Lyra se habia quedado callada, Aegon la habia observado con notable preocupación. Dudaba que siquiera estuviera respirando… el mismo dudaba de estar haciendolo, en especial luego de escuchar aquellas palabras.
Todo habia sido orquestado, preparado de tal manera que su vida quedara a merced de la suerte y el destino. El príncipe dorado tuvo que hacer su mayor esfuerzo para contener la rabia que lo sobrepasaba, amenazándolo con hacerlo escupir injurias hacia esos anciano y el maldito bastardo de Samuel. Todo se estaba yendo a la mierda y no tenia nada que hacer para impedirlo.
¿O si?
—La sentencia ya fue dictada y será ejecutada el próximo sábado al atardecer—dijo con tono rigido el anciano, mirándola a Lyra con un asco y desprecio absoluto.
Una semana, le estaba dando solo una semana antes de que su vida le fuera arrebatada. Los dientes de A
Lyra estaba agotada, tanto que cuando subio a su habitacion luego de una magnifica ducha, su cuerpo apenas rozo la superficie de la cama y el sueño la reclamo. Damino fue por ella unos minutos mas tarde para asegurarse que se encontraba bien, pero ya le habían ganado.Aegon estaba allí, observándola con los brazos cruzados sobre su pecho y la mirada dorada fija, inamovible clavada en ella, mientras contaba sus respiraciones.—¿Cómo se encuentra?—susurro el príncipe cruel, mientras avanzaba un par de pasos hacia el interior del cuarto, llegando justo hasta su hermano, quien se encontraba reclinado contra una pared cercana.—Cansada—fue la única respuesta del príncipe dorado, mientras sus ojos se mantenían atentos en Lyra.Damino pudo decir con seguridad, por la tensión que se habia apoderado de las facciones de Aegon, que el príncipe dorado habia sido invadido por pensamientos… pensamientos que muy probablemente lo habían llevado a sopesar los hechos ocurridos aquel dia.—¿Quieres habl
Lyra estaba sentada en un amplio espacio verde, el sol penetraba a través de las copas de los arboles y lograba teñir un paisaje verdaderamente mágico. Casi irreal.Aquella era la primera vez en mucho tiempo que se sentía tan relajada y tranquila, incluso podría llegar a decirse que feliz.—¿Tienes hambre?—pregunto una voz de madianoche detrás de ella.La princesa giro la cabeza, allí se enontraba Aegon, con una sonrisa tirando de sus labios mientras la miraba directamente a los ojos, de manera genil y colmada de amor. No habia mentira ni disfraces intentando ocultar aquellos sentimientos tan puros, solo la pura verdad.El corazón de Lyra se acelero, mientras lo contemplaba.—¿Hambre?—susurro ella con cautela, deslizando su mirada hacia la canasta que el llevaba en su mano.—Si… tengo unos sándwich si gustas—comenzó a decir el, mientras abria la canasta y observaba lentamente en su interior—. Jack me ayudo a prepararlos… no aseguro el sabor que tengan.Aegon la observo con felicidad,
—Esto es una mala idea, Aegon—dijo ella con los labios apretados en una fina línea blanquecina.El príncipe dorado mantuvo su sonrisa en los labios, mientras le colocaba el casco sobre su cabeza y se aseguraba de que este quedara bien sujeto. Su mirada era de puro orgullo masculino, mientras la contemplaba completamente.—Claro que no, cariño… ¿Confias en mi?—ronroneo el con aquellos ojos dorados que parecian brillar con una luz especial.Lyra se sintió tentada a decir que no, que ciertamente no confiaba en el. Pero aquello habría sido mentira. La princesa confiaba en Aegon desde el primer momento en que lo vio.Ella supo perfectamente que el era alguien digno de su confianza, y hasta ese instante el no la habría defraudado.—Claro que confio en ti, Aegon… pero ¿No podemos practicar aquí?
