Elizabeth bajó las escaleras del avión y se acercó a Alexander y a Roger para que dejaran de discutir.—Déjalo, Alexander, hablaré con él —le pidió intentando fingir seguridad.—¿Segura? Si quieres me quedo cerca —preguntó Alexander preocupado.—¡Claro que está segura! ¿O acaso piensas que le voy a hacer daño a mi esposa? Lo que me faltaba —gritó Roger y Alexander se encogió de hombros.—Deja de tergiversar mis intenciones porque lo único que quiero es enterarme de la conversación —admitió en voz alta—. Si me marcho ni cómo me entere. Y sin saber todos los datos no puedo después aconsejar con propiedad. Así que… Si me necesitas, estaré ahí, a un par de metros, hablad fuerte.Roger la agarró de ambos brazos y la apartó un poco.—No te puedes marchar de nuevo y menos sin escucharme —le exigió.Elizabeth que estaba plantada frente a él intentó no mirarlo porque le dolía que estuviera tan nervioso y demacrado.Su esposo que siempre iba arreglado a todas partes en aquel momento parecía que
Elizabeth subió al avión y se acercó a Bastian para sentarse a su lado lo que durara el vuelo.Andrew le echó los bracitos para que lo sostuviera y lo acomodó en su regazo.—¿Cómo fue todo con el infiel? —le susurró Bastian muy bajito para que no escucharan los hijos de los Turner.Esa familia tenía una capacidad única para escuchar conversaciones ajenas.—No lo sé, me siento muy mal, es peor que cuando me marché a París. Siento que me están arrancando el corazón del pecho. Yo no sé qué haré si esto no funciona, sé que nadie se muere de amor, pero ahora mismo siento que me estoy muriendo. —Elizabeth no pudo contener el sollozo y Diana, que estaba indicándole a sus hijos que se sentaran y se prepararan para el despegue, la miró con tristeza.Bastian abrió la cortinilla de la ventana de su asiento y miró a través de ella hacia el exterior.—Se ve apachurrado, parece perrito callejero —dijo dirigiendo su atención a Roger que no se había movido del lugar en donde lo había dejado y veía co
A Natalie se la llevaba el diablo.No podía creer que después de todo lo que hizo y de tener que llevar cubrebocas para que nadie viera cómo le había quedado la sonrisa, esos dos continuaran juntos.Los había visto entrar de la mano en la empresa y muy felices.¡¿Cómo era posible?!Odiaba a Roger, odiaba a esa mujer y quería destruirla por burlarse de ella de esa forma.Elizabeth debería estar llorando y no feliz junto a su esposo.Rabiosa, llamó de nuevo a Anderson para citarse con él.¿Cómo iba a decirle que había fallado? Él le proporcionó los hombres, el auto, la droga que dejaría a Roger como un manso corderito y sin voluntad y ella no había conseguido el objetivo.Además, cómo Anderson conocía perfectamente el manejo de la empresa Robson, incluso la ayudó para que no quedaran grabaciones que la inculparan de nada.A pesar de todos los esfuerzos nada funcionó, esos dos continuaban juntos y muy acaramelados.Incluso Rosmari no contestaba el teléfono. Pues ella no pensaba permiti
—Interesante —dijo Robert mientras escuchaba la información que el detective le daba—. ¿Cuándo ocurrió ese encuentro? —El detective le explicó que hacía una semana y que se había repetido en un par de ocasiones más—. ¡Una semana! ¡¿Y me lo dices ahora?! Yo me ocuparé desde este momento.Al final, las cosas las tenía que hacer uno mismo para que salieran bien.«Así que esa mujer está enredada con Anderson», pensó con preocupación.Desde que ese hombre años atrás había humillado a su hija eligiéndola a ella para vengarse de Roger, se la tenía jurada.Nadie jugaba con su pequeña sin vérselas con él, no importaba la edad que tuviera, para él siempre sería su niña.En ese tiempo que llevaba detrás de Anderson, había descubierto que no era trigo limpio y que andaba metido en negocios fuera de la ley, pero no tenía las suficientes pruebas.Por eso, cuando su hija iba a comprarle las acciones de la empresa de su esposo, él aprovechó para reunirse con Anderson.Robert se negó en rotunda a que
