Antes de meterse en la cama, se miró en el espejo del buró; “Definitivamente no volveré a recuperar la cintura”, pensó. Estaba por cubrirse con las sabanas cuando las vibraciones se hicieron continuas; ya no era un mensaje, era una llamada. Le fastidió ¿A esa hora podían llamar para ofrecer un servicio? Pero de todas maneras respondió. -Hola – - ¿Deanna? – - ¿Quién habla? – - ¡Deanna! No estaba seguro de que continuarías con el mismo número. Soy yo, Frank – - ¿Eh? ¿Frank? – - Si ¿cómo has estado? Lamento molestarte a esta hora… Regresé a la ciudad por unos días y pensé… Quería saber si te interesaría que tomemos un café… Ha pasado mucho desde que última vez que nos vimos – ¿No sabía que estaba casada? Seguramente si, muchos de sus compañeros la habían ayudado a preparar la sorpresa para Harry y Laura el día de la boda, para el bautismo de Emma y para su ultimo cumpleaños. ¿Qué quería? Estaba tan confundida como sorprendida. - ¿Un café? – - Claro, si quieres… Sé que no termina
Para cuando Deanna volvió, Daniel y los niños ya habían regresado. El encuentro con Frank le dio una sensación de bienestar a pesar del pasado. Entró sonriendo.- ¿Dónde estabas? – Le preguntó su esposo.- Fui a tomar algo con un amigo… Fue agradable, hacía mucho que no lo hacía – Le respondió contenta.Para Deanna era lo más normal, para Daniel, no tanto.- ¿Qué amigo? –-Frank ¿Te acuerdas? – Le dijo, sentándose a su lado.- ¿El tipo de la universidad? ¿El que te engañó? –Algo en su tono no le gustó a Deanna.- Si, ese… -- ¿Y para qué? –- Me llamó está mañana, quería hablar… Se casará el mes entrante –- Los mensajes de anoche eran de él. Dijiste que no conocías el numero – Y otra vez ese dejo de desconfianza se le deslizaba por la voz.- Y no lo conocía –Deanna había afinado su paciencia y su temperamento, conocía ese tono y esas maneras de Daniel y por eso había puesto mucho de ella para aprender a calmarlo, para aprender a calmarse a ella misma y no chocar como en el pasado.
Y si había alguien en esa familia que podía dar cátedra de paciencia infinita y de confianza, ese era Charles J. Crusher. El viejo patriarca, se había retirado hacía bastante para pasarle las obligaciones del negocio a su hijo mayor y ahora miraba expectante como la vida trascurría para todos. Sabía que tarde o temprano, Daniel terminaría ocupando su lugar como cabeza de la familia. Aunque Charles era el pilar fundador, Camila era la base donde ese pilar se sostenía y se erguía. Veía el reflejo de ambos en Deanna y su hijo; como su nuera afianzaba su amor y formaban una nueva familia. Él lo supo ni bien la conoció, que esa esa joven de mirada determinada pero cálida, sería la salvación de Daniel y le espantaría la tristeza. No se equivocó; vio cómo esa generosidad innata en Deanna no solo curaba las heridas del pasado de su hijo, sino que también le daba una razón para seguir adelante, para construir algo más allá de los negocios y el éxito material. ¿Cómo podía saberlo? Por qué Dean
Por su parte, Leonard de pronto se estaba enfrentando a otro aspecto que no conocía. Sus años de matrimonio nunca le habían dado eso que ahora compartía con Susan; sus incontables andanzas con jovencitas tampoco le habían mostrado esta faceta extraña, que podía abrumarlo como encantarlo. Es que, después del compromiso y a pesar de que cada uno vivía por su lado; Susan y Leonard comenzaron a compartir más tiempo juntos, a experimentar la convivencia. Él no estaba habituado a esa clase de intimidad, de momentos sencillos y comunes que se compartían a diario. El querido Leonard, a sus 50 y pico, estaba aprendiendo cosas nuevas. Casarse sin amor, pasar años junto a alguien que no amaba y que no lo amaba implicó una distancia emocional, más que física. Porque si bien vivían bajo el mismo techo, para él era lo mismo que estar solo. No participaba en nada, no le importaba nada y se escapaba de ese lugar frío siempre que podía; hasta que finalmente, dejó de escaparse para simplemente desapar
