Advertencia: Escenas ardientes. Por favor, recuerda que esta historia es para mayores de 18 y su contenido puede ser demasiado erótico para algunos. Ahora sí, disfruta de este capítulo.
Katherine sintió los rayos de sol filtrarse a través de la cortina de la habitación, eran demasiado claras como para mantener la luz fuera de ella. Entreabrió un ojo para fijarse que el color de las cortinas era de un ocre y se sorprendió. ¿En qué momento habían dejado de ser pistacho? Se obligó a sentarse en la cama, algo perdida, la sábana se descorrió dejando al descubierto su torso desnudo y la mitad del cuerpo de Daniel. No pudo evitar quedarse admirando su físico y la parte baja de este, por fortuna, la sábana no se había corrido hasta exhibir lo más portentoso de su esposo, porque con sólo mirarle de ese modo, se sonrojaba como una niña pecadora. Por la expresión tranquila de su rostro y lo calmo de su respiración, dedujo que estaba muy dormido aún. Así que, ¿por qué no terminar de apreciar una obra de Miguel Ángel en carne y hueso?—Pensar que todo eso me lo devoré anoche —murmuró con una tonta sonrisa en su rostro.Sintió deseos de trazar cada uno de los músculos perfectos y
Dante Gossec miraba por la ventana de su estudio hacia la entrada principal de su casa cuando un deportivo negro se estacionó, su ceño se frunció al imaginarse el conductor de tan ostentoso aparato, a pesar de todo no pudo contener la sorpresa al mirar quien descendía de este con una sonrisa triunfal y soberbia.El cuerpo se le descompuso ante el visitante. La aversión que sentía hacia el conductor era incomprensible. Desde que lo conoció lo aborreció.—¡Ivette! —El áspero tono de voz empleado por el hombre dejó claro su mal humor y el reproche que le generaba la joven.«De no ser por tu hermana, hace rato me habría desecho de ti», pensó.Ivette caminó zigzagueante por el camino que conducía a la entrada principal de la casa y fue más que obvio la razón de su tan deplorable andar, la muchacha parecía haberse embebido en todo el alcohol de la ciudad. La miró tambalearse y casi caer, y la divertida risa de su acompañante se dejó oír luego de ayudar a estabilizarla, para que continuara s
La curiosidad siempre llevó a grandes descubrimientos, y en otros casos, a grandes decepciones. Katherine esperaba que la de ella la condujera a continuar con la aventura del amor que hubo emprendido.—¿A dónde iremos? —Katherine preguntó cuándo ya estaban en el estacionamiento del edificio.Daniel la miró con diversión. No pensaba decirle hacia donde iban, pero ella siempre quería saberlo todo, de lo contrario, trataba de intuirlo o de disuadirlo para que le dijese. Era lo que había estado haciendo toda la tarde, luego del almuerzo algo tardío que ambos tomaron, cuando después de una noche muy activa y un día muy parecido a la noche acabó venciendo el hambre por alimentos que los ayudara a restablecer las fuerzas perdidas bajo las sábanas.Katherine lograba que él perdiera la cabeza, haciéndolo susceptible y vulnerable, propenso a experimentar un sinfín de sensaciones y sentimientos, y en cierto modo, sí, él podía ser un cursi y redomado con ella, su joven y hermosa esposa era una es
El rostro de Daniel también resultaba una especie de poema oscuro, denotando en su semblante que estaba formulándose hipótesis acerca de cómo Kat y Nía, la novia de su mejor amigo, se conocían. Al final, con una sonrisa cordial, y la mirada acusa en las jóvenes logró reponerse para ocultar su mascarada perturbadora.—¡Un placer, Stefanía! Daniel Gossec —sonrió con pleitesía al ver el sonrojo en la joven, ese que solía captarse en las personas que eran descubiertas pecando.Sí, el pecado de la admiración. —¡Es… es un placer, Daniel!—Ella es la chica que te comenté, Daniel. La que conocí en la boutique donde compré los trajes de baño —le recordó Katherine, no muy convencida de si Daniel quería permanecer más tiempo en el lugar.Tras la tensión del primer momento dejó caer sus hombros en señal de relajación. Aarón estuvo evitando que su novia se vinculara con su vida personal, y aunque le había dicho que eso podría ser pedir demasiado a la fortuna, su amigo le aseguró que él podía cont
