria.—No intento hacer eso, Marfil —expuso con suavidad—. Solo... me preocupo por ti. Cuando te fuiste un fin de semana con Vanya, al menos sabía con quién estabas. Pero esta vez fue diferente. Ni siquiera ella tenía idea de dónde te habías metido. ¿Sabes lo preocupada que estuve?Marfil sintió un leve pinchazo de culpa, aunque lo disimuló.—Pero te envié un mensaje diciendo que estaba bien, ¿no? —le recordó, levantando una ceja—. ¿O acaso esperabas que te pidiera permiso?—No se trata de pedir permiso, Marfil. Se trata de que soy tu hermana mayor y yo soy la que se hace responsable de ti. Solo quiero asegurarme
El resto de la mañana transcurrió sin contratiempos. Marfil intentó concentrarse en sus clases, pero la expectativa de su encuentro con Richard no dejaba de rondarle la mente. ¿Qué era lo que quería decirle? La incertidumbre la carcomía poco a poco, haciéndola cuestionar todas las posibilidades.Cuando la tarde llegó, Richard cumplió su palabra y se presentó en la mansión. Marfil salió con rapidez al verlo llegar y, sin darle oportunidad de decir nada, se subió a su auto apresuradamente.—Vámonos rápido —indicó en cuanto cerró la puerta.Richard la miró con el ceño fruncido, sorprendido por su prisa.—¿Pasa algo?—Vanya está en la casa. No quiero que te vea aquí porque podría resultarle extraño que yo salga contigo a solas y se lo diría a Abigail. Digo, tú prefieres que no lo sepa, ¿no?Richard no dijo nada. Simplemente hizo una mueca difícil de interpretar y luego puso el auto en marcha.El trayecto se desarrolló en un silencio incómodo. Marfil intentó suavizar el ambiente denso con