La mañana siguiente había llegado y Sofía prácticamente tuvo que rogarla al testarudo alfa que la dejara salir de la habitación y continuar con su trabajo en la morgue improvisada, pues al parecer el hombre creía que estaba enferma o discapacitada debido a lo ocurrido el día anterior. Aunque debía aceptar que esa faceta protector que estaba teniendo Gabriel con ella le gustaba mucho más de lo que debería y Dios, mejor ni hablar de lo que el hombre le había hecho en aquella cama, porque esa era otra cosa: había dormido en la habitación del alfa. Estaban pasando tantas cosas en tan poco tiempo que sinceramente no sabía cómo sentirse al respecto de nada y trabajar y tener la mente ocupada era lo mejor que podía hacer en esos momentos. Y eso era justo lo que estaba haciendo, Sven estaba silencioso a su lado, el lobo no le había quitado los ojos de encima y ella sabía que estaba preocupado, pues según lo que sabía él había presenciado todo lo ocurrido la noche anterior. Ella estaba a pu
Sofía se recargó en la mesa, observando cómo Azaleia examinaba detenidamente las imágenes. Después de un momento de silencio tenso, Sofía decidió romperlo.— Azaleia, hay muchas cosas que no sé sobre tí. ¿Cómo llegaste a estar involucrada en todo esto?La bruja levantó la mirada y soltó un suspiro. Sus ojos bicolor revelaban una mezcla de tristeza y determinación.— Mi historia es antigua y complicada, Sofía. Pero en resumen, he vivido muchos años, he visto imperios levantarse y caer, y he sido testigo de eventos que cambiarían la percepción del mundo para siempre.Sofía se quedó boquiabierta. Sabía que la mujer tenía una presencia única, pero no había imaginado cuánto conocimiento y experiencia podía albergar.— ¿Cómo estás conectada con lo que está sucediendo aquí? Como llegaste a servir al alfa —preguntó Sofía con curiosidad.Azaleia dejó las imágenes sobre la mesa y se recargó contra ella, mirando a Sofía con seriedad.— Gabriel no solo es el alfa, Sofía, él es el rey del mundo sob
Sofía tragó saliva, su mirada ansiosa buscando respuestas en los ojos profundos del alfa. La pregunta flotaba en el aire, y por un momento, Gabriel pareció perderse en sus pensamientos. La tensión crecía a medida que el silencio persistía, y Sofía, nerviosa, estaba a punto de retractarse cuando la respuesta llegó de una manera que no esperaba. — Sofía, yo... —comenzó Gabriel, pero se detuvo antes de continuar. La expresión en su rostro era una mezcla de conflicto y reflexión. Sofía, notando su titubeo, se sintió repentinamente tonta por haber preguntado algo que claramente no tenía una respuesta que fuera a gustarle. —Olvídalo—, dijo en voz baja, pero lo suficientemente alto para que él escuchara— es obvio que el gran rey alfa no querría a alguien como yo. Se dio la vuelta para irse y ahogarse en su vergüenza, no podía creer que acababa de avergonzarse de esa manera, pero antes de que pudiera dar el primer paso, Gabriel la detuvo con firmeza y tomándola por sorpresa la recostó con
Sofía se encontró a sí misma en un lugar oscuro y húmedo, rodeada por un aire viciado y el eco sordo de sus propios pasos. No recordaba cómo había llegado allí, pero una sensación de inquietud se apoderaba de ella mientras avanzaba por un pasillo estrecho y decadente. La única fuente de luz provenía de tenues destellos que se filtraban por rendijas en las paredes.A medida que avanzaba, comenzó a distinguir jaulas dispersas a ambos lados del pasillo. Miró hacia adentro y se estremeció al encontrar figuras encerradas en ellas. Gente, seres humanos, prisioneros en un lugar siniestro. La visión del interior de las jaulas estaba difuminada, pero podía percibir la angustia en los rostros de quienes estaban atrapados.De repente, una voz desgarradora resonó en la oscuridad.—¡Ayúdame! ¡Por favor, sácame de aquí! —imploró un hombre desde una de las jaulas. Su rostro reflejaba desesperación, y sus ojos suplicaban por liberación.Sofía sintió un nudo en el estómago, impulsada por la urgencia d
