HOLA, DÉJAME TUS COMENTARIOS O RESEÑAS GRACIAS POR LEER REGÁLAME TU LIKE EN EL CAPÍTULO ♥
—¡¿Qué estás diciendo, Alma?! ¡Dime que esto es una m*****a broma! —explotó Bernardo, su voz cargada de furia, y sus manos temblaban de impotencia.Alma, sin embargo, no se inmutó. Sus ojos brillaban con una determinación que Bernardo no había visto antes.Lentamente, una sonrisa irónica se dibujó en su rostro.—No es una broma. Esta es la verdad, Bernardo. No me casaré con un traidor que ama a Mora. Eres un cobarde, un hombre incapaz de tomar una decisión, y lo peor de todo… es que me usaste. —dijo Alma, con la voz baja, pero firme, como si cada palabra fuera un golpe rotundo en el corazón de Bernardo.La sala quedó en un profundo silencio.Cada uno de los presentes contenía la respiración, como si pudieran sentir la tensión palpable en el aire.Bernardo, sintiendo cómo su control se desmoronaba, apretó los dientes. Su ira crecía por dentro, pero sabía que perder la calma solo lo haría ver débil.Tenía que mantener la compostura, al menos por ahora.«No debo romper mis lazos con los A
Al salir de la iglesia, los novios no se detuvieron a recibir las típicas felicitaciones.En lugar de eso, subieron rápidamente al auto junto a la pequeña Florecita, y se marcharon, dejando una estela de incomodidad en el aire.El acto de desdén de Alma golpeó a todos como una sombra, y el silencio que siguió a su partida parecía más pesado que cualquier palabra no dicha.Franco, viendo la escena desde la distancia, sintió una creciente ansiedad que le oprimía el pecho.Quiso correr tras ellos, pero las palabras de Suzy lo detuvieron.—No lo haré, hasta que entienda qué está pasando con nuestra hija —dijo, con una furia contenida, mientras sus manos se apretaban en los puños. —Ella no puede actuar de esa manera, Suzy. Hace apenas unos días amaba a Bernardo, ¿y ahora lo desprecia, lo humilla frente a todos en el altar?Suzy lo miró con angustia. Aunque también se sentía perdida, confiaba en Alma, en la fuerza que siempre había mostrado, en la certeza de que su hija sabía lo que hacía.E
Pronto, el animador llamó a los novios para bailar su primer vals.Salvador y Alma se miraron. Sus ojos reflejaban ansiedad.—No soy buen bailarín, no quiero avergonzarte —dijo SalvadorAlma esbozó una sonrisa—Yo tampoco soy una experta. Pero si hacemos el ridículo, lo haremos juntos —respondió con una risa suave, y Salvador no pudo evitar relajarse un poco.La niña, que observaba desde un costado, saltó hacia ellos con una risa contagiosa.—¡Tú puedes, hermanito! Como la Cenicienta y el Príncipe Azul; uno, dos, uno, dos —dijo con su pequeña voz, bailando alrededor de ellos con alegría inocente.Salvador y Alma se miraron, un momento de complicidad, y la risa de la niña hizo que se sintieran más unidos, aunque el nerviosismo seguía latente en sus corazones. Los padres de Alma se acercaron en ese instante.—Vayan a bailar, cuidaré de esta pequeña —dijo Suzy con una sonrisa llena de ternura, mientras la niña la miraba con ojos brillantes de curiosidad.—¿Usted será mi abuelita? —pregunt
Mora y Darrel llegaron a casa.—Estoy preocupada por Alma —dijo Mora, su voz temblando ligeramente, pero intentó mantener la calma. Su mente seguía atrapada en los eventos del día—. ¿Quién era ese hombre? ¿Cómo pudo casarse por despecho?—Ella va a estar bien —respondió—. Creo que Salvador es un buen hombre. Y, además, no es la primera boda por venganza que termina bien, ¿Verdad?Mora soltó una risa amarga, sabiendo que las palabras de Darrel pretendían consolarla.—Lástima que las bodas obligadas no sean igual de exitosas, ¿Verdad? —dijo ella con un tono sarcástico, la ironía teñida de un dolor palpable.Las palabras de Mora le dieron a Darrel un golpe directo en el pecho.Sintió como si una daga se hubiera hundido en su interior, provocando una punzada aguda que no podía ignorar.Mora, al notar la tensión en el aire, decidió marcharse.Subió rápidamente a su habitación, pero Darrel la siguió, arrastrado por una necesidad de resolver lo que no podía callar.En la habitación, Mora come
