La ubicación indicaba un barrio llamado Overtown, al norte de la ciudad. Daba gracias de no ir sola, porque aquel lugar no era de los más seguros de Miami. —A mí me parece que nos van a descuartizar a todos y a vendernos después por kilos —murmuró Bastian—. Yo como soy el más gordito de los tres seré el más codiciado y nadie podrá salvarme. Dios mío, ¿por qué me haces morir virgen? —No seas exagerado, no es para tanto —masculló Elizabeth, pero omitió que estaba pensando lo mismo—. Además, lo único que puedes tener virgen es el ombligo. —Una vez tuve una noche loca y al que me ligué estaba tan borracho que intentó… Bueno, para no dar más detalles, creo que el ombligo es medio virgen. —Aggg casi sin dormir y escuchando esto —se quejó Alexander—. ¿No puedes amordazarlo? —Diana, quizá me equivoco, pero tengo la impresión de que le caigo mal a tu marido. —¿Solo la impresión, Bastian? —dijo Diana y después señaló a un edificio de apartamentos bastante antiguo y destartalado—. Al parec
Elizabeth bajó las escaleras saltando los escalones de dos en dos y sin esperar a nadie, pero sabía que Diana había salido tras ella.La alcanzó ya casi cuando estaba a punto de salir a la calle.—¿Cómo te sientes? —le preguntó deteniéndola y Elizabeth miró hacia la escalera para ver si bajaba Roger con Alexander.—Aquí no, salgamos —susurró y ambas salieron del edificio.Lo primero que se encontraron fue a Bastian apoyado en el auto, se había puesto las gafas de sol graduadas.Elizabeth supuso que lo hizo para disimular que se había quedado dormido de pie como si fuera una gallina, pero ni las gafas podían ocultar su boca abierta y el cuello doblado.Ese hombre era capaz de dormirse hasta en la rama de un árbol y no caerse, tenía una práctica en no hacer nada, grandísima.Sacó su teléfono y comenzó a escribir con rapidez un mensaje dirigido al chofer de su padre.Miró a su alrededor para intentar darle una ubicación donde recogerla antes de que Alexander bajara e insistiera en llevar
—Ayúdame a guardar lo más necesario para Andrew —le dijo Elizabeth a Bastian.El chofer de su padre había ido a recogerlos tal como se lo había pedido, agradecía que el hombre fuera muy prudente y no hiciera comentarios sobre el lugar en el que se encontraba, pero estaba segura de que se lo contaría a su padre.—Pero es que yo también necesito recoger mis cosas, ¿o es que piensas dejarme atrás? —se enfurruñó su amigo y la miró asustado—. Aunque si lo que pretendes es que me quede en esta casa a solas con Roger y lo consuele… Tal vez pueda hacerte el favor.—Ya te gustaría que te pidiera algo así, pero no, solo quiero que nos demos prisa.Ambos parecían enloquecidos corriendo de un lado a otro a la vez que lanzaban cosas a la maleta.Elizabeth había dejado la mente en blanco, no se permitió ni siquiera evocar la imagen de su esposo en su mente.En esa ocasión no estaba desapareciendo, solo estaba poniendo distancia entre ellos para que él escogiera de una vez y luchara por su familia.