A Deanna el embarazo comenzó a complicarle bastante hasta las cosas más rutinarias y sencillas. La espalda la mataba, las piernas se le hinchaban y agacharse había dejado de ser una opción. Hasta algo tan sencillo como ponerse un par de zapatos había quedado en el pasado. Daniel la observaba preocupado; si bien los primeros meses transcurrieron sin problemas, su vientre crecía mucho.Siempre había sido una mujer menuda, de cintura pequeña y apariencia frágil. Una cosa era un embarazo único y otra, uno doble; y aunque ella soportaba con esfuerzo, a veces lo dolores y las molestias la ponían de un humor horrible. Comenzó a sentirse inútil y frustrada.La situación no era fácil. Cada día parecía traer un nuevo desafío con su embarazo, y las complicaciones no se limitaban solo a los aspectos físicos. La sensación de impotencia y frustr
Además de los dolores y las molestias, Deanna se sentía abrumada por algo más: las dudas y los miedos. Ella podía salir a escena en un teatro nuevo cada vez, en la capital europea que sea, mirar un punto fijo y cantar sin detenerse; pero esto era totalmente diferente. Esto, le daba terror.Comenzó a entender la dimensión del embarazo cuando sus hijas se movieron por primera vez, cuando el obstetra le hacía oír ambos corazoncitos y le mostraba las imágenes de sus bebés en la pantalla. Dos pequeñas personitas crecían en su interior, que nacerían y estarían completamente indefensas, dependiendo de ella para vivir.-Me da miedo – Le confesó una tarde a Leonard.Él la miró perplejo.- ¿Qué cosa te da miedo? –- Todo esto – y se señaló la barriga – Siento que me sobrepasa –- ¿De qué hablas? Si alguien puede hacerlo bien eres tú –- No lo sé… Tengo pánico, Leonard –Justamente él no podía darle muchos consejos sobre maternidad, mucho menos sobre criar hijos. Una sola persona podía despejarle
Camila entró a casa de Daniel como solía hacerlo siempre: como si fuera suya. Deanna se sorprendió un poco al verla, si bien la relación entre ambas mujeres había mejorado muchísimo, Camila todavía tenía un poco de vergüenzas por las cosas que había hecho y no sabía a ciencia cierta cómo purgarlas.Por eso cuando Daniel la llamó para pedirle que hablase con su esposa y la ayudara, se sintió feliz y contenta de poder hacer algo por ella. Llegó con muchas bolsas, muchas cosas para las niñas. No era muy demostrativa, pero estaba tan ansiosa como con cualquiera de sus nietos por el arribo de las mellizas. Ansiosa como cualquier abuela.- Querida ¿Cómo estás? –- Hola Camila, bien… ¿Qué hace por aquí? –Camila dejó las bolsas en el piso.-Vine a traerle unos obsequios a mis nietas – se sentó frente a Deanna – y a hablar contigo –Deanna la miró un poco confundida. ¿Hablar de qué? Esperó a que Camila comenzara. Ella solo suspiró y tuvo otro arranque de sinceridad, como el que había tenido c
- Quiero mostrarte algo – Le dijo Daniel, tomándola de la mano.- ¿Qué cosa? –- Es una sorpresa, ven… -Deanna se puso de pie, estaba en la recta final, podía sentirlo. Con algo de dificultad dejó que su esposo la llevara de la mano hasta la puerta de la habitación que sería de sus hijas.-No debes mirar – Le advirtió.Deanna se cubrió los ojos con ambas manos y él se aseguró de que no estuviese espiando. Abrió la puerta y con una mano en su espalda la guío adentro.-Bien, ya puedes mirar –En el centro de la habitación, entre las dos cunas, Daniel había colocado una mesita baja. Sobre ella una lámpara giraba sobre su base, emitiendo luces de colores y por cada luz, la forma de una luciérnaga se reflejaba en el techo, en las paredes y en los muebles. Parecía un cielo estrellado.-Dios… Es hermoso – Le dijo Deanna con una sonrisa.Y él se veía orgulloso de su logro, de su pequeño regalo.-Explícame una cosa… - Le dijo ella.- ¿Qué? –- ¿De dónde saliste? ¿Cómo haces estas cosas tan bo