El golpe que Aegon le profirió en la boca del estomago, hizo que Lyra perdiera el poco aire que se acumulaba en sus pulmones. Sin poder evitarlo, ella cayo de rodillas sobre la hierba, volviéndose un ovillo de si misma.—¡Mierda!—gruño el príncipe dorado con notable preocupación, mientras se lanzaba sobre ella.—Estoy bien—habia logrado decir ella con la voz afectada por la falta de oxigeno—, solo necesito un momento.Mentiras. Mas que un momento, ella necesitaba una eternidad.El golpe no habia sido fuerte ni doloroso, simplemente habia impactado en el lugar perfecto para robarle todo el aire en sus pulmones. Aegon le habia advertido sobre el movimiento y durante media hora habia explicado diferentes formas de defenderse, sin embargo, cuando el momento de la verdad llego, ella simplemente se quedo allí de pie, permitiendo que el hiciera
Rapidamente, la fina capa de tela que componía sus ropas, la única barrera que se interponía entre ellos, desaparecio. En cuestión de segundos ambos quedaron totalmente desnudos.Aegan la beso y acaricio con total paciencia, disfrutando cada centimetro de su piel y su cuerpo, deleitándose por su suave textura y el aroma que esta desprendia. El podría haber muerto allí mismo y habría estado mas que feliz, a fin de cuentas, creía estar en el mismísimo paraíso.Lyra lo abrazaba con fuerza, necesitando tenerlo mas cerca, deseosa de sentirlo dentro suyo. Pero el príncipe dorado estaba convencido de que ese momento, debia ser eterno, el quería prolongarlo lo máximo posible y hacerlo memorable para ella. Aegan deseaba darle un hermoso recuerdo de su primera vez.Sin embargo, la urgencia con que ella lo reclamaba y el frenesi de sus besos lo impulso a tomar las cosas con mayor velocidad.—No tenemos que hacerlo hoy, Lyra, podemos esperar a que todo pase—susurro el despegando ligeramente los
—¿Cuál es tu color favorito?—pregunto Aegon deteniendo finalmente la motocicleta frente a su casa.—¿A que viene esa pregunta?—respondio ella, alzando una ceja bien perfilada.Ambos descendieron mientras caminaban hacia el garaje, llevando con ellos la motocicleta. El rostro de Aegon se veía relajado y feliz, de un modo que jamás lo habia estado. Lyra suplicaba para que Damino no lo notara.Luego de hablar durante unas cuantas horas, ambos habían tomado la decisión de no contarle nada a Damino, al menos no aun. El se merecía algo mejor que un simple corazón roto, por lo que Lyra decidio revelarle su decisión luego del enfrentamiento.Aunque la verdad era que no deseaba que Damino sufriera dos veces por su causa. Si bien, para ella ya era demasiado tener que mentirle a ambos, aquello le parecía lo mas correcto. En especial para e
Lyra escucho con suma atención cada una de sus palabras, sintiendo como su corazón se detenia y el aliento le era arrebatado. —Tu… ¿Ya lo sabes?—susurro ella con cierto temor. —¿Se supone que no debería notarlo?—pregunto el con el ceño ligeramente fruncido—. Solo hay dos motivos para que Aegan este como esta… o me mori, o tu lo escogiste a el. Lyra trago duro, mientras lo observaba con detenimiento. No parecía enojado como para hacerle daño o matar a alguien, en realidad, su mirada oscura parecía mas triste que cualquier otra cosa. >—Y como creo seguir vivo, la única opción es que tu lo escogieras a el. —Lo lamento, Damino, no era mi intención lastimarte—dijo ella con cierto temor. —No importa si eran o no tus intenciones, Lyra, se que son las intenciones de Aegan. El solo existe para arruinar mi existencia—respondio el liberando un profundo suspiro, mientras colocaba su barbilla sobre uno de sus puños. De cierta manera, las palabras del príncipe oscuro le resultaron increíblem
Tres horas antes:Damino estaba relajado, sopesando con cautela que iba a hacer, en que podía ayudar a Lyra. El habia arruinado todo, absolutamente todo, pero no se arrepentía de la decisión que habia tomado en ese momento.Si tenia que volver a anteponer la vida de Lyra por encima de la de Aegon, lo haría sin pensarlo dos veces.Pero ahora ella lo odiaba, lo detestaba. Su sola presencia lograba arrebatarle la sonrisa de los labios. No era justo.Aun asi, Damino no sentía pensa de si mismo, el encontraría el modo, la forma de conquistarla otra vez. De volver a ganar su corazón.El príncipe cruel estaba sumido en sus propios pensamientos, cuando un sonido peculiar lo arranco de aquella ensoñación. Un par de segundos después, un aroma que conocía a la perfeccion lo abordo. Fue entonces cuando el supo que no estaba solo.—¿Qué haces aquí, Diana?—escupio el con tono aspero y seco, mientras volvía su rostro hacia la entrada trasera.Alli, de pie con una sonrisa poco amistosa estaba Diana,