Roger vio salir a Elizabeth y supuso que se marchaba a su casa.Él ya se encontraba instalado en la oficina que había pedido que desalojaran y desde donde tenía una vista inmejorable a la de dirección.Después de lo ocurrido tuvo que pedirle a su asistente que le consiguiera un nuevo teléfono ya que el suyo lo había recuperado, pero estaba destrozado después de la caída desde la azotea.Al menos conservaba el número, aunque después de encenderlo y ver la cantidad de llamadas que tenía de personas que habían visto lo ocurrido, casi prefirió haber cambiado de número, de país y hasta de planeta si era posible.De mujeriego a suicida, ya estaba viendo los titulares.Roger miró el reloj y vio que ya pasaban de las nueve de la noche, los empleados se habían marchado y por las luces que comenzaban a apagarse en los pasillos sabía que debía marcharse a casa.Pero desde que Elizabeth había regresado allí se le caía el mundo encima.La había comprado después de su marcha, ella nunca pudo verla,
Elizabeth ni siquiera se acordaba que ese día llegaba Bastian porque se había acostado con mucha hambre y de malhumor. Y todo se debía a que la noche anterior los ocupas de sus padres y de su suegro se adueñaron de su apartamento, de su sofá, de su televisión y de su comida.La despertó la llamada de su mejor amigo que estaba histérico porque había llegado al aeropuerto y ella no estaba allí para recibirlo.Con toda la rapidez que pudo se arregló y salió para el aeropuerto.Cuando llegó, apenas aparcó el coche comenzó a correr a la terminal.Era tardísimo y todavía le quedaba todo el viaje de vuelta, llegaría con mucho retraso a la empresa y seguro Roger comenzaría a quejarse.—¡Bastian! —le gritó al verlo, pero su amigo la miró con todo ese aire de diva despechada que tanto lo caracterizaba.—Ni me mires, ni me hables, ni me toques, dos horas llevo esperándote —farfulló muy molesto.—Lo siento, te lo juro que no fue a propósito, pero es que me han pasado demasiadas cosas. No seas así
Roger llevó a Alexander a su oficina porque no quería ponerse a dar gritos en mitad de los pasillos.No podía más, aquello ya era demasiado para él.Comenzaba a desear que Elizabeth no hubiera regresado porque verla de esa forma y con tanto odio hacia él lo estaba destrozando.Había cometido un error y era consciente de ello.No hubo un solo día en el que no se lo reprochara a sí mismo durante su ausencia.—¡Me cambiaron por una pulga! —gritó apenas entró a su oficina y cerró la puerta de un portazo.Roger se sentó con tanta fuerza en la silla de escritorio que incluso rodó hacia atrás y chocó con la pared.Alexander lo miraba con una sonrisilla, ¡encima tenía que aguantar las burlas de su mejor amigo!—Hace unos años —comenzó a decir y se acomodó en el asiento con esa actitud de quien ríe el último ríe mejor—. Durante un viaje a Canadá para buscar a mi supuesta esposa muerta.—¡No vamos a comenzar a sacar los trapitos sucios! Calladito estás más guapo —dijo, pero su amigo no le hizo
—Siento decirte que tu maridito es gay, ¿viste cómo tenía sujeto a ese vikingo? Hasta las piernas me temblaron cuando los vi, lo que yo daría por estar en medio de semejante dos machos.Elizabeth hizo un mohín con los labios y entrecerró los ojos.—Mi marido no es gay, solo es muy aseado y le encanta arreglarse más que a cualquier mujer, pero eso no lo hace gay. Tu radar está atrofiado —se quejó, ella sabía de sobra lo mujeriego que era ese desgraciado.Bastian suspiró con cansancio.—Si me falla es porque estoy agotado del viaje y en lugar de llevarme a tu casa para que descanse me trajiste hasta aquí, pero no me quejo, si no hubiera venido no habría visto semejante despliegue de masculinidad y hormonas gay reprimidas entre esos dos portentos de hombres.—¡Qué no es gay! —gritó ya exasperada.Su amigo fingió un escalofrío y formó una cruz con ambos dedos índices.—Sal de ella, Satanás, la ha poseído el espíritu de los celos y ahora no quiere compartir.—Deja de decir tonterías y mejo