Elizabeth, Andrew y Bastian ya se encontraban en el interior del avión solo a la espera de que los Turner llegaran.Estaba nerviosa y no dejaba de mirar el reloj.Si no llegaban pronto se arrepentiría de su decisión y saldría corriendo de allí.Sus intenciones de huir fueron apartadas cuando vio aparecer a Diana, jadeante y como si hubiera subido las escaleras del avión corriendo.—¡No pude detenerlo! Roger está aquí, nos siguió y no pudimos impedirlo.—¡Ay, no puede ser! —Se levantó del asiento, nerviosa.Tras Diana, entró Isabella también corriendo y muy dispuesta a contar lo que había visto.—¡Tía Elizabeth, mi papá le acaba de lanzar un derechazo a mi tío Roger!—¡Se cayó de culo! —prosiguió Gabriel.—Mamá, ¿por qué papá golpeó al tío Roger? —preguntó Victoria muy preocupada—. Nunca había visto a papá hacer eso.—Porque el tío Roger le puso el cuerno a la tía Elizabeth —comentó Nathan de lo más tranquilo a la vez que entraba al avión y se acomodaba—. Tuvieron una discusión en la c
Elizabeth bajó las escaleras del avión y se acercó a Alexander y a Roger para que dejaran de discutir.—Déjalo, Alexander, hablaré con él —le pidió intentando fingir seguridad.—¿Segura? Si quieres me quedo cerca —preguntó Alexander preocupado.—¡Claro que está segura! ¿O acaso piensas que le voy a hacer daño a mi esposa? Lo que me faltaba —gritó Roger y Alexander se encogió de hombros.—Deja de tergiversar mis intenciones porque lo único que quiero es enterarme de la conversación —admitió en voz alta—. Si me marcho ni cómo me entere. Y sin saber todos los datos no puedo después aconsejar con propiedad. Así que… Si me necesitas, estaré ahí, a un par de metros, hablad fuerte.Roger la agarró de ambos brazos y la apartó un poco.—No te puedes marchar de nuevo y menos sin escucharme —le exigió.Elizabeth que estaba plantada frente a él intentó no mirarlo porque le dolía que estuviera tan nervioso y demacrado.Su esposo que siempre iba arreglado a todas partes en aquel momento parecía que
Elizabeth subió al avión y se acercó a Bastian para sentarse a su lado lo que durara el vuelo.Andrew le echó los bracitos para que lo sostuviera y lo acomodó en su regazo.—¿Cómo fue todo con el infiel? —le susurró Bastian muy bajito para que no escucharan los hijos de los Turner.Esa familia tenía una capacidad única para escuchar conversaciones ajenas.—No lo sé, me siento muy mal, es peor que cuando me marché a París. Siento que me están arrancando el corazón del pecho. Yo no sé qué haré si esto no funciona, sé que nadie se muere de amor, pero ahora mismo siento que me estoy muriendo. —Elizabeth no pudo contener el sollozo y Diana, que estaba indicándole a sus hijos que se sentaran y se prepararan para el despegue, la miró con tristeza.Bastian abrió la cortinilla de la ventana de su asiento y miró a través de ella hacia el exterior.—Se ve apachurrado, parece perrito callejero —dijo dirigiendo su atención a Roger que no se había movido del lugar en donde lo había dejado y veía co
A Natalie se la llevaba el diablo.No podía creer que después de todo lo que hizo y de tener que llevar cubrebocas para que nadie viera cómo le había quedado la sonrisa, esos dos continuaran juntos.Los había visto entrar de la mano en la empresa y muy felices.¡¿Cómo era posible?!Odiaba a Roger, odiaba a esa mujer y quería destruirla por burlarse de ella de esa forma.Elizabeth debería estar llorando y no feliz junto a su esposo.Rabiosa, llamó de nuevo a Anderson para citarse con él.¿Cómo iba a decirle que había fallado? Él le proporcionó los hombres, el auto, la droga que dejaría a Roger como un manso corderito y sin voluntad y ella no había conseguido el objetivo.Además, cómo Anderson conocía perfectamente el manejo de la empresa Robson, incluso la ayudó para que no quedaran grabaciones que la inculparan de nada.A pesar de todos los esfuerzos nada funcionó, esos dos continuaban juntos y muy acaramelados.Incluso Rosmari no contestaba el teléfono. Pues ella no pensaba permiti
—Interesante —dijo Robert mientras escuchaba la información que el detective le daba—. ¿Cuándo ocurrió ese encuentro? —El detective le explicó que hacía una semana y que se había repetido en un par de ocasiones más—. ¡Una semana! ¡¿Y me lo dices ahora?! Yo me ocuparé desde este momento.Al final, las cosas las tenía que hacer uno mismo para que salieran bien.«Así que esa mujer está enredada con Anderson», pensó con preocupación.Desde que ese hombre años atrás había humillado a su hija eligiéndola a ella para vengarse de Roger, se la tenía jurada.Nadie jugaba con su pequeña sin vérselas con él, no importaba la edad que tuviera, para él siempre sería su niña.En ese tiempo que llevaba detrás de Anderson, había descubierto que no era trigo limpio y que andaba metido en negocios fuera de la ley, pero no tenía las suficientes pruebas.Por eso, cuando su hija iba a comprarle las acciones de la empresa de su esposo, él aprovechó para reunirse con Anderson.Robert se negó en rotunda a que