Stefanía la miró sorprendida por su comentario como si aquello fuera una percepción errada. Katherine sintió deseos de estrangularla, con Nía todo había que explicarlo con peras y manzanas. Para ella era más que obvio, lo enamorado estaba el idiota de Luis de la pelirroja.«¡Qué poca autoestima, Stefanía!».—¡Dios santísimo! —Se acercó lo suficiente luego de hacer a un lado su larga cabellera y habló con cierto tono exasperante—. ¿Aún no te das cuenta?Nía la miró como si estuviera hablándole en una lengua muerta. Su pregunta quedó en el aire cuando apareció el mesonero con semejantes hamburguesas que Katherine dudó poder comerse, eso sólo se atañía a ella, porque Stefanía pareció engullirla sin prestar atención a los rostros de Daniel y su amiga, quienes la observaban incrédulos, como si fuera imposible que una persona tan delgada como ella pudiese devorar en un santiamén aquella hamburguesa, el batido y un postre de chocolate. Muchas calorías y azúcares como para contar.Ambas chica
La discoteca estaba repleta de adolescentes y jóvenes que hacían una interminable fila esperando tener acceso al lugar. Katherine observó el enorme lugar con poca emoción, había estado en locales similares cuando escapaba del control de su padre o cada vez que se suscitaba una pelea entre ellos. No comprendía cómo, pero él siempre terminaba dando con ella.—Tenía tiempo que no venía a un lugar de estos —murmuró cuando Daniel la besó.—¿Ah, ¿sí? ¿Desde cuándo más o menos? —inquirió con curiosidad.—Um… ¿Seis meses? —respondió dudosa.—¿No estás segura?—La verdad… —negó con la cabeza—, menos. Días antes de haberte conocido me había escapado de mi padre y me fui de viaje con Fiorella, Marian y… Marcelo, no duró mucho mi aventura.—Marcelo —él asintió con la mirada de reproche. No debía sentir celos, porque no sucedió estando con él, aun así, no podía evitarlo—. Marcelo y tú… ¿fueron novios?—¿Estás celoso? —No pudo evitar reírse, tuvo que contenerse porque el rostro de Daniel era el ref
Daniel le acercó la bebida que había pedido para ella. De esa manera no le caía encima igual que un lobo hambriento. —Tu trago. Ella lo tomó detallando la expresión en su rostro, pero no obtuvo indicios de nada. —No voy a morir cuando lo pruebe, ¿cierto? —bromeó. —¿Crees que quiero matar a la fuente de mi placer? La joven probó dando un pequeño sorbo y sintió apenas el sabor a alcohol, además del dulzor frutal de la bebida. Asintió en aprobación y volvió a dar otro trago. —Hum… delicioso —Alexander… —¿Cómo? —preguntó sin comprender a qué se refería. —Tu trago se llama Alexander —le aclaró mientras besaba el escote en su espalda—, vamos. —¿A dónde? —inquirió confundida. —A bailar, Ángel. ¿O es que los ángeles no bailan? ¿Solo vuelan? —Bueno, no te quejes si te enseño a sudar de otro modo, truhan. No quiero quejas si te cansas, ya sabes, no eres tan joven como yo. Daniel rio ante su comentario. Sin saber en qué se estaba metiendo. Al salir del reservado, la música era mucho
No pasó mucho tiempo para que ellos se sumaran a ellas en la pista de baile. Todo parecía ir viento en popas, hasta que «el tirano» sacó su celular y torció el rostro en desaprobación, de inmediato los ojos y el rostro de la pelirroja parecieron luces de emergencia. Daniel trató de no darle importancia a las reacciones de su amigo, mas, cuando lo vio tensar sus hombros y los ojos sobresaltarse en preocupación, lo supo. Nada podía ser bueno. Por lo que no pudo evitar preguntarse si tenía que ver con algún familiar, aunque no conocía a ningún miembro de esta, sabía que tenía presión de ellos para que retomara sus obligaciones. Lamentó no tener el valor suficiente para preguntarle, también se resentía por haber leído aquellos mensajes a escondidas. Sobre todo, porque denotaba mucha familiaridad y confianza con la mujer que enviaba el mensaje. «¡Demonios! Claro que estoy celosa. ¿Por qué quiere mantenerme alejada de su vida familiar?», pensó Nía con pesar. Pronto y con un casi impercept