Al no tener un plan de vuelo, el piloto siguió la ruta de regreso que tenía marcada, dirigiéndose a Bar Harbor. En el camino, Aaron se comunicó con Freddy y en tiempo record organizaron un aterrizaje en una pista ubicada cerca de la ciudad de Harrington.Maddox estaba seminconsciente, víctima del poderoso veneno que le habían suministrado. Entre Aaron y Owen lograron ponerle los pantalones y ahora dormitaba recostado sobre el vientre de Alana.Ella no hacía otra cosa que mirarlo como si él fuese un ser fantástico, acariciaba sus cabellos y su rostro buscando memorizar cada una de sus facciones. Él en ocasiones abría los ojos para verla. No solo lo tenía embriagado la droga que corría por su sangre, sino el toque de aquella loba.Ambos estaban tan absortos en su cercanía que ninguno se percató que a poca distancia otro macho alfa los vigilaba. Aaron intentaba controlar su mal humor ocupándose de mantener comunicación con su manada, aunque no podía evitar dar ojeadas furiosas y cargadas
Evan Grohl miró con el ceño fruncido la avioneta que volaba por los aires. Era imposible que la segunda avanzada de los mercenarios haya huido de la isla sin confirmar lo sucedido con sus compañeros.Esos debían ser los fugitivos que buscaba.—Señor, tenemos la fuerte sospecha de que Gury está entre las llamas —le indicó un policía con rostro aterrado—. No lo encontramos por ningún lado, pero vemos a una persona algo obesa quemándose entre los restos de la casa.—Los fugitivos debieron asesinarlo y lanzarlo a las llamas —dijo con la furia tallada en el rostro.Repasó los alrededores detallando la cabaña en llamas, así como los corrales de animales. Los mercenarios se ocuparon de quemarlo todo como habían acordado.Solo la camioneta de los O’Hara se encontraba en buen estado y la patrulla policial que le correspondía a Gury. La familia debió encontrarse adentro, incluyendo a Owen, Neris y Logan, quienes de seguro estuvieron escondidos, así como los turistas Maddox Prescott y Aaron Mill
El viaje a Portland fue silencioso y tenso. Todos se miraban entre sí con recelo. Los lobos porque aún no tenían la información que aclarara muchas de sus dudas y quien podía dárselas se encontraba seminconsciente.Y los humanos porque entendían que estaban rodeados de fieras salvajes. No sabían qué podían decir o hacer para no despertar la furia de los hombres lobos y quien podía asesorarlos se encontraba seminconsciente. Lo mejor era mantenerse callado.Alana viajó con Maddox en un auto, junto a Eric y William. Estaba sentada atrás con el lobo recostado en sus piernas, luchando por no quedar por completo desmayado.Lo calmaba acariciándole los cabellos y el rostro, y mirándolo en ocasiones con adoración. Aunque también mantenía su vigilancia en Eric, que no dejaba de observarla por el retrovisor mientras atendía la carretera.Él era capaz de traducir los gestos y las reacciones de ella, creyendo descubrir lo que estaba sucediendo entre su hermano y esa misteriosa loba, pero prefirió
Alana fue escoltada por el lobo al otro extremo de la casa, donde se hallaban las habitaciones.El área contaba con su propia sala de estar, que poseía televisores inmensos que ella pensó no existían, y hasta tenía una cocina propia con terraza, ideal para comer en verano.Siguió con el olfato los aromas hasta dar con el de su padre y su hermano Keenan, quienes habían sido ubicados en una misma habitación con camas separadas.Al entrar, encontró a su hermano saltando sobre el mullido colchón cantando sus temas preferidos, mientras su padre guardaba algunas pertenencias en el inmenso clóset.—¿Por qué no lo sacas todo? —quiso saber ella.—¿Nos quedaremos mucho tiempo aquí? —consultó el hombre, entre enfadado y confundido.Ella se sentó en el borde de la cama cercana.—No sé. Hay que esperar a que Maddox se recupere. Él me dijo que iríamos a Augusta.—Prefiero tener la maleta medio hecha en caso de irnos de un momento a otro, solo saco lo de uso más frecuente. Este lugar no me da buena
