¿Qué le habrá ocurrido al amigo de Daniel? Katherine puede ser muy obstinada a veces, esperemos que esto no sea contraproducente para su relación. Besitos...
En el auto y de regreso al departamento, ninguno de los dos dijo una sola palabra. Daniel parecía sumergido en un mundo aparte y lejano de Katherine, ella quería preguntar cuál era el motivo real de tanta premura en Luis y qué había sido tan grave como para que afectara su estado de ánimo. Sin embargo, prefirió interpretar su silencio como un necesario tiempo a solas. Katherine se quitó los zapatos antes de bajarse del carro, estaba cansada y solo quería dormir, aparte, Daniel seguía mudo. No quería exigirle, solo quería que confiara en ella lo suficiente como para que le dijese las cosas sin presión. Bastante se dejó influenciar por la actitud de Luis, eso fue demasiada tensión. No estaba acostumbrada a caminar de puntillas por nadie. Menos por alguien que se mostraba tan cerrado. —¿No vienes? —Katherine se encontraba parada en las escaleras cuando observó que él no la acompañaría. —Voy en un rato, Kat. —Su rostro compungido comenzó a enervarle, ahora la ansiosa era ella. —Sabes q
A las ocho de la mañana sonó la alarma, Katherine se desperezó entre las sábanas y buscó a tientas el cuerpo de su esposo en la cama. Él ya no estaba, volvió a estirarse, resistiéndose a levantarse. Sin embargo, la molesta alarma seguía sonando. Se levantó de la cama estirándose, su cuerpo dolía de un modo extraño, los músculos parecían haberse entumecido, y aún el sueño la obligaba a abrir los ojos con gran dificultad, todo estaba borroso. Dio un paso y sintió el dolor punzante en el talón. —¡Auch! —gimió de dolor e inclinó el pie para ver la herida cubierta, observó el carmesí invadiendo la gaza. Regresó a la cama y levantó un poco la venda. Le dolía y ardía, también estaba algo enrojecida—. Estúpido vaso, estúpida herida. La alarma había parado hacía un minuto o dos y estaba sonando de nuevo. »¡Ya! Ya. Estoy despierta —masculló molesta y la apagó. Fue al baño y miró en el espejo las prominentes ojeras debajo de sus ojos. Estaba hinchada por haber dormido poco y se veía bastante
Daniel la miró a través del retrovisor, permanecía con el rostro rígido y los ojos de ángel-demonio tras las gafas le impedían ser devorado por ellos.—Kat..., yo.—Baja rápido esas estúpidas maletas.—¿De verdad, así va a terminar nuestro viaje? —inquirió él molesto, mientras que cerraba la puerta de un sonoro golpe.Ella resopló y miró hacia otra dirección. Cuando él abrió el maletero, ella se hizo con su maleta y continuó su camino. Se sentó a esperar que fuera anunciado el vuelo y fingió ver un programa en el televisor.—¿Quieres desayunar? —Daniel preguntó mirándola fiijo.—No. —Negó también con la cabeza.—Bien, como quieras. Yo iré a comer algo. —Se levantó para marcharse y darle su espacio, se estaba hartando también del juego.—¡Daniel! —Ella lo detuvo tomándolo de la mano—. ¡Discúlpame! Sabes que no es contigo que estoy molesta. Es más no debería de molestarme, yo…—Entiende algo, Kat. Stefanía parece ser una buena muchacha y es o era la novia de mi mejor amigo. A Luis lo co
Al llegar la tarde cenaron sin mucha hambre. La mente de Daniel continuaba sumida en laberintos que parecían no conducirlo a algún lugar. Los problemas lo absorbían, a pesar de que había puesto la demanda, ahora quedaba de parte del Ministerio Público hacer formal todo, irían a un juicio y el asunto acabaría dependiendo de qué tan rápido avanzaran los temas burocráticos. A veces esperar a la actuación de otros conllevaba a la ansiedad. Poco pudieron conversar esa noche durante la comida. Al parecer, era cierto eso de que la luna de miel no era más que una idílica burbuja en la que viven los enamorados, y que una vez que esta se acababa tocaba volver al mundo real.Katherine lo acompañó por un rato en la biblioteca mientras que leía el libro que Eduardo le había regalado y él repasaba unos papeles en el escritorio.—Voy a dormir —avisó ella después de un bostezo.—¡Esta bien, Ángel! Yo daré una última vuelta a los alrededores antes de acostarme. Descansa. —Se levantó y le dio un beso.
