Epílogo
Su primera boda había sido de mentira, sencilla y fugaz; un trámite. Pero ésta no, claro que no. Daniel quería ese circo que una vez lo había fastidiado tanto y contrató gente para que lo hiciera. Sin escatimar, sin pormenorizar, sin límites. Todo tenía que ser hermoso y perfecto para su futura esposa. Tanto así que mientras Deanna no podía escoger entre dos tipos de flores, porque no entendía para que; Daniel escogió colores, centros de mesa, estilos, sabores y texturas. Después de todo, tomar decisiones rápidas y acertadas era su trabajo.

Los músicos y el sonido, a cargo de Marcus y todo el equipo del Ambassador. Una orquesta elegante y afinada, como en la ópera. El lugar al aire libre lo encontró Leonard: una hermosa villa apartada de la ciudad con extensiones de verde y árboles de cerezo.

La boda ideal. Y Deanna la merecía. Merecía todo lo bonito que pudieran darle ambos. Y ambos como buenos tercos, competían entre ellos a ver cuál de los dos conseguía lo mejor.

Jonathan correteaba
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