William respiró hondo antes de explicarle a Gianna cómo podría acceder a los recuerdos de su pasado:—Existen dos formas. En una, terminaré decapitado; en la otra, quizá solo sin un brazo. Y aunque quedarse sin un brazo parezca insignificante, la verdad es que tardan mucho tiempo en volver a crecer.Gianna frunció el entrecejo, ladeó la cabeza con una expresión incrédula y dijo:—No estoy entendiendo...William resumió con un gesto de resignación:—Tu mate se enfurecerá en cualquiera de las dos formas, pero en una más que en la otra.—Tienes que ser más específico.El vampiro suspiró, esforzándose por mantener la calma. Su mente bullía de nerviosismo, aunque su cuerpo no lo mostraba: dejó de parpadear y de respirar, eliminando cualquier indicio de humanidad. No quería que la loba percibiera su ansiedad, sobre todo porque sabía que estaba irremediablemente enamorada de otro.«Qué idiota eres, William. Miles de años, y te encuentras en esta situación», se recriminó en silencio. Finalmen
—¡¿Qué demonios pasa?! —rugió William.Su voz resonó como un trueno en la habitación.Beth dio un brinco del susto, congelándose al cruzar la mirada con los ojos carmesí del vampiro y su rostro inhumano. La bandeja de comida estaba abollada y tirada en el suelo, ¿en serio acababa de golpear a William con ella?Y como si eso no fuera suficiente para el vampiro, ahora había gelatina esparcida sobre la camisa que claramente pertenecía al siglo XVIII, ¡no era un simple disfraz!Kilian, que estaba a un lado sosteniendo el portabebés con Finnian pataleando felizmente, tuvo que cubrirse la boca para reprimir la carcajada. Ver al vampiro desplomado fuera de la cama había sido demasiado.—Que conste en acta que intenté detenerla —dijo Kilian, alzando una ceja mientras Beth intentaba esconderse, casi pegándose a su espalda—, pero admito que fue… una escena peculiar.Los rasgos inhumanos de William comenzaron a desvanecerse, y poco a poco recuperó su apariencia habitual bajo la mirada atenta de
Darragh había aprendido que alegrar a su Luna no era tarea sencilla. Con cualquier otra mujer bastarían rosas, joyas o ropa para arrancar una sonrisa, pero con Gianna, esas superficialidades no tenían peso alguno. La única forma de enmendar sus errores era un proceso lento, uno en el que ella tendría que decidir perdonarlo. Aun así, el lobo sabía que los acontecimientos recientes jugaban a su favor, empujándolos en la misma dirección.Esa mañana, William le había confesado que había estado dentro de la mente de Gianna. Por supuesto, la primera reacción de Darragh fue querer arrancarle la cabeza, pero tuvo la suficiente contención para escuchar toda la historia antes de deshacerse de su aliado. Fue así como descubrió la existencia del muro que bloqueaba los recuerdos de su Luna.El vampiro le explicó que el lobo podría localizarlo, siempre y cuando se concentrara de la forma correcta. Darragh siguió las instrucciones al pie de la letra, pero no como William lo había sugerido. En su lu
Gianna bajó de la camioneta, pero sus rodillas flaquearon al enfrentarse a la escena. Aquella casa, que ya le había parecido en pésimas condiciones la primera vez que la vio, ahora era poco más que un esqueleto consumido por las llamas. Las paredes ennegrecidas se alzaban de forma precaria, y el interior no era más que un mar de cenizas.El aire estaba impregnado de un aroma inconfundible: muerte. Se extendía por el césped quemado, trepaba por los árboles circundantes y se aferraba a la piel como una sombra persistente.—Sucedió hace dos lunas —informó Harry. Había liderado a los exploradores que encontraron la casa en ese estado—. La oráculo está en la parte trasera.Darragh colocó una mano firme sobre el hombro de Gianna, un gesto breve pero reconfortante, antes de avanzar en compañía de Aleksi y Kilian.Gianna permaneció donde estaba, incapaz de moverse. La última vez que había estado allí, hacía apenas unos meses, no podía imaginar cuánto cambiaría su vida desde entonces, ni todo
