Había pasado un mes y en ese tiempo Elizabeth y Roger se afanaron en trabajar sin descanso para que la presentación diera lugar.Estaban más unidos que nunca y decididos a levantar la empresa.Se jugaban mucho en esa presentación y Roger había estado tan detallista y centrado que ni siquiera toda la concentración de modelos y examantes, lograron que su relación peligrara.Todo estaba listo y ellos esperaban que gracias a ese esfuerzo el nombre de la empresa volviera a estar en alza.Elizabeth estaba feliz, en esa ocasión nadie la haría sentir una apestada que no debía aparecerse por allí para celebrar junto a su esposo.Invitó a la familia de su esposo y su suegra tuvo que callarse sus palabras y agachar la cabeza.Fue la primera en felicitarla por lo bien que estaban manejando todo.Elizabeth sabía que esa mujer la odiaba y más desde que su matrimonio peligraba, pero no era culpa de ella que esa mujer sufriera las consecuencias de sus actos.Esa noche irían juntos y no permitiría que
Elizabeth se había encerrado en el baño con Diana que acudió a su rescate en cuanto vio el accidente con las bebidas.—No podemos hacer nada con esto, tendrás que cambiarte o regresamos a casa —le dijo Diana señalando el vestido todo mojado y lleno de manchas.—Tenía que ocurrir hoy —se quejó—, de todas formas creo que Roger quería que me reuniera con él, iré a buscarlo y nos marcharemos.Unos toques en la puerta de los aseos llamó su atención.—Abridme que soy yo, vine a salvar la noche. —Diana se acercó a la puerta al escuchar la voz de Bastian—. Ya era hora de que abrieran, mira que son lentas. No me lo agradezcas, pero aquí tienes un traje divino que le robé a una de las modelos.—No es robo si es de mi propiedad —masculló Elizabeth y miró el traje—. ¿No podías haber escogido uno menos trasparente y con un poco menos de lentejuelas? Que quiero salir y pasar desapercibida, no enseñar hasta las amígdalas.—No te quejes porque es divino, yo me lo pondría si fuera de mi talla.Diana a
Elizabeth salió del coche y arrastró los pies hasta la casa.Ya no miraba el teléfono, pero tenía la imagen de su esposo en esa cama grabada en la retina.—¿Cómo pudieron ir y venir tan rápido? —preguntó Diana apenas la vio cruzar la puerta, pero al percatarse de su expresión se acercó a abrazarla—. ¿Qué ocurrió?—Que Roger se dio un golpe en la cabeza y quedó más imbécil de lo que ya es —se apresuró a decir Alexander.Había entrado detrás de ella y ni cuenta se había dado.—Iré a cambiarme, no quiero seguir con esta ropa.Elizabeth se deshizo del abrazo porque hasta la cercanía de Diana la ponía peor en ese momento.Se apresuró a encerrarse en la habitación y cerró la puerta tras ella.Todo estaba igual a cómo lo habían dejado horas atrás.Todavía podía ver a Roger ahí diciéndole lo bien que le quedaba el vestido y cómo tuvo que quitarle las manos de encima porque no iban a llegar a tiempo.¿Cómo podía fingir tan bien?Su mente no dejaba de recopilar los recuerdos de todo ese día, de
La ubicación indicaba un barrio llamado Overtown, al norte de la ciudad. Daba gracias de no ir sola, porque aquel lugar no era de los más seguros de Miami. —A mí me parece que nos van a descuartizar a todos y a vendernos después por kilos —murmuró Bastian—. Yo como soy el más gordito de los tres seré el más codiciado y nadie podrá salvarme. Dios mío, ¿por qué me haces morir virgen? —No seas exagerado, no es para tanto —masculló Elizabeth, pero omitió que estaba pensando lo mismo—. Además, lo único que puedes tener virgen es el ombligo. —Una vez tuve una noche loca y al que me ligué estaba tan borracho que intentó… Bueno, para no dar más detalles, creo que el ombligo es medio virgen. —Aggg casi sin dormir y escuchando esto —se quejó Alexander—. ¿No puedes amordazarlo? —Diana, quizá me equivoco, pero tengo la impresión de que le caigo mal a tu marido. —¿Solo la impresión, Bastian? —dijo Diana y después señaló a un edificio de apartamentos bastante antiguo y destartalado—. Al parec
