Más tarde, decidieron ir a la playa. Richard y Abigail caminaban juntos, de la mano, mientras Vanya y Marfil recogían conchas en la orilla. Marfil, en un intento por evitar mirar demasiado a Richard y a Abigail, se quedó atrás. Luego de la playa, el grupo empezó a avanzar por el bosque entre risas y conversaciones animadas. Richard y Abigail lideraban el camino, mientras Vanya los seguía con entusiasmo. Marfil, sintiéndose algo ajena a la dinámica, se rezagó en la retaguardia, disfrutando del sonido de las hojas secas bajo sus pies. Lucas, sin ninguna intención aparente, también quedó atrás, caminando con las manos en los bolsillos y la mirada distraída.El bosque comenzaba a oscurecerse conforme el sol se ocultaba. La vegetación espesa hacía difícil distinguir el camino, y en un momento, sin darse cuenta, Marfil y Lucas tomaron un sendero diferente al del resto del grupo. Siguieron caminando en silencio hasta que notaron que las voces de los demás habían desaparecido por completo.M
Después del almuerzo del día siguiente, Richard propuso buscar unas viejas botellas de vino que su familia guardaba en el sótano. Como todos estaban ocupados en la cocina, Marfil y Lucas se ofrecieron a ir, aunque ninguno de los dos parecía entusiasmado con la idea de estar a solas.El sótano era frío y olía a madera húmeda. Lucas bajó primero con la linterna de su teléfono, iluminando las paredes de piedra y las estanterías cubiertas de polvo. Aunque era de día, el lugar no tenía ventanas ni absolutamente nada que diera paso a la luz de afuera.Marfil, por su parte, descendió con cautela, sintiendo la atmósfera cerrada del lugar.—Debe estar por aquí —dijo Lucas, inspeccionando las estanterías.Marfil pasó la mano por una de las botellas y justo cuando estaba por tomarla, la puerta del sótano se cerró de golpe con un fuerte estruendo. Marfil se sobresaltó y se giró rápidamente.—¿Qué fue eso? —inquirió, con un deje de alarma en la voz, a lo que Lucas subió las escaleras y empujó la pu
—No entiendo de qué me hablas —alegó Marfil.—¿Qué piensas de todo esto?—¿De qué?—De este viaje. De estar aquí con todos. ¿Acaso no te agrada?—Deja de suponer cosas —dijo evasivamente, sin querer darle más detalles.—Es por eso que te lo estoy preguntando directamente, para no sacar conclusiones por mi cuenta —aseveró.—Pues, sea lo que sea, no tengo por qué darte explicaciones —estiró el brazo para zafar de su agarre.—¿Porqué reaccionas con tanta hostilidad? Creí que estábamos en buenos términos.—Sí, pero soy la única que cumple con su palabra. Yo no volví a ofenderte, tal y como lo prometí. Pero tú, me fastidias cada vez que puedes y eso me irrita.—Oh, vamos. ¡Solo trato de bromear contigo! ¿Porqué te lo tomas todo tan personal?—Para hacer una broma, debes esperar a que la otra persona también quiera hacerlo, ¿no lo crees?Lucas rió suavemente. Esa risa que la exasperaba y, al mismo tiempo, la hacía sentirse atrapada.—Qué actitud tan mala, eres realmente desesperante.Ella n
Marfil se levantó abruptamente y, sin mirar atrás, se dirigió hacia la playa. Sentía el corazón acelerado y la mente sumida en una maraña de pensamientos confusos. Necesitaba aire, necesitaba alejarse de la chimenea, de la calidez del refugio y, sobre todo, de la presencia de Lucas. Mientras caminaba por la arena, descalza, con la brisa nocturna acariciando su piel, se permitió admitir algo que había intentado negar por tanto tiempo: su determinación estaba tambaleando. Creyó haber erradicado cualquier sentimiento que alguna vez tuvo por él, que había sepultado bajo el peso de su orgullo y su ambición cualquier vestigio de aquel amor. Y, sin embargo, después de esa conversación, después de tenerlo tan cerca, todo pareció resurgir de las cenizas.Se maldijo por dentro. No quería esto. No podía permitirse caer otra vez en una debilidad semejante. Ella tenía un propósito claro, y ese propósito llevaba el nombre de Richard. Richard era el hombre al que debía conquistar, el que encajaba en