Las cosas entre Gabriel y Sofía habían dado un giro de 180 grados en la última semana, ninguno de los dos quería ponerle nombre a lo que estaba ocurriendo entre ellos, pero ambos sabían que el odio, el resentimiento y la rabia habían quedado atrás para darle paso a algo completamente nuevo para ellos. Algo que los hacía vibrar, que causaba que el corazón de Sofía se volara un latido cada vez que lo veía y que la bestia interna de Gabriel ronroneaba al sentirla cerca, algo que nunca, en sus más de cien años, había ocurrido. Él no ronroneaba, su bestia no era pacífica ni mucho menos amorosa, pero la mujer enfrente de él parecía tener el poder de doblegarlo con una sola mirada. Eso era algo que le aterraba y lo emocionaba por igual. Justo como en esos momentos. Se encontraban solos en la biblioteca y esta estaba envuelta en la tranquila penumbra de la tarde. Sofía estaba en el suelo, rodeada de montones de libros que exploraba con entusiasmo. Llevaban los últimos días tratando de busc
Sofía sintió un cosquilleo en el estómago ante sus palabras, y no pudo evitar sonreír. —Quizás más tarde, alfa. No quiero que los niños piensen que andamos haciendo cosas indebidas.Él soltó una carcajada profunda y la llevó hacia un parque cercano, alejándose de las miradas curiosas. A medida que se adentraban en un camino rodeado de árboles, el sonido del agua les llegó, indicando que se acercaban a la cascada.El lugar era mágico, con la luz del sol filtrándose entre las hojas de los árboles y creando destellos dorados en el aire. La cascada rugía en la distancia, y una fina niebla de agua flotaba en el aire, refrescando el ambiente.Gabriel condujo a Sofía hasta el borde de la cascada, y ambos se quedaron en silencio por un momento, simplemente disfrutando de la majestuosidad del paisaje. El sol se ocultaba lentamente, tiñendo el cielo con tonos más oscuros, y las primeras estrellas comenzaban a brillar.—Es hermoso, ¿verdad? —comentó Sofía, con la mirada fija en el agua que caía
Los siguientes días las cosas entre ella y Gabriel iban viento en popa, parecían dos adolescentes que no podían quitarse las manos de encima y cuando no estaban uno encima del otro se iban a la biblioteca a seguir investigando. Sofía debía admitir que con cada día que pasaba los sentimientos hacia el alfa se hacían más fuertes y el vínculo que los unía también. Sin embargo, esa mañana la madre de Gabriel le había solicitado una reunión por lo que ella se había quedado sola, así que aprovechó el tiempo para darse una vuelta por la morgue. La mañana iluminando la ciudad cuando Sofía y Sven caminaban en silencio hacia la morgue. La brisa jugueteaba con sus cabellos mientras avanzaban por las calles, rumbo al lugar donde los secretos yacen entre cuerpos sin vida. Sofía sentía una mezcla de determinación y temor; necesitaba respuestas, y la morgue era el único lugar donde podría encontrarlas. Sven caminaba a su lado y aunque no le decía nada ella podía notar que había algo distinto en
Sofía sentía la cabeza pesada mientras abría lentamente los ojos y una punzada de dolor se apoderó de ella cuando vio todo oscuro a su alrededor consiguiendo que se sentara de inmediato en la cama , dándose cuenta que se encontraba en su habitación. No en la de Gabriel, en la que había estado durmiendo las últimas semanas, sino en esa que le dieron cuando llegó por primera vez. Lentamente los recuerdos de lo ocurrido en la morgue fueron llegando a ella y sus manos volaron de inmediato a su vientre sintiendo alivio al sentir como el relieve seguía intacto y se sorprendió cuando, por primera vez sintió movimiento por parte del bebé. Sin embargo, no tuvo tiempo de aprovechar el momento, pues una voz aguda y fría llenó la habitación consiguiendo que todo su cuerpo se pusiera en tensión y sus nervios se dispararan, al ver a la madre de Gabriel salir de una de las esquinas más oscuras. —Debo aceptar que te subestimé—la voz de Alessandra llenó la habitación. Los ojos de Sofía seguían co