Stefanía la miró sorprendida por su comentario como si aquello fuera una percepción errada. Katherine sintió deseos de estrangularla, con Nía todo había que explicarlo con peras y manzanas. Para ella era más que obvio, lo enamorado estaba el idiota de Luis de la pelirroja.«¡Qué poca autoestima, Stefanía!».—¡Dios santísimo! —Se acercó lo suficiente luego de hacer a un lado su larga cabellera y habló con cierto tono exasperante—. ¿Aún no te das cuenta?Nía la miró como si estuviera hablándole en una lengua muerta. Su pregunta quedó en el aire cuando apareció el mesonero con semejantes hamburguesas que Katherine dudó poder comerse, eso sólo se atañía a ella, porque Stefanía pareció engullirla sin prestar atención a los rostros de Daniel y su amiga, quienes la observaban incrédulos, como si fuera imposible que una persona tan delgada como ella pudiese devorar en un santiamén aquella hamburguesa, el batido y un postre de chocolate. Muchas calorías y azúcares como para contar.Ambas chica
La discoteca estaba repleta de adolescentes y jóvenes que hacían una interminable fila esperando tener acceso al lugar. Katherine observó el enorme lugar con poca emoción, había estado en locales similares cuando escapaba del control de su padre o cada vez que se suscitaba una pelea entre ellos. No comprendía cómo, pero él siempre terminaba dando con ella.—Tenía tiempo que no venía a un lugar de estos —murmuró cuando Daniel la besó.—¿Ah, ¿sí? ¿Desde cuándo más o menos? —inquirió con curiosidad.—Um… ¿Seis meses? —respondió dudosa.—¿No estás segura?—La verdad… —negó con la cabeza—, menos. Días antes de haberte conocido me había escapado de mi padre y me fui de viaje con Fiorella, Marian y… Marcelo, no duró mucho mi aventura.—Marcelo —él asintió con la mirada de reproche. No debía sentir celos, porque no sucedió estando con él, aun así, no podía evitarlo—. Marcelo y tú… ¿fueron novios?—¿Estás celoso? —No pudo evitar reírse, tuvo que contenerse porque el rostro de Daniel era el ref
Daniel le acercó la bebida que había pedido para ella. De esa manera no le caía encima igual que un lobo hambriento. —Tu trago. Ella lo tomó detallando la expresión en su rostro, pero no obtuvo indicios de nada. —No voy a morir cuando lo pruebe, ¿cierto? —bromeó. —¿Crees que quiero matar a la fuente de mi placer? La joven probó dando un pequeño sorbo y sintió apenas el sabor a alcohol, además del dulzor frutal de la bebida. Asintió en aprobación y volvió a dar otro trago. —Hum… delicioso —Alexander… —¿Cómo? —preguntó sin comprender a qué se refería. —Tu trago se llama Alexander —le aclaró mientras besaba el escote en su espalda—, vamos. —¿A dónde? —inquirió confundida. —A bailar, Ángel. ¿O es que los ángeles no bailan? ¿Solo vuelan? —Bueno, no te quejes si te enseño a sudar de otro modo, truhan. No quiero quejas si te cansas, ya sabes, no eres tan joven como yo. Daniel rio ante su comentario. Sin saber en qué se estaba metiendo. Al salir del reservado, la música era mucho
No pasó mucho tiempo para que ellos se sumaran a ellas en la pista de baile. Todo parecía ir viento en popas, hasta que «el tirano» sacó su celular y torció el rostro en desaprobación, de inmediato los ojos y el rostro de la pelirroja parecieron luces de emergencia. Daniel trató de no darle importancia a las reacciones de su amigo, mas, cuando lo vio tensar sus hombros y los ojos sobresaltarse en preocupación, lo supo. Nada podía ser bueno. Por lo que no pudo evitar preguntarse si tenía que ver con algún familiar, aunque no conocía a ningún miembro de esta, sabía que tenía presión de ellos para que retomara sus obligaciones. Lamentó no tener el valor suficiente para preguntarle, también se resentía por haber leído aquellos mensajes a escondidas. Sobre todo, porque denotaba mucha familiaridad y confianza con la mujer que enviaba el mensaje. «¡Demonios! Claro que estoy celosa. ¿Por qué quiere mantenerme alejada de su vida familiar?», pensó Nía con pesar. Pronto y con un casi impercept
