—Vine a ver cómo está Dante —explicó la anciana —. Después de todo, soy su nana, es normal estar aquí, Rocío. Las vacaciones en Tailandia no son para siempre —mientras tanto, Rocío bebió un sorbo de café, asintiendo, la cálida bebida calmaba cualquier ansiedad que pudiera sentir. —Ya lo sé, señora Lucrezia. ¿Y no piensa regresar otra vez? —preguntó Rocío con una pizca de curiosidad. La anciana negó, aunque de manera un tanto indecisa. —No lo sé, quizás sí, quizás no. Todo depende de cómo estén las cosas por aquí —respondió Lucrezia, dejando entrever que su decisión no estaba tomada. Rocío apretó los dientes ligeramente, sabiendo que la presencia de Lucrezia en la mansión podría alterar el delicado equilibrio que todos intentaban mantener. Lucrezia observó a su alrededor. La mansión, aunque familiar, parecía diferente. Tal vez el tiempo pasado en Tailandia había desdibujado su recuerdo de cómo eran las cosas, o quizá simplemente todo había cambiado en su ausencia. Allison, por otra
Por otra parte, Dante llegó a su oficina aquella mañana sabiendo que tenía que confrontar los fantasmas que él mismo había dejado crecer en la penumbra. Al ingresar, vio a Kerrie sentada sobre su escritorio, una visión que lo hizo suspirar y pensar en las decisiones que había tomado últimamente. —Señor Parker, bienvenido —saludó Kerrie con una voz que pretendía seducir, pero Dante permaneció inmóvil, consciente de la línea que estaba a punto de cruzar, traicionando la confianza de Allison. Desde que ella le había ofrecido una segunda oportunidad, él había prometido ser un hombre renovado, alguien digno de ese nuevo comienzo. Suspiró con el peso de su conciencia antes de hablar. —Señorita Durand, por favor váyase —pidió, su tono firme pero cargado de las emociones que lo acechaban. Para Kerrie, aquellas palabras fueron un balde de agua fría; enfadada, cruzó los brazos como escudo ante el rechazo. —¿Qué sucede, Señor Parker? ¿No soy lo suficientemente buena para complacerlo? —increpó
Mientras tanto, Ámbar se detuvo frente al club, una fachada oscura iluminada por luces de neón que parpadeaban de manera irregular. En su pecho, una mezcla de incertidumbre y urgencia latía con fuerza. Había llegado hasta allí siguiendo el rastro de su hermana menor, quien supuestamente había sido enviada a aquel tenebroso lugar. Con paso decidido, Ámbar entró en el club. El ambiente estaba cargado, una mezcla sofocante de música a todo volumen y conversaciones amortiguadas que la envolvieron al instante. A medida que avanzaba entre la multitud, sintió varias miradas se deslizaron sobre ella, evaluadoras y atrevidas. Sin embargo, su determinación era impenetrable, y esquivó a quienes intentaron acercarse, moviéndose con la elegancia de alguien que conoce su propio valor. Llegó a la barra y llamó al barman, un hombre de aspecto cansado que limpiaba un vaso con lentitud metódica. Le preguntó por Allison, describiéndola de manera casi automática, como si las palabras hubieran dejado de
—¡Basta, Dante, me estás lastimando! —suplicó Allison con voz entrecortada. Sus palabras parecieron devolverle un atisbo de cordura a Dante. La soltó de inmediato, dando un paso atrás, horrorizado por su propia reacción. Sin embargo, la realidad lo sacudía con fuerza; las mentiras que había intentado esconder debajo de capas de confidencias se desvanecían. —¿Dime quién te lo dijo? —insistió, aunque sabía en el fondo que eso era irrelevante. Allison, todavía tambaleante, lo miró con intensidad antes de hablar. —Tu camisa blanca, la que llevaste el día anterior… —su voz se quebró. Negó con la cabeza, dejando caer la sentencia que sellaría su decisión—. ¡No voy a seguir con esto! —negó vehementemente con la cabeza, temblando de emoción contenida—. No soy el juguete de nadie, Dante. Soy alguien con sentimientos, y tú, ¿qué has hecho desde que me conoces? —soltó finalmente, su voz cargada de dolor y desilusión. Dante cerró los ojos, agotado, y se tocó el entrecejo, intentando encontrar
