Eve se levantó sudorosa y con los recuerdos del sueño todavía palpitando en su mente.Se encontraba temblorosa y asustada, las lágrimas le corrían por las mejillas y sabía, por el dolor de garganta, que había gritado en sueños.Se sentó en la cama y se abrazó a sus piernas. Daba gracias a que su pequeño no estaba en la casa y no había escuchado sus gritos. Eve lloró durante más de media hora, pero le tocó reponerse, levantarse y comenzar a vestirse con rapidez.No tardó mucho en su arreglo diario, su atuendo consistía en el uniforme del trabajo que le llegaba por debajo de las rodillas y la hacía parecer una tabla sin formas, una rebeca verde, un estirado moño recogido en la nunca y un par de ojeras que parecían haber llegado para quedarse.Tras lo ocurrido la noche anterior, no se molestó en intentar parecer más fea, Rob ya sabía que era la mujer que había huido y no tenía sentido ocultarse. Se encontraba muy nerviosa cuando caminó un par de metros para ir a la casa de Adeline y reco
Eve estaba despidiéndose de su hijo antes de entrar a la escuela, se agachó frente a él y le dio un beso en la mejilla tal como hacía todas las mañanas. A Mathew no le gustaba que invadieran su espacio personal, a la única persona que se lo permitía era a ella.—Pórtate bien, ¿de acuerdo? —Su hijo solo asintió, sin decir una sola palabra y mirando en otra dirección.Eve sabía que no lo hacía porque la estuviera ignorando, solo se le dificultaba sostener la mirada. En silencio, su hijo se dio la vuelta y entró a la escuela.Eve lo miró marcharse y se abrazó a sí misma, cada día lo dejaba en la escuela muerta de preocupación y se quedaba atenta al teléfono por si Mathew tenía alguna crisis y le tocaba salir corriendo a buscarlo.La escuela era pequeña, tenían muy pocos profesores y no estaban acostumbrados a tratar con niños con autismo.—Eve, ¿quieres que te acerque a la cafetería? —Lucas interrumpió sus pensamientos.Ella lo miró con agradecimiento, pero subirse al coche con el marido
Cuando Eve llegó a su trabajo lo que no esperó fue encontrarse con que Rob estaba allí, se había adelantado y se encontraba sentado en una de las mesas junto con Harrison. Este último la miró apenas entró por la puerta y ella sintió que la sonrisa que esbozó era una burla hacia ella.«Seguro se lo está pasando muy bien a mis costillas, Dios, qué vergüenza. Rob debe haberle contado lo que ocurrió en el lago anoche», pensó y quiso salir corriendo de allí.Mortificada y sintiendo que todas las miradas eran dirigidas hacía ella, entró con rapidez y se metió detrás de la barra.—Llegas tarde, Eve, no te lo descontaré porque ayer hiciste el turno de noche y debes estar cansada, pero que no se repita —se quejó su jefe y ella asintió con rapidez.Lo que le faltaba, como si cobrara tanto. Si le descontaba algo de su mísero sueldo se vería en serios problemas.—Jason, lo siento, no volverá a ocurrir —dijo colocándose el delantal con rapidez y mirando a su alrededor para ver qué clientes estaban
Rob gruñó ante la interrupción de ese vaquero metomentodo. Se quitó la mano del hombro con molestia y se levantó dispuesto a plantarle cara.Él no se iba a dejar intimidar por su altura, también era bastante fuerte y con lo molesto que se sentía en ese instante, poco le importaba enfrascarse en una pelea.—Lo que yo haga poco te debe de importar, pero si quieres atención, no tengo problema en dártela. —Rob comenzó a alzarse los puños de la camisa cuando Harrison llegó a su lado.—Primo, recuerda la maldición y lo cerca que estás de que la querida muerte llegue a buscarte, no le pongas más facilidades —tras decirlo, miró al vaquero y le dio una palmadita tranquilizadora en el brazo—. Billy, no le hagas caso, se levantó de malhumor y cuando eso pasa la paga con todo el mundo.Billy no dejaba de mirarlo con fijeza y su malestar cada vez fue mayor. ¿Por qué defendía con tanto empeño a Evangelina?Los celos volvieron a hacer acto de presencia y no pudo evitar mascullar:—No me digas que el