La noche se había convertido en un refugio de sombras y murmullos, donde solo el sonido del mar rompía el silencio. La brisa salada envolvía sus cuerpos mientras permanecían acostados sobre la arena, abrazados, con las estrellas extendiéndose sobre ellos como testigos mudos de su encuentro.—Esto es tan... empalagoso —manifestó Marfil de repente, con una sonrisa perezosa.Lucas rió suavemente, sosteniéndola con más firmeza entre sus brazos.—¿No te gusta estar acostada así conmigo? ¿De noche en la playa, con el sonido del mar y contemplando las estrellas? —cuestionó.—No deberíamos estar así. No quiero arrepentirme mañana...—Es mejor arrepentirse de lo que haces, que de lo que no haces —replicó Lucas.—Eso solo lo dices porque deseas estar conmigo.—Claro, no lo niego —sonrió—. ¿Acaso tú no lo deseas?Marfil se quedó callada, tornándose pensativa. Tenía ganas de muchas cosas, de abrazarlo más, de aferrarse a él, e incluso, de que la tomara y la hiciera suya. No sabía si era el efecto
Lucas no podía negar que su respuesta lo decepcionaba, pero, al mismo tiempo, trató de entenderla. En su deseo de hacerla suya en todos los sentidos, había olvidado pensar en lo que ella sentía. De pronto, suspiró con resignación y asintió.—Está bien —respondió—. Pero... no te vayas. No quiero que esto acabe, no esta noche. Yo... no voy a presionarte, sino que respetaré tu espacio, y tus tiempos.Marfil sonrió y comenzó a depositar pequeños besos en su rostro, como si quisiera aliviar su decepción. Luego, con un destello travieso en los ojos, le besó el cuello, dejando un rastro de fuego en su piel.—¿En qué estábamos? —agregó con picardía.Lucas la miró, sorprendido por su repentino cambio de actitud, pero si ella quería dejar la conversación atrás, él no se quejaría. Sonrió y la tomó entre sus brazos, listo para continuar lo que había quedado pendiente.—A partir de ahora, no quiero escuchar otra cosa salir de tu boca que no sea mi nombre —indicó Marfil.Lucas no discutió. No habí
Marfil llegó a la casa prácticamente corriendo, sintiendo cómo su corazón latía desbocado dentro de su pecho. Cuando apenas cruzó el umbral, trató de regular su respiración y de calmar la tormenta interna que la había acompañado desde que dejó la playa. Se obligó a mantener la serenidad, pero el temblor sutil en sus manos delataba la tensión que la atravesaba.Al entrar en la cocina, se encontró con Richard. Él estaba de pie, recargado contra la encimera, con una taza de café humeante entre las manos. La miró con cierta curiosidad antes de esbozar una sonrisa tranquila. —Buenos días —dijo él con naturalidad. Marfil se obligó a responder con la mayor calma posible.—Buenos días… —murmuró, intentando parecer despreocupada—. Te despertaste temprano. Richard asintió, tomando un sorbo de su café antes de responder. —Después del almuerzo tenemos que empacar todo para volver a la ciudad. Quería estar despierto cuanto antes para asegurarme de que todo quede en orden.Marfil movió el r
Tras el almuerzo, Marfil y el resto del grupo empacaron sus cosas y emprendieron el regreso a la ciudad. A pesar de que el viaje había sido una oportunidad para desconectarse de la rutina, Marfil sentía una frustración latente. Nada había salido exactamente como lo había planeado. Sin embargo, en medio de su disgusto, conservaba un pequeño consuelo: el recuerdo de haber estado en aquel lugar especial con Lucas. Aunque las cosas entre ellos no terminaron como ella esperaba, de algún modo esa experiencia se sumaba a su colección de memorias.Por su parte, Lucas se mantuvo distante durante todo el trayecto de vuelta. La manera en que Marfil había cambiado tan bruscamente de actitud lo dejó desconcertado y dolido. La noche anterior había estado llena de pasión, pero aquella mañana, en cambio, la frialdad de Marfil le había golpeado como un balde de agua helada. No intentó acercarse a ella porque entendió que, al menos en ese momento, cualquier esfuerzo sería en vano. Marfil ni siquiera se