—No entiendo de qué me hablas —alegó Marfil.—¿Qué piensas de todo esto?—¿De qué?—De este viaje. De estar aquí con todos. ¿Acaso no te agrada?—Deja de suponer cosas —dijo evasivamente, sin querer darle más detalles.—Es por eso que te lo estoy preguntando directamente, para no sacar conclusiones por mi cuenta —aseveró.—Pues, sea lo que sea, no tengo por qué darte explicaciones —estiró el brazo para zafar de su agarre.—¿Porqué reaccionas con tanta hostilidad? Creí que estábamos en buenos términos.—Sí, pero soy la única que cumple con su palabra. Yo no volví a ofenderte, tal y como lo prometí. Pero tú, me fastidias cada vez que puedes y eso me irrita.—Oh, vamos. ¡Solo trato de bromear contigo! ¿Porqué te lo tomas todo tan personal?—Para hacer una broma, debes esperar a que la otra persona también quiera hacerlo, ¿no lo crees?Lucas rió suavemente. Esa risa que la exasperaba y, al mismo tiempo, la hacía sentirse atrapada.—Qué actitud tan mala, eres realmente desesperante.Ella n
Marfil se levantó abruptamente y, sin mirar atrás, se dirigió hacia la playa. Sentía el corazón acelerado y la mente sumida en una maraña de pensamientos confusos. Necesitaba aire, necesitaba alejarse de la chimenea, de la calidez del refugio y, sobre todo, de la presencia de Lucas. Mientras caminaba por la arena, descalza, con la brisa nocturna acariciando su piel, se permitió admitir algo que había intentado negar por tanto tiempo: su determinación estaba tambaleando. Creyó haber erradicado cualquier sentimiento que alguna vez tuvo por él, que había sepultado bajo el peso de su orgullo y su ambición cualquier vestigio de aquel amor. Y, sin embargo, después de esa conversación, después de tenerlo tan cerca, todo pareció resurgir de las cenizas.Se maldijo por dentro. No quería esto. No podía permitirse caer otra vez en una debilidad semejante. Ella tenía un propósito claro, y ese propósito llevaba el nombre de Richard. Richard era el hombre al que debía conquistar, el que encajaba en
La noche se había convertido en un refugio de sombras y murmullos, donde solo el sonido del mar rompía el silencio. La brisa salada envolvía sus cuerpos mientras permanecían acostados sobre la arena, abrazados, con las estrellas extendiéndose sobre ellos como testigos mudos de su encuentro.—Esto es tan... empalagoso —manifestó Marfil de repente, con una sonrisa perezosa.Lucas rió suavemente, sosteniéndola con más firmeza entre sus brazos.—¿No te gusta estar acostada así conmigo? ¿De noche en la playa, con el sonido del mar y contemplando las estrellas? —cuestionó.—No deberíamos estar así. No quiero arrepentirme mañana...—Es mejor arrepentirse de lo que haces, que de lo que no haces —replicó Lucas.—Eso solo lo dices porque deseas estar conmigo.—Claro, no lo niego —sonrió—. ¿Acaso tú no lo deseas?Marfil se quedó callada, tornándose pensativa. Tenía ganas de muchas cosas, de abrazarlo más, de aferrarse a él, e incluso, de que la tomara y la hiciera suya. No sabía si era el efecto
Lucas no podía negar que su respuesta lo decepcionaba, pero, al mismo tiempo, trató de entenderla. En su deseo de hacerla suya en todos los sentidos, había olvidado pensar en lo que ella sentía. De pronto, suspiró con resignación y asintió.—Está bien —respondió—. Pero... no te vayas. No quiero que esto acabe, no esta noche. Yo... no voy a presionarte, sino que respetaré tu espacio, y tus tiempos.Marfil sonrió y comenzó a depositar pequeños besos en su rostro, como si quisiera aliviar su decepción. Luego, con un destello travieso en los ojos, le besó el cuello, dejando un rastro de fuego en su piel.—¿En qué estábamos? —agregó con picardía.Lucas la miró, sorprendido por su repentino cambio de actitud, pero si ella quería dejar la conversación atrás, él no se quejaría. Sonrió y la tomó entre sus brazos, listo para continuar lo que había quedado pendiente.—A partir de ahora, no quiero escuchar otra cosa salir de tu boca que no sea mi nombre —indicó Marfil.Lucas no discutió. No habí