En el auto y de regreso al departamento, ninguno de los dos dijo una sola palabra. Daniel parecía sumergido en un mundo aparte y lejano de Katherine, ella quería preguntar cuál era el motivo real de tanta premura en Luis y qué había sido tan grave como para que afectara su estado de ánimo. Sin embargo, prefirió interpretar su silencio como un necesario tiempo a solas. Katherine se quitó los zapatos antes de bajarse del carro, estaba cansada y solo quería dormir, aparte, Daniel seguía mudo. No quería exigirle, solo quería que confiara en ella lo suficiente como para que le dijese las cosas sin presión. Bastante se dejó influenciar por la actitud de Luis, eso fue demasiada tensión. No estaba acostumbrada a caminar de puntillas por nadie. Menos por alguien que se mostraba tan cerrado. —¿No vienes? —Katherine se encontraba parada en las escaleras cuando observó que él no la acompañaría. —Voy en un rato, Kat. —Su rostro compungido comenzó a enervarle, ahora la ansiosa era ella. —Sabes q
A las ocho de la mañana sonó la alarma, Katherine se desperezó entre las sábanas y buscó a tientas el cuerpo de su esposo en la cama. Él ya no estaba, volvió a estirarse, resistiéndose a levantarse. Sin embargo, la molesta alarma seguía sonando. Se levantó de la cama estirándose, su cuerpo dolía de un modo extraño, los músculos parecían haberse entumecido, y aún el sueño la obligaba a abrir los ojos con gran dificultad, todo estaba borroso. Dio un paso y sintió el dolor punzante en el talón. —¡Auch! —gimió de dolor e inclinó el pie para ver la herida cubierta, observó el carmesí invadiendo la gaza. Regresó a la cama y levantó un poco la venda. Le dolía y ardía, también estaba algo enrojecida—. Estúpido vaso, estúpida herida. La alarma había parado hacía un minuto o dos y estaba sonando de nuevo. »¡Ya! Ya. Estoy despierta —masculló molesta y la apagó. Fue al baño y miró en el espejo las prominentes ojeras debajo de sus ojos. Estaba hinchada por haber dormido poco y se veía bastante
Daniel la miró a través del retrovisor, permanecía con el rostro rígido y los ojos de ángel-demonio tras las gafas le impedían ser devorado por ellos.—Kat..., yo.—Baja rápido esas estúpidas maletas.—¿De verdad, así va a terminar nuestro viaje? —inquirió él molesto, mientras que cerraba la puerta de un sonoro golpe.Ella resopló y miró hacia otra dirección. Cuando él abrió el maletero, ella se hizo con su maleta y continuó su camino. Se sentó a esperar que fuera anunciado el vuelo y fingió ver un programa en el televisor.—¿Quieres desayunar? —Daniel preguntó mirándola fiijo.—No. —Negó también con la cabeza.—Bien, como quieras. Yo iré a comer algo. —Se levantó para marcharse y darle su espacio, se estaba hartando también del juego.—¡Daniel! —Ella lo detuvo tomándolo de la mano—. ¡Discúlpame! Sabes que no es contigo que estoy molesta. Es más no debería de molestarme, yo…—Entiende algo, Kat. Stefanía parece ser una buena muchacha y es o era la novia de mi mejor amigo. A Luis lo co
Al llegar la tarde cenaron sin mucha hambre. La mente de Daniel continuaba sumida en laberintos que parecían no conducirlo a algún lugar. Los problemas lo absorbían, a pesar de que había puesto la demanda, ahora quedaba de parte del Ministerio Público hacer formal todo, irían a un juicio y el asunto acabaría dependiendo de qué tan rápido avanzaran los temas burocráticos. A veces esperar a la actuación de otros conllevaba a la ansiedad. Poco pudieron conversar esa noche durante la comida. Al parecer, era cierto eso de que la luna de miel no era más que una idílica burbuja en la que viven los enamorados, y que una vez que esta se acababa tocaba volver al mundo real.Katherine lo acompañó por un rato en la biblioteca mientras que leía el libro que Eduardo le había regalado y él repasaba unos papeles en el escritorio.—Voy a dormir —avisó ella después de un bostezo.—¡Esta bien, Ángel! Yo daré una última vuelta a los alrededores antes de acostarme. Descansa. —Se levantó y le dio un beso.