Elizabeth llevó a su amigo al apartamento, sabía que estaba cansado del viaje y además quería asegurarse de que su hijo estuviera bien.Andy no estaba acostumbrado a pasar tanto tiempo separado de ella y Elizabeth también lo extrañaba mucho.Cuando su hijo vio a Bastian, la alegría del pequeño fue palpable y eso la dejó un poco más tranquila.Tras asegurarse de que todo estaba bien y que su amigo le dijera que no se movería de allí porque iba a dormir dos días seguidos, Elizabeth le dio instrucciones a la niñera y se marchó de nuevo a la empresa.Si quería que aquello funcionara debía ponerse en serio a trabajar.Horas después, Elizabeth había perdido la noción del tiempo y aún continuaba ensimismada detrás de la computadora.Roger había descuidado mucho la empresa desde que ella se marchó.Al mirar el reloj se percató de que ya eran más de las diez de la noche.Había estado tan entretenida que ni siquiera el hambre la había avisado de la hora.Elizabeth apagó todo y se dispuso a sali
Cuando Roger la besó de nuevo comprobó que todo lo que había sentido en el ascensor no se lo había inventado.Todas las veces que gritó que lo odiaba era una mentira que necesitaba creerse ella misma, la realidad era que continuaba muy enamorada de él y eso le daba la posibilidad de continuar haciéndole daño.Él la abrazó contra su cuerpo y le sostuvo la nuca con la mano, no quería que se escapara y Elizabeth, en ese momento, se le había olvidado que debía salir corriendo de allí.En lugar de huir le pasó los brazos por el cuello y entreabrió los labios para que la besara como si el mundo se fuese a acabar ese día.Un gemido resonó en la oficina cuando sus lenguas se entrelazaron, se querían devorar uno al otro como si les faltara la vida si no lo hacían. Roger enredó la mano en su cabello y se lo terminó de liberar.Su cabello cayó libre por la espalda, de la misma forma en la que ella se sintió en ese instante en el que estaba en sus brazos.Su esposo solo le había pedido un beso y
Elizabeth amaneció en el sofá y con el mismo malestar que tendría si se hubiera marchado a beber la noche anterior.Cuando llegó a su casa, la niñera ya había dormido a su hijo y Bastian, por los ronquidos que daba, parecía que no despertaría en una semana.Tras lo ocurrido, en lugar de estar feliz porque había estado con el hombre que amaba, se sentía horrible por haber permitido lo que tanto dijo que no volvería a pasar.Se sentó en la sala y miró sus piernas, sus brazos, el vientre plano, ahora sí podía acostarse con ella sin estar pensando en otra.Tenía sentimientos encontrados rabia hacia sí misma y tristeza por haber tenido que cambiar para que de verdad él la mirara de otra forma.A eso debía agregarle que tenía hambre, demasiada y todo por los nervios acumulados.Se dirigió a la cocina y descubrió que su amigo antes de ponerse a roncar había comprado todo un alijo de dulces.La bolsa estaba allí, frente a ella, parecía gritarle que podía abrirla y agarrar solo uno, nadie se i
Elizabeth entró a su oficina casi corriendo.Ver a Roger después de lo ocurrido la noche anterior la había alterado mucho y ya no sabía cómo comportarse frente a él.Una parte de ella quería lanzarse a sus brazos y que le mintiera de nuevo, que la hiciera creer que le importaba y otra, la que se castigaba a sí misma, estaba muy avergonzada por haber sido tan débil.Ese hombre la tenía en sus manos y ella no pensaba demostrárselo.Podía fingir que no le afectaba, que tenía la facilidad de acostarse con él o con otro sin que eso le provocara el mínimo sentimiento.Se tenía que repetir una y otra vez que lo que ocurrió la noche anterior fue solo sexo.Para colmo, su amigo, que se suponía que iba a acompañarla y cuidarla, había decidido que un trabajo decente comenzaba después de las diez de la mañana y que él todavía debía continuar durmiendo un poco más.En cuanto estuvo dentro de la oficina se paró en seco.Allí olía al perfume de su marido, estaba tan obsesionada con él que le parecía