Las piernas de Gianna flaquearon, una repentina debilidad la embargó. Ambos hombres aparecieron a su lado —es decir, corrieron, pero fue tan rápido que ella sólo los vio aparecer—.Darragh la sostuvo por la cintura. William sólo se mantuvo a su lado con las manos cerca de su brazo, pero sin tocarla. —¿Estás bien? —preguntó Darragh.Gianna asintió, mas no podía hablar. La sangre recorría su cuerpo, podía sentir el líquido diluyéndose en las venas. La debilidad se marchó. Su cuerpo comenzó a adaptarse y todo malestar se fue, incluso la irritación en la garganta. Era raro que los licántropos enfermaran, sus cuerpos se defendían bien, pero el estrés y el cansancio los afectaba tanto como a los humanos. —Sí, estoy bien… Tal vez las inyecciones cambiaron algo, no lo sé, nunca me había pasado con la sangre eterna —musitó Gianna.William y Darragh intercambiaron una mirada, era una posibilidad. Las investigaciones continuaban, pero el lobo y el vampiro sospechaban que las inyecciones podrí
Gianna sujetó contra su pecho la bolsita de regalo que contenía la ropita para el hijo de Kilian mientras iba en el asiento del copiloto en la camioneta de Darragh.Apenas la noche anterior fueron avisados sobre su inminente «nacimiento», pues según las investigaciones, su estado era óptimo para abandonar la cápsula en la que creció.A primera hora de la mañana, Gianna y Darragh salieron de compras de emergencia para el pequeño. El lobo tuvo que mover sus influencias para conseguir un establecimiento abierto a esa hora, pero lo logró. Gianna eligió la ropa para un pequeño varoncito y procuró que tuviera dibujos de lobo. Gianna se sentía triste por el pequeño que había pasado todo el proceso en una fría cápsula como un experimento, sin escuchar el latido del corazón de su madre y tampoco su voz. Ya sabían que el óvulo no provino de Cornelia, pero tampoco sabían su origen. Era un completo misterio quién era la madre biológica de ese pequeño.Darragh tomó la mano de su Luna y besó sus n
—¿Por qué nos ocultaste algo como esto? —exigió Darragh cuando irrumpieron de nuevo en la habitación donde estaba el bebé.Nerea los mandó a callar con un suave siseo mientras arrullaba a Finnian.—La leche, por favor —pidió Nerea a su esposo.Leonard puso los ojos en blanco. Ni cuando se convirtió en padre tuvo que preparar biberones; sin embargo, en ese momento lo hizo mientras sus hijos continuaron preguntando mil cosas al mismo tiempo en murmullos:—¿Desde cuándo tienen el vínculo?—¿Cómo empezó?—¿Y así me juzgabas? ¡Ni nos habías contado algo tan importante!—¿Qué tan fuerte es?—¡Responde, padre!Leonard suspiró hondo, giró y repasó a sus tres hijos con la mirada. Darragh continuaba siendo el más imponente por su estatura, desde pequeño fue así, pero sus dos hermanos no se quedaban atrás. Harry se mantuvo rezagado cerca de la puerta por si le pedían marcharse. Gianna se unió a él sin comprender mucho de lo que estaba pasando, ¿Leonard tenía un vínculo? ¿Con quién? ¿Con Nerea?