Maddox Prescott era el segundo hijo del macho alfa de su manada. El rebelde, el desordenado, el de carácter difícil y actitud arrogante.«La oveja negra de la familia», le querían endosar algunos, pero él de oveja no tenía nada.Aunque su padre era el alfa y Eric, su hermano mayor, el beta, él era el lobo más peligroso y astuto de su grupo.Al igual que su hermano había heredado la fuerza y el poder de autoridad de su padre, pero, a diferencia de Eric, quien era un sujeto calmado, de mentalidad estratega y calculadora, Maddox había nacido con la fiereza interior de su madre: una hembra alfa altiva, valiente, inteligente y decidida, aunque también, algo impulsiva y despiadada.En la manada Prescott, o lo que quedaba de ella, se le respetaba tanto como a su padre o a su hermano. Tenía sangre alfa corriendo por sus venas, lo demostraba con su mirada oscura y fría y con su postura desafiante.En una manada de lobos tradicional, en tiempos de paz, un lobo con esas características era echad
Alana O’Hara se sentó en una silla junto a la cama de su padre, de esa forma vigilaba su respiración. Tenía miedo de que dejara de hacerlo.Desde hacía varios años el hombre sufría de una seria enfermedad pulmonar, pero hacía pocos días empeoró de manera considerable y sin motivo aparente.Su familia no tenía los recursos para darle el tratamiento que requería. Estaban en la quiebra y la isla Sutton, su hogar, no poseía hospitales especializados para que él recibiera la atención necesaria.Para eso tendrían que viajar a Augusta, la capital de Maine, o a cualquier otra ciudad cercana, pero ahora no podían concederse ese lujo.El dinero que conseguían solo alcanzaba para la comida diaria y si dejaban la granja, aunque fuese por unas horas, se las destruirían dejándolos en la calle.Hacía un tiempo les ofrecieron dinero por su granja, pero tan solo eran pocas monedas que no representaban ni la mitad del valor real de esas tierras.Se negaron a vender, pero ahora delincuentes despiadados
Maddox odiaba viajar en barco, pero la única forma de llegar a la isla de Sutton era de esa manera.Por los fuertes vientos que se producían en la zona las avionetas o helicópteros sufrían problemas en el vuelo, ya habían surgido algunas tragedias que obligaron a las autoridades a impedir ese tipo de traslado en esa zona.Una vez que sus pies tocaron tierra se alejó con rapidez de la embarcación, irritado porque en uno o dos días tendría que subir de nuevo para volver.El mal humor lo dominó. Se había puesto unos lentes oscuros para ocultar su mirada severa, pero su postura era tan intimidante que los humanos que pasaban por su lado lo esquivaban y bajaban la cabeza para no provocarlo.—No sabía que los Prescott le temían tanto al agua —se burló Aaron Miller, el representante de la manada de Freddy Browner.Aaron era un tipo alto y de piel tostada, con los cabellos largos hasta los hombros, el cuerpo ejercitado y habitualmente callado. Por eso Maddox lo observó con una ceja arqueada a
Alana había logrado abrir la cueva, cerrada al público hacía tantas décadas atrás con unas grandes y gruesas puertas de hierro.Ni los propios habitantes de la zona recordaban cuando habían sido construidas esas puertas, que resultaban tan pesadas que además instalaron un mecanismo automático que ayudaba a moverlas.Pero las bisagras y los engranajes estaban tan oxidados por culpa del tiempo y del clima que hacían un ruido horrible.Ella agradeció estar lejos del pueblo. Aquel sonido alertaría a los humanos que vigilaban el lugar para el clan Barrett. La delatarían, metiéndola en problemas.Una vez pudo tener el acceso despejado fue azotada por un olor desagradable.—Qué asco —exclamó, y se cubrió la nariz con un brazo antes de caminar al interior.Aquella cueva había sido usada en el pasado como entrada a una mina de carbón construida por los colonos asentados en la isla siglos atrás, quienes instalaron el astillero.La abandonaron al toparse con cientos de cadáveres que se hallaban