Domingos libres.

—¿Sucede algo amor? Llevas unos días de mal humor.

—Sabes bien lo que me sucede. Odio verte en compañía de esa amiga tuya. ¡April o cómo se llame!

—No entiendo tu desprecio hacia ella. ¡A ver! ¿Qué te molesta de ella?

—No tienes que entender nada, aquí lo único que tienes que hacer es elegir su tonta y estúpida amistad o tu matrimonio conmigo.

—Siendo así me obligas a elegir su amistad, pues no creo para nada, en un hombre que promete darme todo e inicia quitándome lo que me hace feliz y hablando solo de estúpidas reglas.

—Piensas igual que ella, ¿cierto?

—No entiendo lo que me quieres decir y estás muy exaltado.

—¡Piensas que soy un anciano y que solo debo complacerte en todo!

—No voy a dejar que me trates mal, ni me humille bajo ninguna circunstancia. Si deseas de verdad hablar conmigo lo vas a hacer después de que te calmes.

Se marchó y lo dejó solo en la habitación. Ella estaba muy enojada e indignada por el trato que estaba recibiendo por parte de su marido. Entendía, que un sug
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