Salvador no respondió.Con la mirada fija y el rostro tenso, corrió hacia la puerta, dejando a Alma completamente desorientada. La rabia comenzó a hervir en su pecho, un nudo de frustración apretó su garganta.Sin pensarlo más, decidió seguirlo.No podía soportar ese vacío doloroso que crecía dentro de ella, ese sentimiento de traición que la consumía.—¡No son celos, solo me dan rabia los traidores! —murmuró, enojada, mientras bajaba las escaleras con cuidado para no despertar a Florecita.Al llegar a la puerta, escuchó las voces elevándose en la cafetería.El sonido de un hombre hablando con dureza la hizo detenerse en seco.—¡Vete, Simona! ¡No quiero verte, ¿no te ha quedado claro?! —gritó Salvador, su tono frío y cortante.Simona, la ex de Salvador, le respondió con desespero, su voz quebrada por la rabia.—¡¿Por qué estás con esa?! Dicen en el barrio que te casaste, ¿es cierto? —preguntó, la incredulidad y el dolor en sus palabras.Salvador la miró fijamente, sus ojos tan fríos co
Los hombres salieron corriendo en un caos absoluto, el disparo aun resonando en el aire como una amenaza latente.Alma, con el corazón en un torbellino de pánico, corrió con toda la fuerza que sus piernas le permitieron, buscando desesperadamente a Salvador.Cuando lo vio, un alivio indescriptible la inundó. Estaba allí, maltrecho, pero vivo.Los golpes que cubrían su cuerpo eran solo heridas visibles, pero Alma sabía que lo importante era que él estaba a salvo.No pensó, solo pudo más que lanzarse a sus brazos, abrazarlo con una fuerza feroz.Respiró con dificultad, como si el aire le faltara, pero el contacto con él la hizo sentirse completa, segura, aunque solo fuera por un segundo.Su mirada recorrió su cuerpo, tocando suavemente sus heridas, como si al tocarlas pudiera aliviar su dolor.—¡Dios mío! ¡Estás a salvo! —murmuró, su voz temblando, entre lágrimas y una sonrisa rota.Sus manos se encontraron con la pistola en su mano, recordándole la brutalidad de lo que acababa de pasar
Salvador mantuvo la mirada fija en Franco, su rostro endurecido por la mezcla de rabia y cansancio.Negó lentamente antes de responder, con la voz grave y firme:—No quiero nada, ni un solo centavo. Pero si quiere que esto termine de una vez, hable con su hija. Si ella acepta, le daré el divorcio.Franco apretó los labios, indignado, mientras Alma daba un paso al frente con los ojos ardiendo de ira.—¡Papá! ¿Cómo puedes pedir algo así? —exclamó con la voz quebrada, pero cargada de rabia contenida.Franco rodó los ojos con exasperación.—Les dejo hablar. Si me necesitas, Alma, estaré en casa.Alma, incapaz de ocultar su frustración, apretó los puños y lo enfrentó.—Alma recupera la cordura y vuelve conmigo a casa —suplicó Franco.—¡Esto es mi casa! Esa “casa” que tanto defiendes no es más que una jaula disfrazada de hogar. No volveré.Franco frunció el ceño, su tono se volvió helado.—No lo entiendes, Alma. Mira este lugar. ¿Sabes qué quiere este hombre? ¡Dinero! Conozco a personas com
Bernardo estaba furioso.Sus pasos resonaban pesadamente en el pasillo mientras maldecía entre dientes.Elinor, desesperada, había acudido a él en busca de ayuda, pero su respuesta fue tajante y cruel.—Si vuelves a nombrarme, Elinor, te arrepentirás de haberme conocido.Elinor retrocedió, temblando.Su miedo era palpable, y con un movimiento torpe, recogió sus cosas y escapó. No podía arriesgarse a enfrentarlo de nuevo.Sin embargo, su breve encuentro con Bernardo fue suficiente para cambiar el rumbo de los acontecimientos.Un hombre con porte discreto se acercó a Bernardo y le entregó un teléfono móvil.—Aquí está, señor. Las fotografías que pidió están almacenadas en un álbum oculto del teléfono. Nadie podrá verlas a simple vista.Bernardo sonrió con una satisfacción perversa y tomó el teléfono.Se dirigió hacia Mora, quien, ajena a la situación, hablaba con unos colegas.Se inclinó y colocó el dispositivo en el suelo frente a ella.—Mora, ¿podemos hablar un momento? —preguntó, con