Rob salió del coche muy molesto, Harrison lo había llevado hasta un rancho que, según Billy, los dueños llevaban años buscando un comprador. Ni siquiera sabía por qué se le había pasado por la cabeza la estúpida idea de invertir allí.¡No quería quedarse ni un solo minuto más en aquel desierto a la que ni la misma muerte iría porque sería ella la que se moriría de aburrimiento! Pero allí estaba, encantado con lo que veían sus ojos y sin tener la menor idea de qué se suponía que haría él allí.—Por la cara que pones, te gusta —le dijo Billy, colocándose a su lado en el mismo momento en el que Harrison entró para hablar con los dueños.Le habría gustado más acompañarlo y no quedarse solo con ese vaquero que no le caía nada bien, pero su primo insistió en ir primero.—No lo voy a negar, pensé que iba a encontrar una casa toda destruida y un terreno inservible, pero esto es una preciosidad. No comprendo por qué quieren venderlo.—No me refería a la hacienda, aunque sí, tienes razón, si tu
Rob no pudo evitar agarrar al viejo Jason de la camisa y solo se detuvo porque vio el miedo en los ojos del hombre. No podía creer la forma en que había despedido a Evangelina y cómo no se había compadecido de ella.Tras hablar con Billy y que le contara los esfuerzos que hacía esa mujer por sacar a su hijo adelante y las dificultades por las que pasaba, Rob se sintió una basura. También supo que Lucas era el marido de la hija del jefe de policía y no la pareja de Eve.Descubrió que no había mentido y que en realidad solo tenía un hijo y vivía sola. Estaba avergonzado de su comportamiento y de lo que sus palabras habían causado, pero no sabía cómo acercarse a ella sin que volviera a atacarlo como ocurrió en el lago.Terminó por armarse de valor e ir a la cafetería donde trabajaba a pedirle disculpas, pero se encontró con una escena que evitó sus planes. Por ese motivo, ahora estaba actuando como un loco y se llevaba a Evangelina cargada entre sus brazos, a la vista de todo el mundo y
Rob vio como Eve escapaba de su coche incluso un poco antes de que apagara el motor. Al parecer estaba deseando librarse de su compañía y él no iba a rogar por ella ni por nadie.Por más que estuviera preocupado porque la había visto muy mal y se sentía culpable, él tenía un orgullo del que no se pensaba deshacer.—Gracias por traerme —la escuchó decir después de casi caerse por salir con el coche aún en marcha.Al menos estaba tan aturdida que no había preguntado cómo él sabía dónde vivía. No estaba preparado para explicarle que parecía un acosador obsesionado.Rob gruñó un «de nada» e iba a acelerar el coche para marcharse, ya lo tenía cansado y no estaba dispuesto a soportarla más. Aceleraría empujando su pie hasta el fondo para que todo el polvo del camino le cayera encima y se le quitara lo antipática, lo desagradecida y lo amargada.¿Cómo era lo que ponía en el perfil que envió a la agencia matrimonial? Una mustia, eso era, la descripción le iba que ni pintada. Menos mal que ell
Eve había debido perder un par de tornillos junto con su trabajo, porque de otra forma no se explicaba qué hacía entrando a su casa seguida de ese hombre.Definitivamente, se estaba volviendo loca.¿En qué momento se dejó convencer? Rob y ella dentro de su casa… Eso era una muy mala idea. La culpa la tenía Adeline y la presión que ejercía dándole la razón a Rob.«No pierdes nada, Eve, puedes ganar mucho. Pero no lo sigas pensando, que no tenemos todo el día y la novela de las once está por comenzar. ¡Apúrate!», le dijo con todo su descaro.Al final, por no seguir escuchándola, le había dicho a Rob que pasara.—Muy bien, ahora iré a ver mi novela, pórtense mal, que portarse bien es muy aburrido —dijo Adeline antes de cerrar la puerta y dejarlos a los dos a solas en el interior.Eve se quedó mirando el lugar por donde se había ido su amiga porque era incapaz de mirar a Rob.Él la ponía muy nerviosa.—Al parecer tenía prisa —masculló y, por costumbre, alzó los hombros, escondió el cuello