Maddox se cambió de ropa en la habitación de la loba. Mientras se vestía, repasó el dormitorio. Parecía el cuarto de una niña. Estaba lleno de muñecas y peluches, así como de libros.Ella leía mucho sobre geografía y viajes y tenía un mapa detallado de la isla pegado a una pared con cinta adhesiva. Lo rodeaban decenas de fotos de poca calidad que retrataban el embarcadero, el bosque y las costas.No siguió con su evaluación porque Alana tocó con timidez a la puerta. Él se sentó en la cama a atarse el cordón de los zapatos mientras le autorizaba a entrar.Le encantó la mirada fascinada que ella le dedicó.—¿Ya te vas?—Pero volveré —aseguró—. Tengo una reunión en el restaurante del embarcadero.La mujer se sentó a su lado, sin dejar de evaluarlo con interés.—¿Puedo llevarte?—Me encantaría —dijo mostrando una sonrisa seductora—, aunque prefiero caminar. Quiero conocer el lugar.Como ya había analizado el mapa, descubrió que esa granja estaba a pocos kilómetros del embarcadero. No le h
Maddox llegó al restaurante con la inquietud corriendo por sus venas. No le gustó alejarse de Alana, pero entendió que lo que le sucedía con esa loba era preocupante.Tan solo tenía unas horas a su lado y ya la sentía como una parte importante de su ser. Su cercanía lo serenaba y excitaba al mismo tiempo.Lo peor de todo, era experimentar ese poder de autoridad que ella ejercía sobre él, dominándolo como si fuese un cachorrito. Su influencia resultaba más imponente que la de su alfa.Eso no le gustaba. Siempre había sido el domador de su propio circo de fieras. Odiaba incluso que su padre aplastara su temperamento, pero con ella no podía evitarlo. Hasta podía jurar que eso le gustaba ya que aumentaba su deseo. Era enfermizo.Procuró olvidarse de la mujer mientras entraba en el establecimiento y buscaba a Aaron. El lobo se hallaba sentado en una mesa frente a unos enormes ventanales que daban vista al mar. Leía el periódico y tomaba un café.—Pensé que ya habías desatado un guerra con
—¿Lo secuestraron? —preguntó Maddox.—Me avisaron hace minutos y no lo pongo en duda porque Ryan siempre se mete en problemas —explicó Alana.Él respiró hondo para llenarse de paciencia.—¿Qué te dijeron?—Que fue a molestar a unos tipos que se refugian en la zona oeste de la isla. Alguien les dijo que a esos hombres los habían visto cerca de la granja que incendiaron hace pocos días y mi hermano y su grupo de… revoltosos —mascó el calificativo con rencor—, fueron a reclamarles. Al parecer, esos sujetos los golpearon y amarraron, e iban a encerrarlos en un galpón abandonado ubicado en esa zona. Uno de sus amigos pudo escapar y fue a mi casa para avisarme.—¿Te avisó a ti y no a la policía?—Aquí la policía hace poco por solucionar los problemas de los nativos, solo cuidan de los turistas y vigilan la zona del embarcadero. Además, el grupo de seguridad en el que participa mi hermano ya ha cometido algunos delitos con la excusa de proteger la isla. Tienen varias advertencias. Si el comi
Maddox viajó con Alana en el vehículo de alquiler de Aaron hacia el oeste de la isla. Dejaron a Kiki, la camioneta desbaratada de la loba, en el estacionamiento del restaurante.No se sentía cómodo al ir con Aaron, pero lo aceptó para darle celeridad al asunto y tener más protección para Alana. La situación en la isla parecía delicada.En esa región no solo existía una cueva inundada de vampiros, sino que se producían ataques, secuestros y hasta asesinatos. Aquel sitio no era ningún lugar paradisíaco para descansar, sino un infierno.—¿Estás seguro que Rob Favre es la misma persona que iba a reunirse con nosotros en el restaurante? —preguntó Maddox hacia Aaron mientras iban por una carretera solitaria de asfalto cuarteado.—Sí, ese fue el dato que me facilitó Freddy. Él era el nativo que había aportado la mayor parte de la información.—Rob no era nativo de Sutton.La intervención de Alana silenció a los dos hombres y atrajo hacia ella su atención, algo que no le gustó a Maddox.—¿Lo