Mientras tanto, en la empresa, Nathaniel estaba inquieto. Se dirigió directamente a la oficina de Dante, sólo para encontrarla vacía. No era común que Dante llegara tarde o se ausentara sin previo aviso. Con una sensación creciente de preocupación, Nathaniel decidió preguntarle a Merav, la asistente de Dante, pero ella tampoco sabía nada sobre el paradero de su jefe.Nathaniel sintió que algo andaba mal. Marcó al número de Dante varias veces, pero cada intento lo llevó al buzón de voz. Consternado, decidió llamar a la mansión Parker, esperando obtener respuestas. Para su sorpresa, quien atendió fue Rocío, que esperaba quizá la llamada de Allison. —Rocío, ¿está Dante en la mansión? —preguntó Nathaniel con urgencia —. No ha llegado y su teléfono parece estar apagado —Rocío frunció el ceño, visiblemente preocupada. Sabía que algo había ocurrido la noche anterior.—El Señor Parker no se encuentra. Anoche, Allison se fue de la mansión sin su permiso. El Señor Parker salió a buscarla, pero
Nathaniel se dirigió hacia la salida con un veloz paso, sabiendo que el tiempo era apremiante y que los ejecutivos no esperarían. Su encuentro con Dante había sido breve, pero determinante; ahora era momento de acelerar los preparativos para la nueva obra. Sin embargo, antes de partir, había algo más que debía atender. Levantó la mirada, buscando a Allison, pero no la encontró por ningún lado. El jardín era su siguiente opción. Pocas personas mostraban tanto amor por las plantas como Allison, y en efecto, allí estaba, sumida en el cuidado de las flores. Nathaniel se acercó en silencio, intentando no perturbar su concentración, y le tocó el hombro con suavidad. —Allison, ¿puedo hablar contigo? —preguntó con un tono cálido. Allison giró sobre sus talones, regalándole una sonrisa que iluminó su rostro. —Por supuesto —respondió, antes de tomar asiento junto a él en una antigua banca de madera desgastada por el tiempo. Nathaniel inhaló profundamente, reuniendo las palabras adecuadas en
Una llegaron a la boutique, el ambiente estaba impregnado de un lujo silencioso que parecía darle la bienvenida a cualquier visitante, pero especialmente a alguien tan imponente como Dante Parker. La asistente de tienda, una joven llamada Clara, se acercó a él con una mezcla de nervios y profesionalismo. Era evidente que la presencia de Dante alteraba la calma del lugar. —Sea bienvenido, Señor Parker —dijo Clara, esforzándose por mantener la voz firme mientras sus manos temblaban ligeramente. A su lado, Allison observó la escena con atención. Podía notar la tensión en Clara y tuvo que reprimir una sonrisa de simpatía. Dante, con su característica seriedad, dirigió su mirada hacia Clara. —Llama al Señor Laurent de inmediato —ordenó con tono firme. Sin perder tiempo, Clara se retiró para buscar a Laurent. Cuando este apareció, lo hizo con la elegancia de alguien acostumbrado al trato con clientes importantes. Sus movimientos eran seguros y calculados, y una sonrisa de bienvenida se d
—Solo quería darte una sorpresa, no quería arruinar nada diciéndote la verdad —confesó él, su sonrisa encantadora brillando bajo el sol. Para Allison, la situación era algo irreal. Jamás habría imaginado que Dante se esforzaría tanto por sorprenderla de esta manera, especialmente después de los altibajos que habían atravesado. —Muchas gracias, en verdad es una sorpresa impresionante —reconoció con sinceridad mientras comenzaban a degustar la comida. Después de la comida, impulsada por la curiosidad y un poco de adrenalina, Allison subió a la cubierta superior sin que Dante se diera cuenta. El viento del mar acariciaba su rostro, y el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, pintando el cielo de tonos naranjas y púrpuras. Sumida en sus pensamientos, no notó a Dante acercarse hasta que sintió su presencia detrás de ella. Él la tomó suavemente por la cintura, lo cual la hizo pegar un pequeño grito de sorpresa. —¡Por Dios, casi me dejas sorda! —bromeó él entre risas mientras se a