Capítulo 3:

Lyra:

Lyra habia hecho su mejor esfuerzo intentando mantener la calma, sosteniendo con fuerza los pequeños clavos que ocultaba en sus manos. El conductor no tenia ni la menor idea de lo que iba a ocurrir, de lo que le iba a pasar.

Ella se habia excusado minutos atrás pidiendo permiso para bajar la ventanilla del auto, estando en el asiento trasero le resulto mas fácil fingir su malestar. Ella culpo de forma descarada a la desafortunada situación, lo cual solo sirvió para que el conductor se apiadara de su situación y le permitiera aquella petición. Aquello solo sirvió para que Lyra sintiera nauseas por engañar a la única persona que la trataba con respeto y amabilidad… pero ¿Qué otra cosa iba a hacer? Necesitaba escapar de inmediato y aquella era la única salida posible que veía.

Al cabo de algunos minutos, Lyra saco un brazo por la ventana, fingiendo disfrutar del aire frio que besaba su cuerpo. Cuando el conductor dejo de prestarle atención a su comportamiento, ella hizo lo que tenia que hacer.

Haciendo uso de todas sus fuerzas, Lyra arrojo los pequeños metales por delante del camino, a la altuna perfecta en la que sabia, la camioneta colisionaría contra estos. Y asi fue.

Se escucho una explosión sonora, y el conductor perdió el control de la camioneta durante algunos instantes en los que decidio detenerla por completo. Solo fue necesario que el bajara y le diera una mirada a la situación para llegar a una conclusión:

—Baja de la camioneta, niña—dijo el pasando una mano por su cabeza calba—. Pinchamos y debere cambiarla lo antes posible… tengo indicaciones de llevarte a la casa de los alfa antes del amanecer.

El hombre dio una ultima mirada al neumatico antes de fruncir el ceño:

>—Sera que me ponga a trabajar de inmediato. ¿Tu puedes quedarte aquí junto?

Las palabras, aquellas simples palabras totalmente ordinarias para cualquier otra persona, para Lyra eran un sueño hecho realidad. Eso era libertad, para ella y su vida… libertad para sus sueños y anhelos. Lo iba a conseguir, ella conseguiría todo.

Luchando con el temblor y la anciedad que sacudia todo su cuerpo, Lyra habia salido de la camioneta, parándose junto a esta durante algunos minutos. Esperando el momento perfecto que el el conductor se distrajera, en que el la perdiera de vista.

Y como todo aquel que espera lo consigue, Lyra obtuvo la oportunidad perfecta para escapar y sin dudarlo la tomo.

Lyra se escabullo entre los pinos del bosque, corriendo a gran velocidad, sintiendo como el aire fresco invadia sus pulmones llenándola de energía, la suficiente para lograr poner la mayor distancia posible entre ella y el conductor. Entre ella y su destino.

Pero el destino ya habia comenzado una carrera hacia ella, y se aproximaba a gran velocidad. Sin embargo ella no lo supo. De haber podido dominar su lado licántropo, su sentido del olfato mas desarrollado le habría advertido que Aegan estaba allí también, corriendo justo hacia ella.

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Aegan:

Hacia mucho tiempo que el no se sentía asi, tan vivo, tan fresco desenfrenado y extasiado. Una euforia plena recorria su cuerpo completamente, guiando con firmeza cada uno de sus movimientos, como si estuviera sumido en el mas maravilloso de los sueños. Pero no era un sueño, no sin dudas no lo era.

Conforme el sentía que se aproximaba mas y mas a su presa, el deseo iba en aumento, asi como también el frenesi incontrolable de su lobo interior. Este le rogaba salir, mostrarse al mundo y tomar aquella caseria como suya, pero Aegon era muy inteligente y comprendía perfectamente aquel estado. Si el asumia su forma licantropa en ese preciso instante, sin lugar a dudas no podría controlarse a si mismo ni al lobo, el daría rienda suelta a una masacre. A un oscuro y visceral festin de sangre, garras y dolor.

En un punto de su existencia aquello lo habría deleitado y fasinado, y sin lugar a dudas habría sedido a esos impulsos naturales sin siquiera pensarcelo. Pero ahora las cosas eran diferentes, el era diferentes. Una parte dentro suyo le advertia que tenia que actuar de otro modo. Algo importante estaba por ocurrir.

Cesgado por aquel pensamiento, Aegan no tardo demasiado en acortar la distancia que lo separaba de ella, sin embargo no pudo imaginar jamás aquello, ni en su mas maravilloso sueño.

Ella lo escucho llegar cuando estaba a poco mas de cicno metros de distancia. Se habia dado vuelta hacia el en medio del bosque, con la luz de la luna iluminándola totalmente como si se tratara de la elegida. Aegan se detuvo allí mismo, contemplándola sin habla. Era preciosa, y no de un modo físico. Habia algo en ella, algo en su manera de mirar que se lo dijo.

—¿Quién eres?—dijo ella, adoptando una posición defensiva, como si ella fuera capaz de defenderse de el.

Aegan ahogo la risa que escalaba por su garganta, mientras contemplaba la dura mirada que ella le dedicaba. Una clara sentencia de que moriría si se atrevia a avanzar un paso mas en su dirección. Durante algunos instantes el deseo de provarla, de ver de que seria capaz lo invadio, se apodero totalmente de el.

Pero fue la mirada de ella, aquellos ojos verdes como esmeraldas que parecian brillar con mayor intensidad en plena oscuridad. Sin lugar a dudas no habia nada humano en ella, y eso le encanto.

Aegan no se atrevio adecirlo o tan siquiera pensarlo dos veces. Pero al menos una vez, el pensamiento paso por su cabeza: Era ella.

