Cuando Bianca volvió a abrir los ojos, se encontraba sola en la cama. El calor junto a ella aun se sentía, por lo que Alexander no hacía mucho tiempo atrás había estado allí.—¿Alec? —pregunto la bella prostituta, mientras estiraba los músculos de todo su cuerpo.Ambos habían estado charlando y bebiendo vino hasta bien adentrada la noche, cuando el sueño finalmente los alcanzo, Alexander le había propuesto ir a dormir, algo que ella acepto al instante.Sin embargo, el vino los había arrullado, por lo que ambos quedaron inconscientes al tocar la cama.Cuando finalmente Bianca salió de su estado de letargo abrumador, comprendió lo que había ocurrido. Alexander había llegado tarde al trabajo, el se había quedado dormido.Bianca se sonrió al pensar en el millonario medio desnudo corriendo por la casa buscando que ponerse para ir a trabajar. Con aquella sonrisa aun dibujada en sus labios, ella salió del cuarto, avanzando la cocina en busca de algo para desayunar. Pero allí se encontró con
Alexander:De manera instintiva, el millonario rodeo la cintura de Bianca con ambas manos, mientras empujaba su cuerpo hacia él, como si al hacerlo fuera capaz de detener el tiempo en ese solo segundo.Lo había olvidado por completo, pero los labios de aquella hermosa mujer tenían una chispa especial, una especie de magia que lograba transportarlo a otro mundo, otra realidad incluso, una mucho más fácil y simple. El sabor de aquel beso enmascaraba las fresas y la menta, algo que ciertamente volvía loco al millonario.Pero mas temprano que tarde, el beso finalizo, y Bianca se aparto de el con delicadeza, dedicándole una mirada que le dijo todo. Lentamente Alexander cayo en el mundo real, impactando ante la frívola verdad de aquel beso.Falso, eso había sido falso. Una actuación por parte de Bianca, como muchas de las que habían acordado. Todo con un único fin, mantener la fachada de pareja perfecta y feliz.—Te traje el almuerzo, cariño—dijo ella, con voz cantarina, feliz y alegre.Men
—¿Qué tienen de malo las flores?—pregunto Alexander con el ceño ligeramente fruncido, mientras observaba a Bianca de soslayo.Ella rio tontamente, mientras salía del pequeño habitáculo del ascensor. Alexander la siguió muy de cerca, llevando su bolso de trabajo en una mano, mientras buscaba en silencio el auto.Sin lugar a dudas, aquel había sido el mejor día de trabajo en mucho tiempo, y todo se debía a Bianca y su presencia. Impulsiva, astuta, carismática e increíblemente creativa para insultar sin hacerlo realmente, ella se había ganado un lugar dentro del corazón del millonario, incluso aunque este se negara a aceptarlo.—¿Lo preguntas en verdad? —dijo ella con una ceja alzada. Ante los hombros elevados y la media sonrisa que Alexander le obsequio, ella continuo—. Estas regalando algo muerto, Alec.—No… en realidad estaría regalando algo con rico aroma y bellos colores…—se defendió el, luego de haberle confesado a Bianca que siempre había fantaseado con obsequiarle flores a diario
Cuando finalmente Bianca llego a la casa del millonario, simplemente se excuso con Simón, quien tenia preparada una rica cena para los tres. No tan exquisita como la de Alexander, pero comestible de igual modo.No estaba de buen humor, su cuerpo le dolía totalmente, mientras que su mente aturdida se balanceaba sobre lo ocurrido. Tenía miedo, dolor y resentimiento. Hacia mucho tiempo que no veía a Max, y ciertamente no esperaba encontrarlo allí.Con pasos cansados, ella se deslizo al baño, llenando la bañera antes de zambullirse en el interior. Durante algunos segundos ella cerro los ojos, concentrada en el agua que la elevaba, obligándola a medio flotar.Eso, Bianca solo deseaba eso mas que nada en el mundo. Mantenerse en la superficie, alejada de todo.Pero la gravedad la obligaba a mantener los pies en la tierra, en el mundo real. Y un golpe en la puerta la obligo a abrir los ojos de par en par.—Bianca… ¿Puedo pasar? —pregunto Alexander al otro lado de la puerta.—Yo… estoy desnuda