—¿Un viaje? —preguntó Beth mientras terminaba de guardar sus pertenencias en el bolso deportivo—. ¿Ahora?Gianna suspiró y asintió.—Ya sé, pero Darragh…Beth también soltó un largo suspiro:—Qué complicado…Ésta se recargó en el escritorio al lado de Gianna. La pelirroja ya poseía una oficina en el gimnasio, aunque nunca estaba ahí, sino entrenando en alguno de los salones múltiples. Esa noche el entrenamiento de Beth acababa de terminar. Ya pasaban de las ocho y sólo aguardaban a que Darragh pasara por ellas. La rubia había pedido a su amiga evitar a Harry, todavía se sentía confundida para enfrentarlo, así que el futuro alfa pasaba por el par de chicas para que no anduvieran solas por la noche.—¿Quieres ir? —inquirió Gia.—¿A dónde?—Al viaje, claro.Beth soltó un respingo.—¿En serio?—Sí, claro… Será algo como nuestras despedidas de solteros —sonrió Gianna—. Sin strippers y esas cosas, claro, creo que Darragh asesinaría al pobre que intentara bailarme.Elizabeth rió; era una i
William encontró guardada la dirección de Beth en el GPS de la camioneta. Ella odió con todas sus fuerzas la tecnología mientras se debatía entre saltar del vehículo o aguardar por lo que tuviera que decir el vampiro.—¿Y bien? —preguntó éste—. ¿No vas a deleitarme con el sonido de tu voz?Beth inhaló hondo y se armó de valor:—Cuando escuchas mis pensamientos, ¿lo haces con el tono de mi voz?—Sí.—Bien, entonces ya escuchaste mi voz, ¿no?Él rió de forma escalofriante. Beth se aferró a la puerta de la camioneta, estaba lista para saltar.—Tenemos que hablar, Elizabeth.—¿De qué?—De lo que crees saber. —¿Y qué creo saber? —inquirió ella en un intento vago por sonar fuerte, pero su voz temblaba un poco—. No sé de qué me hablas.William aceleró y apretó el volante.—Estás equivocada, Elizabeth —siseó William—. Nunca me enfrentaría a Darragh.—No hay razones… —musitó ella—, ¿o sí?El vampiro volvió a mirarla a través del espejo retrovisor y respondió:—No, no las hay, Beth.—Entiendo
Aleksi aguardó por la respuesta bajo el manto de la noche, con la luz tenue de una solitaria lámpara pública como única testigo. Sus ojos no se apartaban de Beth, quien permanecía inmóvil, luchando contra el tumulto en su pecho; sabía que el lobo podía escuchar su acelerado corazón, lo que la llenaba de vergüenza.—Yo… —empezó, pero las siguientes palabras jamás llegaron.Aleksi respiró hondo, el aire frío llenando sus pulmones. La manera en que Beth evitaba mirarlo le dio la respuesta que tanto temía: aquella que nunca llegaría.—Debo irme —dijo él rompiendo el silencio cargado de tensión—. Probablemente Darragh querrá saber por qué su camioneta va camino a la chatarra.—Aleksi…Él retrocedió un paso y señaló la imponente mansión que se alzaba detrás de ella.—Entra, por favor. Me sentiré más tranquilo si te veo dentro.Beth asintió con rigidez. Sujetó con fuerza el tirante de su mochila, como si este pudiera darle el coraje que tanto necesitaba, y se encaminó hacia la entrada de su
—Eres hermosa, Elizabeth —confesó Aleksi con una voz seria y solemne—. Eres la mujer y la loba más hermosa que he visto en mi vida.Y mientras lo decía, supo que jamás había sido tan honesto como en ese momento. Aleksi encontraba a Beth preciosa en todos los sentidos. Su belleza física era evidente, pero lo que lo cautivaba era su alma: esa mezcla de fortaleza y vulnerabilidad que lo hacía querer protegerla a toda costa. Sin embargo, ¿cómo podía hacer que ella entendiera eso?El corazón de Beth dio un vuelco. ¿Cómo era posible que Aleksi pensara eso de ella? Una parte de su ser quería creerle sin dudar, al punto de que una tímida sonrisa se dibujó en sus labios. Pero otra parte —la que había aprendido a desconfiar, la que aún cargaba las cicatrices del pasado— se negó a aceptar sus palabras como reales.Los ecos de las humillaciones de Oliver resonaron en su mente. Recordó las risas ahogadas de la manada cuando hacían comentarios crueles sobre su sobrepeso, las miradas de condescenden
El vínculo entre mates era increíblemente beneficioso para el combate, pero también para las cosas cotidianas. Por ejemplo, saber con exactitud cuál era el vestido del que Gianna se había enamorado en una tienda en Times Square, pero que no compró porque lo consideraba un lujo innecesario.Gianna había pensado en esa prenda durante días, lo que significaba que Darragh también. Aunque ella solo lo mencionó en voz alta una vez, el recuerdo del vestido persistía en su mente.Darragh lo conocía a la perfección: la caída de la tela, la textura delicada y el color exacto. Todo lo había visto a través de los pensamientos de Gianna, quien a veces se quedaba lavando platos más tiempo del necesario, perdida en ese deseo reprimido.Para el lobo, la situación era un poco graciosa. Gianna podía comprar el vestido sin problemas; tenía una extensión de su tarjeta de crédito y él jamás le cuestionaba sus gastos. Pero, para ser justos, Gianna siempre era muy precavida con sus compras y rara vez elegía