La luna se la habia enviado por algo, por algún condenado motivo la luna acababa de cruzarla en su camino. Pero ahora el no podía pensar en eso, Aegan tenia que concentrarse.

—Soy el príncipe dorado—dijo el, haciendo alusión a un absurdo apodo que se habia ganado en uno de sus viajes.

—¿Principe?—pregunto ella frunciendo ligeramente el ceño, mientras mantenía con firmeza sus defensas elevadas, bien dispuesta a defenderse o atacar si era necesario—. ¿Principe de que?

Por un segundo, por un maldito segundo, el estuvo a punto de escupir el maldito nombre de su clan, de su tribu, de la manada en la que su padre habia reinado durante cuatro largas décadas. Pero se arrepintió al instante. Ella no necesitaba saber quien era el, no realmente, menos aun sabiendo todos los horrores por los que era conocida su gente. La palabra cruel parecía vana y bulgar en comparación con las vilesas de las que se los acusaban. Pero Aegan sabia que eso no era verdad, al fin y al cabo, la historia tiene mas de una forma de escribirse y ser contada.

—Principe del bosque—ronroneo el, mientras se aproximaba a un arbusto cercano y arrancaba un par de ramas para formar una especie de diadema que coloco en su cabeza—¿Acaso no ves mi corona?

Aegan se sintió completamente estupido haciendo aquello, pero un par de latidos de corazón mas tarde, cuando la extraña se rio y el pudo notar aquella sonrisa, comprendio que estaba jodido. El iba a hacer cualquier m*****a cosa que estuviera en su poder para ver esa risa otra vez.

>—¿Y cual es tu nombre?—dijo el arrastrando las palabras, deseoso de saber el nombre de aquella magnifica criatura. Sin embargo, la duda se apodero de las facciones de ella.

En ese preciso instante, Aegan comprendio lo que estaba ocurriendo, ella estaba escapando y no le diría su nombre, al menos no el real. El miedo y la necesidad de protegerla se apoderaron de el, mientras pensaba en posibles excusas para convencerla de que lo acompañara.

—No tengo nombre—respondio finalmente ella. Aegan suspiro con cierto alivio, al comprender que ella no le diría su verdadero nombre, pero tampoco tenia pensado engañarlo al respecto.

Aegan deslizo las manos en sus bolsillos, intentando aparentar tranquilidad y calma, mientras sentía como su corazón rebozaba de desesperación. Necesitaba retrasar aquel momento mientras pensaba en algo, en alguna opción.

—¿Es difícil pensar un nombre cuando acabas de escapar?—solto finalmente el con aparente tranquilidad, mientras sentía  su corazón latiendo con la misma violencia que mil truenos—. Te recomiendo tener un nombre en mente, para evitar estos momentos… por lo general las personas no suelen demorar tanto en recordar sus nombres.

—Lo dice el rey del bosque—se burlo ella con una lengua de plata.

El sonrio, feliz, satisfecho de saber que aparte de belleza aquella mujer tenia cerebro, astucia y agallas. Sin lugar a dudas era una combinación perfectamente infernal.

—Principe… para ser rey tendría que tener una reina, y aun no consigno una—ronroneo el con una voz de medianoche, mientras dejaba que su mirada dorada serpenteara por el cuerpo de ella.

Las mejillas de la extraña se tiñeron de rosa y luego de rojo, pero no fue por vergüenza, sino ante el enojo por la mirada que el le acababa de obsequiar.

Fue entonces cuando Aegan lo decidio, esa mujer tenia que ser su reina, su loba, su compañera. No podía ser otra, era ella sin lugar a dudas, su corazón se lo decía. Pero no podía haber llegado a su vida en un peor momento.

Al dia siguiente, el iría a su manada y teñiría la tierra de rojo con la sangre de su hermano y cualquier aliado que el tuviera. Reclamaria la corona para si mismo sin importarle las consecuencias, pero sin lugar a dudas, el no deseaba que ella presenciara la situación. Si en ese momento le despreciaba, si veía el baño de sangre su imagen de el quedaría arruinada para siempre.

Ahora la conocía, conocía su rostro y su voz. Ahora el podía encontrarla, ya tenia su aroma.

Necesitaba que ella estuviera a salvo, protegida, y de cierta manera, entendia que el hombre de la camioneta estaba allí para protegerla. Entonces tomo la decisión, la iba a asustar.

>—Te propongo una cosa, cariño… contare hasta diez y te dare el tiempo suficiente para que escapes de mi—comenzó a decir el con una sonrisa que poco a poco se iba tornando cruel.

>—Cuando llegue a cero me abre transformado por completo y te cazare… cuando te tenga en mi poder habrá dos opciones.

>—Te hare mia… o destrozare cada trozo de tu cuerpo con mis dientes.

La expresión en el rostro de la extraña cambio, volviéndose palida. A el le dolio aquello, mas de lo que se atrevería a admitir, pero era lo mejor para ella, la única manera de asegurarse de que estaría a salvo hasta que finalmente pudiera ir por ella. Porque el volvería a buscarla y le explicaría todo, dejaría de lado las mascaras y por primera vez en su vida seria honesto y autentico con alguien.

Pero no esa noche. Por una única vez, el la engañaría.

>—Uno—comenzó a contar, mientras su mirada se volvía mas brillante y sus caninos se alargaban.

Sin pensarlo dos veces, ella se dio le media vuelta y comenzó a correr, rumbo a la camioneta, puesto que esa era la única opción que Aegan le habia dejado para escapar.

Le dolio demasiado verla alejarse, pero sabia que la volvería a ver.

Lo que el príncipe dorado no sabia, era que seria al dia siguiente, en la boda de su hermano.

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