CAPÍTULO 28

¡Por Dios! ¡No sé ni donde esconder la cara! Me alejo de él y bajo la mirada, muy desconcertada por lo que acaba de suceder. Suelta mis brazos despacio, ya que casi caigo al tropezar con su pecho que parece hecho de roble.

—Discúlpeme señorita, yo no miré por dónde iba... —dice aquello, en voz baja y muy avergonzado.

Humedezco mis labios y después de recuperar el aliento, por fin levanto la mirada y me echo a reír.

—¿Qué ha sido eso? —Cubro mi boca con ambas manos—. No te preocupes, fue un accidente. ¡Sentí que me choqué contra un árbol!

Estallamos en risas.

—Casi termina en el suelo, discúlpeme...

Me pide perdón como cuatro veces más, con una carita de culpa que hasta enternece. Me pregunta a dónde iba y se ofrece a acompañarme para ayudar con las bolsas, obviamente yo no me niego, su ayuda me viene de maravilla. Compramos unos bizcochos, galletas y una bolsa del café en grano favorito de mi padre, le prometí que se lo compraría en la tienda orgánica qué está muy cerca de aquí.

Regre
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