Marfil llegó a la casa prácticamente corriendo, sintiendo cómo su corazón latía desbocado dentro de su pecho. Cuando apenas cruzó el umbral, trató de regular su respiración y de calmar la tormenta interna que la había acompañado desde que dejó la playa. Se obligó a mantener la serenidad, pero el temblor sutil en sus manos delataba la tensión que la atravesaba.Al entrar en la cocina, se encontró con Richard. Él estaba de pie, recargado contra la encimera, con una taza de café humeante entre las manos. La miró con cierta curiosidad antes de esbozar una sonrisa tranquila. —Buenos días —dijo él con naturalidad. Marfil se obligó a responder con la mayor calma posible.—Buenos días… —murmuró, intentando parecer despreocupada—. Te despertaste temprano. Richard asintió, tomando un sorbo de su café antes de responder. —Después del almuerzo tenemos que empacar todo para volver a la ciudad. Quería estar despierto cuanto antes para asegurarme de que todo quede en orden.Marfil movió el r
Tras el almuerzo, Marfil y el resto del grupo empacaron sus cosas y emprendieron el regreso a la ciudad. A pesar de que el viaje había sido una oportunidad para desconectarse de la rutina, Marfil sentía una frustración latente. Nada había salido exactamente como lo había planeado. Sin embargo, en medio de su disgusto, conservaba un pequeño consuelo: el recuerdo de haber estado en aquel lugar especial con Lucas. Aunque las cosas entre ellos no terminaron como ella esperaba, de algún modo esa experiencia se sumaba a su colección de memorias.Por su parte, Lucas se mantuvo distante durante todo el trayecto de vuelta. La manera en que Marfil había cambiado tan bruscamente de actitud lo dejó desconcertado y dolido. La noche anterior había estado llena de pasión, pero aquella mañana, en cambio, la frialdad de Marfil le había golpeado como un balde de agua helada. No intentó acercarse a ella porque entendió que, al menos en ese momento, cualquier esfuerzo sería en vano. Marfil ni siquiera se
Marfil había observado con detenimiento la forma en que Abigail se desenvolvía en el grupo. A pesar de su energía contagiosa y su ánimo siempre efervescente, había algo en ella que la hacía parecer distante. No parecía tener un círculo cercano de amistades tal y como Richard se lo había comentado, y eso a Marfil le pareció el detalle perfecto para desarrollar su plan. Por eso, cuando se encontró a solas con Vanya, no dudó en plantar la semilla.—¿Sabes? He estado pensando en Abigail —dijo Marfil con una sonrisa casual, mientras jugueteaba con un mechón de su cabello—. Me da la impresión de que, a pesar de ser tan animada, no tiene muchas amigas de verdad. Creo que sería bueno que pasaras más tiempo con ella.Vanya arqueó una ceja, sorprendida por la sugerencia.—¿En serio? —preguntó con una sonrisa traviesa—. ¿No te vas a poner celosa si me hago muy amiga de ella?Marfil soltó una risa ligera, moviendo una mano en un ademán despreocupado.—¡Ay, no, claro que no! Eso es lo que todos ne
El auto de Richard se detuvo frente a la casa de Marfil a la hora acordada. Vanya había salido con Abigail, así que no había ningún problema de que Richard la buscara en la mansión. No quería que Vanya supiera que se estaba acercando al millonario, no aún.Las luces del atardecer teñían el cielo de tonos anaranjados y rosados, creando un ambiente casi irreal. Entonces, Marfil salió de la casa con un atuendo deportivo sencillo, pero que resaltaba su figura de una forma que Richard no esperaba notar. La tela se ajustaba a sus curvas con naturalidad y su cabello recogido en una coleta dejaba a la vista la delicada línea de su cuello.Richard se quedó mirándola mientras ella se acercaba, a lo que Marfil abrió la puerta del copiloto y se acomodó en el asiento. De pronto, el perfume sutil de Marfil impregnó el aire dentro del coche. Richard se aclaró la garganta y le dedicó una sonrisa mientras encendía el motor.—¿Lista para tu primera lección? —preguntó él, mirándola de reojo.—Lista —con