Katherine bajó a prepararse el desayuno; un sándwich de jamón y queso, café y jugo de naranjas frescas. Buscó en qué ocupar su ocio luego de llamar a casa de su padre, para preguntar por Anna y si había enviado ya su carro y algunas de sus pertenencias que mandó a recoger para que se las llevaran a la hacienda. Aunque no pudo hablar mucho con Anna, estaba feliz de que hubiera regresado a casa de su padre.No tuvo mucho que hacer. Así que deambuló por toda la casa sin saber muy con qué entretenerse, pasó por el gimnasio que quedaba en un chalé apartado de la casa, colocó música a todo volumen para llenar el vacío que se apoderaba de todos lados a los que ella iba.Extrañó a Daniel cada minuto. Pasadas las diez de la mañana, su teléfono sonó y corrió como loca, desde la cocina a la biblioteca en donde recordaba haberlo dejado.Cuando llegó hasta el aparato, este había dejado de repicar. Sonrió como una idiota al ver que la llamada perdida era de Daniel y justo cuando iba a devolver la l
Daniel la miró a través del retrovisor, permanecía con el rostro rígido y los ojos de ángel-demonio tras las gafas le impedían ser devorado por ellos.—Kat..., yo.—Baja rápido esas estúpidas maletas.—¿De verdad, así va a terminar nuestro viaje? —inquirió él molesto, mientras que cerraba la puerta de un sonoro golpe.Ella resopló y miró hacia otra dirección. Cuando él abrió el maletero, ella se hizo con su maleta y continuó su camino. Se sentó a esperar que fuera anunciado el vuelo y fingió ver un programa en el televisor.—¿Quieres desayunar? —Daniel preguntó mirándola fijo.—No. —Negó también con la cabeza.—Bien, como quieras. Yo iré a comer algo. —Se levantó para marcharse y darle su espacio, se estaba hartando también del juego.—¡Daniel! —Ella lo detuvo tomándolo de la mano—. ¡Discúlpame! Sabes que no es contigo que estoy molesta. Es más no debería de molestarme, yo…—Entiende algo, Kat. Stefanía parece ser una buena muchacha y es o era la novia de mi mejor amigo. A Luis lo con
Al llegar la tarde cenaron sin mucha hambre. La mente de Daniel continuaba sumida en laberintos que parecían no conducirlo a algún lugar. Los problemas lo absorbían, a pesar de que había puesto la demanda, ahora quedaba de parte del Ministerio Público hacer formal todo, irían a un juicio y el asunto acabaría dependiendo de qué tan rápido avanzaran los temas burocráticos. A veces esperar a la actuación de otros conllevaba a la ansiedad. Poco pudieron conversar esa noche durante la comida. Al parecer, era cierto eso de que la luna de miel no era más que una idílica burbuja en la que viven los enamorados, y que una vez que esta se acababa tocaba volver al mundo real.Katherine lo acompañó por un rato en la biblioteca mientras que leía el libro que Eduardo le había regalado y él repasaba unos papeles en el escritorio.—Voy a dormir —avisó ella después de un bostezo.—¡Esta bien, Ángel! Yo daré una última vuelta a los alrededores antes de acostarme. Descansa. —Se levantó y le dio un beso.
Katherine bajó a prepararse el desayuno; un sándwich de jamón y queso, café y jugo de naranjas frescas. Buscó en qué ocupar su ocio luego de llamar a casa de su padre, para preguntar por Anna y si había enviado ya su carro y algunas de sus pertenencias que mandó a recoger para que se las llevaran a la hacienda. Aunque no pudo hablar mucho con Anna, estaba feliz de que hubiera regresado a casa de su padre.No tuvo mucho que hacer. Así que deambuló por toda la casa sin saber muy con qué entretenerse, pasó por el gimnasio que quedaba en un chalé apartado de la casa, colocó música a todo volumen para llenar el vacío que se apoderaba de todos lados a los que ella iba.Extrañó a Daniel cada minuto. Pasadas las diez de la mañana, su teléfono sonó y corrió como loca, desde la cocina a la biblioteca en donde recordaba haberlo dejado.Cuando llegó hasta el aparato, este había dejado de repicar. Sonrió como una idiota al ver que la llamada perdida era de Daniel y justo cuando iba a devolver la l