Subió a la recámara con el entusiasmo intacto. Se duchó de nuevo para quitar los olores de la comida sobre su piel. Sacó un short blanco del clóset y una camisa anaranjada sin mangas, se colocó unas sandalias bajas y negras, observó su atuendo en el espejo completo de la habitación y recogió su cabello en una trenza de lado y un cintillo. Quiso pasar del maquillaje, al final solo declinó por algo simple: polvo compacto, rímel, blosh y un brillo tenue en los labios.Daniel entró en el preciso instante en que ella iba saliendo de la habitación, y la recorrió con la mirada de arriba abajo, como si estuviera sopesando si sería buena idea ir por el postre teniendo el pastel en casa.—Creo que no querrás helarte allá afuera.¿Helarse? ¿Se había vuelto loco? Por Dios, estaban en la isla, no podía hacer tanto frío como para que ella se helara.—No hay modo de que eso suceda —protestó.Entonces lo vio bajar las escaleras y unirse a ella en la sala, vestido con una franela gris ceñida a su cuer
Decir que la noche acabaría allí sería una utopía y de las más absurdas. Se tardaron en llegar al departamento, porque decidieron recorrer parte de Porlamar en moto, esta vez un poco más precavido. Pronto, Katherine le pidió a Daniel que acelerara mientras ella abría los brazos para recrearse en la sensación plena que daba correr a tantos kilómetros por hora y despejarse, solo dejándose llevar por la sensación de libertad que se experimentaba. Su espíritu rebelde no sabía aferrarse con demasía a los miedos. Llegaron al edificio y se metieron dentro del ascensor privado, con la adrenalina fluyendo por su torrente sanguíneo y un aspecto salvaje en las miradas que dio paso a la pasión. Él la tomó por la nuca, enroscando los dedos entre su trenza y deshaciéndola en el proceso, sus labios parecían flamas que quemaban con deleitable placer los de la joven. El beso se volvió dulce y posesivo, sus lenguas se exploraron con avidez y Katherine aprovechó la excitación para ceñirlo más a ella, su
Katherine sintió los rayos de sol filtrarse a través de la cortina de la habitación, eran demasiado claras como para mantener la luz fuera de ella. Entreabrió un ojo para fijarse que el color de las cortinas era de un ocre y se sorprendió. ¿En qué momento habían dejado de ser pistacho? Se obligó a sentarse en la cama, algo perdida, la sábana se descorrió dejando al descubierto su torso desnudo y la mitad del cuerpo de Daniel. No pudo evitar quedarse admirando su físico y la parte baja de este, por fortuna, la sábana no se había corrido hasta exhibir lo más portentoso de su esposo, porque con sólo mirarle de ese modo, se sonrojaba como una niña pecadora. Por la expresión tranquila de su rostro y lo calmo de su respiración, dedujo que estaba muy dormido aún. Así que, ¿por qué no terminar de apreciar una obra de Miguel Ángel en carne y hueso?—Pensar que todo eso me lo devoré anoche —murmuró con una tonta sonrisa en su rostro.Sintió deseos de trazar cada uno de los músculos perfectos y
Dante Gossec miraba por la ventana de su estudio hacia la entrada principal de su casa cuando un deportivo negro se estacionó, su ceño se frunció al imaginarse el conductor de tan ostentoso aparato, a pesar de todo no pudo contener la sorpresa al mirar quien descendía de este con una sonrisa triunfal y soberbia.El cuerpo se le descompuso ante el visitante. La aversión que sentía hacia el conductor era incomprensible. Desde que lo conoció lo aborreció.—¡Ivette! —El áspero tono de voz empleado por el hombre dejó claro su mal humor y el reproche que le generaba la joven.«De no ser por tu hermana, hace rato me habría desecho de ti», pensó.Ivette caminó zigzagueante por el camino que conducía a la entrada principal de la casa y fue más que obvio la razón de su tan deplorable andar, la muchacha parecía haberse embebido en todo el alcohol de la ciudad. La miró tambalearse y casi caer, y la divertida risa de su acompañante se dejó oír luego de ayudar a estabilizarla, para que continuara s