—Ay, no puede ser —Elizabeth escuchó a Bastian quejarse—. A mí se me hace que esto es un secuestro. ¡Qué nervios! Les habían cubierto la cabeza y tenían sus manos atadas en la espalda.Apenas entraron les indicaron que se tiraran en el suelo de la furgoneta y Elizabeth obedeció antes de ser golpeada por no seguir las indicaciones.Elizabeth se mantuvo en silencio mientras los trasladaban, no iba a propiciar ningún enfrentamiento que provocara que le hicieran daño al bebé.A pesar de la situación, intentó no perder los nervios.Roger seguro llegaría pronto a casa y se daría cuenta de que no estaban.Con los protector que estaba seguro movía a medio mundo para encontrarlos.A Bastian quizá no, pero a ella sí, así que al final estaba segura de que los salvarían.—Yo iba a tener mi historia de amor con un doctor y ahora me encuentro con esto. Al final Alexander tenía razón y mi gran amor es un delincuente. ¿Algún gay por aquí? —prosiguió Bastian—. ¡Me asfixio! ¡Quitarme esto de la cabez
—¿Pensabas que iba a permitir que me hicieras esto y no pagarías las consecuencias? —le dijo Natalie y le mostró los dos huecos vacíos en su dentadura.Elizabeth estaba asustada, pero tanto era el odio hacía esa mujer que no pudo evitar burlarse.—No hacia falta llegar al secuestro, siempre hago obras de caridad con los menos favorecidos, podría haberte pagado el dentista. Hasta dos dientes de oro te habría puesto.—Yo no soy tu obra de caridad, gorda apestosa, pero tú sí eres mi rehén —dijo Natalie sin dejar de sonreír.—Parece que tuviera una ventana entre los dientes —murmuró Bastian riéndose—. Cómo me perdí eso por estar esperando en el coche.Elizabeth no pudo evitar comenzar a reírse por el comentario de su amigo, pero era por los nervios que sentía.Esa mujer estaba loca.—¡Dejen de burlarse! —gritó Natalie—. Podrán reírse ahora, pero esto va muy enserio. Pienso pedir un rescate tan grande por ustedes que nunca más tendré que sufrir por dinero. Yo misma me arreglaré esto, pero
—¡¿Dónde está mi esposa?! —Roger agarró a Anderson del cuello y el rostro del viejo comenzó a enrojecerse por la falta de oxígeno—. ¡Habla!—No puede hablar si lo matas —le dijo su suegro y Roger aflojó un poco el agarre.Cuando Anderson logró ingresar oxígeno en sus pulmones, en lugar de verse asustado comenzó a reírse a la vez que tosía.—¿Te abandonó de nuevo tu esposita? —se burló y Roger no pudo aguantar propinarle un derechazo en el rostro.Anderson ni siquiera hizo el intento de defenderse, pero no dejaba de reírse.—Será mejor que hables, sabemos que tú estás detrás de la desaparición de mi hija —lo ayudó su suegro, pero al viejo parecía no importarle que ambos lo supieran.—¿Tienes pruebas? Porque si no las tienen voy a llamar a la policía y los acusaré de invadir una propiedad privada y de agredirme. —Anderson agarró un pañuelo para cubrirse la boca porque no dejaba de toser y al apartarlo, Roger pudo ver que había sangre.Al principio pensó que era por el golpe que le había
Roger recibió a Alexander en casa de su suegro.Su amigo había regresado para estar con él en cuanto pudo escaparse.Agradecía enormemente su apoyo, porque solo necesitó llamarlo para que se ofreciera a venir a acompañarlo.Desde la desaparición de su esposa se había estado quedando en casa de su suegro para que ambos pudieran estar informados a la mayor brevedad de los avances del caso.Pero ya no podía más de estar esperando la noticia de que sabían el paradero de su esposa y quedarse de brazos cruzados.La policía tenía vigilado a Anderson, pero Natalie parecía haber desaparecido.Él tenía muy claro que esa mujer tenía a Elizabeth.Solo esperaba que su esposa la hiciera desear nunca habérsele acercado.Ese pensamiento era lo único que le permitía no volverse loco.Natalie no había regresado a su apartamento y por el momento no habían dado con ella.Roger recibió el abrazo de su amigo a pesar de que la última vez que se vieron este le había dado un derechazo bien merecido.—Siento n