Los alfa de las dos manadas existentes en Maine decidieron reunirse en la ciudad de Bangor, a un poco más de una hora de la capital Augusta.Aquella era una tierra neutral, ubicada en medio de los territorios que lideraban. Les urgía sentarse a conversar, los problemas empeoraban a cada segundo.Tanto Armand de la manada Prescott, como Freddy de la manada Browner, asistieron con sus betas y un pequeño grupo de seguridad.Browner tenía menos acompañantes porque su manada no era tan numerosa. En solidaridad, Armand dejó a parte de su gente a varias calles de distancia.Los dos lobos eran hombres de gran porte y fuerza, los más poderosos de sus agrupaciones. Los acompañantes se quedaron algo rezagados, solo Eric se aproximó un poco al ser el beta de los Prescott y Vincent, uno de los gemelos de Freddy, por ser el beta de los Browner.—Que terrible que deba suceder una tragedia para poder estrechar tu mano, amigo mío —saludó Freddy a Armand.—Pensé que te vería de nuevo en unos meses en N
Maddox Prescott era el segundo hijo del macho alfa de su manada. El rebelde, el desordenado, el de carácter difícil y actitud arrogante.«La oveja negra de la familia», le querían endosar algunos, pero él de oveja no tenía nada.Aunque su padre era el alfa y Eric, su hermano mayor, el beta, él era el lobo más peligroso y astuto de su grupo.Al igual que su hermano había heredado la fuerza y el poder de autoridad de su padre, pero, a diferencia de Eric, quien era un sujeto calmado, de mentalidad estratega y calculadora, Maddox había nacido con la fiereza interior de su madre: una hembra alfa altiva, valiente, inteligente y decidida, aunque también, algo impulsiva y despiadada.En la manada Prescott, o lo que quedaba de ella, se le respetaba tanto como a su padre o a su hermano. Tenía sangre alfa corriendo por sus venas, lo demostraba con su mirada oscura y fría y con su postura desafiante.En una manada de lobos tradicional, en tiempos de paz, un lobo con esas características era echad
Alana O’Hara se sentó en una silla junto a la cama de su padre, de esa forma vigilaba su respiración. Tenía miedo de que dejara de hacerlo.Desde hacía varios años el hombre sufría de una seria enfermedad pulmonar, pero hacía pocos días empeoró de manera considerable y sin motivo aparente.Su familia no tenía los recursos para darle el tratamiento que requería. Estaban en la quiebra y la isla Sutton, su hogar, no poseía hospitales especializados para que él recibiera la atención necesaria.Para eso tendrían que viajar a Augusta, la capital de Maine, o a cualquier otra ciudad cercana, pero ahora no podían concederse ese lujo.El dinero que conseguían solo alcanzaba para la comida diaria y si dejaban la granja, aunque fuese por unas horas, se las destruirían dejándolos en la calle.Hacía un tiempo les ofrecieron dinero por su granja, pero tan solo eran pocas monedas que no representaban ni la mitad del valor real de esas tierras.Se negaron a vender, pero ahora delincuentes despiadados
Maddox odiaba viajar en barco, pero la única forma de llegar a la isla de Sutton era de esa manera.Por los fuertes vientos que se producían en la zona las avionetas o helicópteros sufrían problemas en el vuelo, ya habían surgido algunas tragedias que obligaron a las autoridades a impedir ese tipo de traslado en esa zona.Una vez que sus pies tocaron tierra se alejó con rapidez de la embarcación, irritado porque en uno o dos días tendría que subir de nuevo para volver.El mal humor lo dominó. Se había puesto unos lentes oscuros para ocultar su mirada severa, pero su postura era tan intimidante que los humanos que pasaban por su lado lo esquivaban y bajaban la cabeza para no provocarlo.—No sabía que los Prescott le temían tanto al agua —se burló Aaron Miller, el representante de la manada de Freddy Browner.Aaron era un tipo alto y de piel tostada, con los cabellos largos hasta los hombros, el cuerpo ejercitado y habitualmente callado. Por eso Maddox lo observó con una ceja arqueada a