Gianna apretó con fuerza la muñeca de la oráculo en un intento desesperado por liberarse, pero su esfuerzo fue inútil. El agarre era como una barra de acero que no cedía ni un milímetro.Con horror, notó cómo el cuello de la mujer se alargaba de forma antinatural hasta que su rostro quedó a centímetros del suyo. La proximidad era aterradora, y por un instante, Gianna dejó de estar segura de qué tenía frente a ella.¿Era realmente una oráculo? ¿O algo completamente distinto?El agarre disminuyó lo suficiente para que pudiera respirar, y Gianna tosió con fuerza, su pecho quemando con cada bocanada de aire que lograba tomar. Sin embargo, la mano de la oráculo seguía aferrada a su cuello, como si pudiera volver a apretar en cualquier momento.—Ellos vienen con muerte por ustedes, por ti, por él —siseó el ser con una voz que parecía venir de todos lados a la vez.—¿Darragh? —preguntó Gianna con dificultad, intentando encontrar claridad en medio de su confusión.De repente, la oráculo la so
Gianna había escuchado innumerables historias sobre la mansión de piedra de los Ashbourne. Todos en la manada conocían su existencia, pero jamás había visto una foto ni tenido una descripción que hiciera justicia al lugar. Ahora, frente a ella, se sentía completamente anonadada.Al bajar de la camioneta nueva de Darragh —una imponente Rolls-Royce en color negro que relucía bajo la luz del sol—, no pudo evitar quedar boquiabierta. Su mirada ascendió por las altas paredes de piedra y recorrió cada detalle de las torres, los ventanales y las molduras.A veces le costaba asimilar la riqueza de la familia de Darragh. Eran generaciones de herencias, trabajo y poder acumulados. Sin embargo, su mate siempre había sido bastante sencillo… salvo, claro, cuando decidía comprarse algo como un Rolls-Royce.La propiedad era enorme, y no se limitaba a la imponente mansión. Un extenso bosque la rodeaba, y entre los árboles se asomaban otras casas más pequeñas, como refugios escondidos. Gianna las habí
Gianna no quería ir a esa fiesta, detestaba la simple idea de ver a los lobos de aquella manada que tanto daño le causaron desde que era una niña, pero, sobretodo, no deseaba ver a Darragh Ashbourne por nada del mundo.Que la Diosa Luna la protegiera de ver esos ojos plateados que parecían atravesarte el alma. La joven loba había logrado labrarse un humilde camino lejos de la manada de «La luna susurrante», la más antigua y poderosa del mundo, y no pensaba arrojarlo por la borda. Era como si ellos se hubieran olvidado de su existencia y no quería que eso cambiara. Gianna era feliz con su modesto trabajo en la cafetería que estaba debajo de su humilde departamento en Queens, Nueva York, ¿por qué arriesgar todo eso?Los recuerdos de aquellos tormentos continuaban adheridos en su memoria, así como en su piel; todavía poseía cicatrices de aquellas injusticias por las que tuvo que atravesar.«Darragh Ashbourne», pensó y su corazón se aceleró, pero no por la emoción, sino por la incertidum
Beth extendió los brazos para saludar a una de las chicas de la fiesta; esta chica respondió con efusividad a la rubia, pero dirigió una mirada despectiva a Gianna.—¿Qué hace «esa» aquí? —susurró la chica a Beth.—Darragh la invitó —contestó Beth con autosuficiencia.La mujer soltó un respingo y repasó con la mirada a Gianna, ¿cómo era posible que esa insignificante consiguiera una invitación personal del futuro líder de la manada?Gianna fingió no escuchar, estaba acostumbrada a los comentarios despectivos y que cuando se encontraba con la manada debía bajar la cabeza y aceptarlo; era su sitio. Si se atrevía a responderle podría terminar mal, muy mal; ya le había sucedido. Gia sabía pelear, pero ella sola contra diez o más lobos sería una masacre de la que no saldría viva.—Me asombra su buen corazón —agregó la joven—. Siempre pensando en los más necesitados.Gia escondió su sonrisa sarcástica con una copa de champagne. Darragh era un hijo de puta, ella lo sabía; Gia sabía muchas co