La curiosidad siempre llevó a grandes descubrimientos, y en otros casos, a grandes decepciones. Katherine esperaba que la de ella la condujera a continuar con la aventura del amor que hubo emprendido.—¿A dónde iremos? —Katherine preguntó cuándo ya estaban en el estacionamiento del edificio.Daniel la miró con diversión. No pensaba decirle hacia donde iban, pero ella siempre quería saberlo todo, de lo contrario, trataba de intuirlo o de disuadirlo para que le dijese. Era lo que había estado haciendo toda la tarde, luego del almuerzo algo tardío que ambos tomaron, cuando después de una noche muy activa y un día muy parecido a la noche acabó venciendo el hambre por alimentos que los ayudara a restablecer las fuerzas perdidas bajo las sábanas.Katherine lograba que él perdiera la cabeza, haciéndolo susceptible y vulnerable, propenso a experimentar un sinfín de sensaciones y sentimientos, y en cierto modo, sí, él podía ser un cursi y redomado con ella, su joven y hermosa esposa era una es
El rostro de Daniel también resultaba una especie de poema oscuro, denotando en su semblante que estaba formulándose hipótesis acerca de cómo Kat y Nía, la novia de su mejor amigo, se conocían. Al final, con una sonrisa cordial, y la mirada acusa en las jóvenes logró reponerse para ocultar su mascarada perturbadora.—¡Un placer, Stefanía! Daniel Gossec —sonrió con pleitesía al ver el sonrojo en la joven, ese que solía captarse en las personas que eran descubiertas pecando.Sí, el pecado de la admiración. —¡Es… es un placer, Daniel!—Ella es la chica que te comenté, Daniel. La que conocí en la boutique donde compré los trajes de baño —le recordó Katherine, no muy convencida de si Daniel quería permanecer más tiempo en el lugar.Tras la tensión del primer momento dejó caer sus hombros en señal de relajación. Aarón estuvo evitando que su novia se vinculara con su vida personal, y aunque le había dicho que eso podría ser pedir demasiado a la fortuna, su amigo le aseguró que él podía cont
Stefanía la miró sorprendida por su comentario como si aquello fuera una percepción errada. Katherine sintió deseos de estrangularla, con Nía todo había que explicarlo con peras y manzanas. Para ella era más que obvio, lo enamorado estaba el idiota de Luis de la pelirroja.«¡Qué poca autoestima, Stefanía!».—¡Dios santísimo! —Se acercó lo suficiente luego de hacer a un lado su larga cabellera y habló con cierto tono exasperante—. ¿Aún no te das cuenta?Nía la miró como si estuviera hablándole en una lengua muerta. Su pregunta quedó en el aire cuando apareció el mesonero con semejantes hamburguesas que Katherine dudó poder comerse, eso sólo se atañía a ella, porque Stefanía pareció engullirla sin prestar atención a los rostros de Daniel y su amiga, quienes la observaban incrédulos, como si fuera imposible que una persona tan delgada como ella pudiese devorar en un santiamén aquella hamburguesa, el batido y un postre de chocolate. Muchas calorías y azúcares como para contar.Ambas chica
La discoteca estaba repleta de adolescentes y jóvenes que hacían una interminable fila esperando tener acceso al lugar. Katherine observó el enorme lugar con poca emoción, había estado en locales similares cuando escapaba del control de su padre o cada vez que se suscitaba una pelea entre ellos. No comprendía cómo, pero él siempre terminaba dando con ella.—Tenía tiempo que no venía a un lugar de estos —murmuró cuando Daniel la besó.—¿Ah, ¿sí? ¿Desde cuándo más o menos? —inquirió con curiosidad.—Um… ¿Seis meses? —respondió dudosa.—¿No estás segura?—La verdad… —negó con la cabeza—, menos. Días antes de haberte conocido me había escapado de mi padre y me fui de viaje con Fiorella, Marian y… Marcelo, no duró mucho mi aventura.—Marcelo —él asintió con la mirada de reproche. No debía sentir celos, porque no sucedió estando con él, aun así, no podía evitarlo—. Marcelo y tú… ¿fueron novios?—¿Estás celoso? —No pudo evitar reírse, tuvo que contenerse porque el rostro de Daniel era el ref