Elizabeth bajó las escaleras saltando los escalones de dos en dos y sin esperar a nadie, pero sabía que Diana había salido tras ella.La alcanzó ya casi cuando estaba a punto de salir a la calle.—¿Cómo te sientes? —le preguntó deteniéndola y Elizabeth miró hacia la escalera para ver si bajaba Roger con Alexander.—Aquí no, salgamos —susurró y ambas salieron del edificio.Lo primero que se encontraron fue a Bastian apoyado en el auto, se había puesto las gafas de sol graduadas.Elizabeth supuso que lo hizo para disimular que se había quedado dormido de pie como si fuera una gallina, pero ni las gafas podían ocultar su boca abierta y el cuello doblado.Ese hombre era capaz de dormirse hasta en la rama de un árbol y no caerse, tenía una práctica en no hacer nada, grandísima.Sacó su teléfono y comenzó a escribir con rapidez un mensaje dirigido al chofer de su padre.Miró a su alrededor para intentar darle una ubicación donde recogerla antes de que Alexander bajara e insistiera en llevar
—Ayúdame a guardar lo más necesario para Andrew —le dijo Elizabeth a Bastian.El chofer de su padre había ido a recogerlos tal como se lo había pedido, agradecía que el hombre fuera muy prudente y no hiciera comentarios sobre el lugar en el que se encontraba, pero estaba segura de que se lo contaría a su padre.—Pero es que yo también necesito recoger mis cosas, ¿o es que piensas dejarme atrás? —se enfurruñó su amigo y la miró asustado—. Aunque si lo que pretendes es que me quede en esta casa a solas con Roger y lo consuele… Tal vez pueda hacerte el favor.—Ya te gustaría que te pidiera algo así, pero no, solo quiero que nos demos prisa.Ambos parecían enloquecidos corriendo de un lado a otro a la vez que lanzaban cosas a la maleta.Elizabeth había dejado la mente en blanco, no se permitió ni siquiera evocar la imagen de su esposo en su mente.En esa ocasión no estaba desapareciendo, solo estaba poniendo distancia entre ellos para que él escogiera de una vez y luchara por su familia.
Elizabeth, Andrew y Bastian ya se encontraban en el interior del avión solo a la espera de que los Turner llegaran.Estaba nerviosa y no dejaba de mirar el reloj.Si no llegaban pronto se arrepentiría de su decisión y saldría corriendo de allí.Sus intenciones de huir fueron apartadas cuando vio aparecer a Diana, jadeante y como si hubiera subido las escaleras del avión corriendo.—¡No pude detenerlo! Roger está aquí, nos siguió y no pudimos impedirlo.—¡Ay, no puede ser! —Se levantó del asiento, nerviosa.Tras Diana, entró Isabella también corriendo y muy dispuesta a contar lo que había visto.—¡Tía Elizabeth, mi papá le acaba de lanzar un derechazo a mi tío Roger!—¡Se cayó de culo! —prosiguió Gabriel.—Mamá, ¿por qué papá golpeó al tío Roger? —preguntó Victoria muy preocupada—. Nunca había visto a papá hacer eso.—Porque el tío Roger le puso el cuerno a la tía Elizabeth —comentó Nathan de lo más tranquilo a la vez que entraba al avión y se acomodaba—. Tuvieron una discusión en la c
Elizabeth bajó las escaleras del avión y se acercó a Alexander y a Roger para que dejaran de discutir.—Déjalo, Alexander, hablaré con él —le pidió intentando fingir seguridad.—¿Segura? Si quieres me quedo cerca —preguntó Alexander preocupado.—¡Claro que está segura! ¿O acaso piensas que le voy a hacer daño a mi esposa? Lo que me faltaba —gritó Roger y Alexander se encogió de hombros.—Deja de tergiversar mis intenciones porque lo único que quiero es enterarme de la conversación —admitió en voz alta—. Si me marcho ni cómo me entere. Y sin saber todos los datos no puedo después aconsejar con propiedad. Así que… Si me necesitas, estaré ahí, a un par de metros, hablad fuerte.Roger la agarró de ambos brazos y la apartó un poco.—No te puedes marchar de nuevo y menos sin escucharme —le exigió.Elizabeth que estaba plantada frente a él intentó no mirarlo porque le dolía que estuviera tan nervioso y demacrado.Su esposo que siempre iba arreglado a todas partes en aquel momento parecía que