El ceño de Simón se apretó con fuerza, mientras una mueca reemplazaba su habitual sonrisa por una expresión de notable disgusto.—¿Qué ocurre? —aventuro a preguntar Alexander, sentado junto a él detrás de su escritorio, en la oficina de su empresa.Rara vez Simón se quedaba allí a trabajar, el sostenía que las oficinas eran una especie de cripta viviente. Alexander se encontraba dispuesto a darle la razón, si es que alguna vez se atrevía a admitir aquello.Esa era una ocasión particular. El chico de cabello tintado buscaba un lugar tranquilo donde realizar su investigación acerca de Max, sin que Bianca tuviera sospecha alguna sobre él.—Nada, Max no tiene nada—gruño con disgusto Simón—. Esta limpio.En respuesta, el ceño de Alexander también se frunció, mientras se aproximaba a la pantalla del ordenador de Simón, como si fuera capaz de comprender algo de la intrincada red de algoritmos que allí se plasmaba.—Es imposible—logro responder el millonario, sintiéndose tan frustrado como su
Aquello paso de ser un momento de platica medianamente normal, a una brutal batalla aguerrida. Todo fue rojo, sangre, músculos, golpes y ciertos sonidos semejantes a los de las bestias.Simón fue lo suficientemente inteligente como para mantenerse al margen de aquel exterminio, mientras llamaba lo más rápido que podía a seguridad para que separaran a Alexander de Max.En toda su vida, el chico de cabello tintado jamás había visto a su hermano reaccionar de aquel modo tan brutal. La violencia siempre era el ultimo recurso que empleaba y con cierto desagrado, pero en ese preciso instante, con su mirada ensombrecida, él podía jurar que había cierta dosis de placer reflejado en su rostro.Para fortuna de ellos, los de seguridad llegaron lo suficientemente rápido como para que Alexander no desfigurara totalmente a Max… sin embargo, las marcas en su rostro no se irían tan rápidamente.—¡Me las vas a pagar, Thompson! —siseo Max con los dientes apretados mientras un hilo de sangre roja colgab
Bianca no lloro. No porque no sintiera la necesidad de hacerlo, sino porque no se atrevería a llorar frente a tantas personas.Con la mirada elevaba y el corazón apretado en un puño, ella salió del edificio a toda velocidad, sintiendo como sus ojos se nublaban mas y mas conforme los segundos pasaban.No quería volver a la maldita mansión de Alexander, y tampoco quería regresar al burdel, pero sus opciones se estaban agotando. Necesitaba llorar, pero no pensaba hacerlo en la vía publica, donde todos podrían mirarla y juzgarla… tal como lo había hecho el.—Oye… ¿Te encuentras bien? —pregunto un hombre a sus espaldas atrayendo su atención.Bianca se tragó el suspiro que luchaba por escapar de su garganta, aquel que parecía contener su alma.Lentamente se volvió hacia el extraño, solo para encontrarse con un hombre un par de años mayor que ella, con una mirada pensativa y una camisa con… con el maldito logo de la empresa de Alexander.—Si, estoy bien, no te preocupes—se obligo a decir ell
—Y asi es como termine aca, hablando con un extraño de mi vida—dijo Bianca, demasiado ebria como para no reírse al final de la oración.La sonrisa en el rostro de Daniel crecio, tan borracha como la suya, mientras buscaba en su mente alguna frase estúpida de una galleta de la fortuna que resolviera la mierda de problemas que era la vida de ella.—Tecnicamente, deje de ser un extraño hace como tres shots atrás—respondio el esbozando una sonrisa que volvía sus ojos mucho mas pequeños.La bella prostituta rio ampliamente, antes de volverse hacia el y preguntar sin tapujos:—Y tu ¿Por qué estas aquí?——Al principio, el asno de mi jefe, Alexander, me obligo a venir detrás de ti… mujer, el te ama, pero es demasiado tonto como para atreverse a decirlo, y mas con todas las mierdas que le pasan—explico el con las palabras flojas—. Y tu… tu eres un maldito infierno con cara bonita.—Es el mejor insulto que me podrían haber deicho—se quejo ella con el ceño fruncido, mientras se empinaba la bebid