Capítulo 4
Con la pérdida del proyecto, también se fue el poquito de cariño que me quedaba por Wyatt.

Solté el aire con fuerza, tragándome la rabia que tenía atorada en el pecho.

Esa noche era cuando por fin conocería a Joshua. Por lo que no pude evitar sentir un poco de nervios. Después de todo, en mi vida anterior… él también había sido mi tío político.

Respiré hondo, decidida a hacer las cosas bien esta vez. Aunque no lograra caerle bien, al menos, no quería que me tuviera rabia.

Me arreglé con cuidado y, satisfecha con lo guapa que estaba, salí de la casa.

Apenas llegué al aparcamiento, empecé a oír unos jadeos, y rápidamente seguí el sonido con la mirada, hasta toparme con un auto negro que se movía a ritmo de escándalo.

Reconocí la placa al instante.

Era el de Wyatt.

Por la ventana entreabierta, vi a Callista con los ojos perdidos, entregándose sin vergüenza en los brazos de Wyatt. Él la acariciaba con buen ritmo, suspirando contra su piel.

Aunque ya me daba igual, esa escena me revolvió el estómago.

Callista me vio y, con una sonrisita cargada de soberbia, se le colgó de Wyatt y lo besó con descaro.

En el silencio del garaje, sus gemidos y el ruido de sus bocas al besarse se escuchaban como si estuvieran conectados a un altoparlante.

Aguantándome las náuseas, me fui directo a mi coche.

Sin embargo, justo cuando encendía el motor, los dos se bajaron del carro de Wyatt y se acercaron a mí.

—¡Ay! ¡Hermana! —dijo Callista, haciéndose la mosquita muerta, todavía con la cara toda roja y justo después de su último gemido.

Al escuchar mi nombre, Wyatt mostró una expresión de incomodidad. Pero yo no me detuve. No pensaba darles el gusto. Por lo que, apreté el acelerador y me largué sin mirar atrás.

Al pasar cerca de él, noté que en su cinturón colgaba una tanga. Sí… ropa interior de mujer.

En el camino, pasé por un centro comercial. Compré regalos para los mayores de la familia Martino y preparé uno especial para Joshua.

Cuando llegué a la antigua casa de los Martino, me topé de frente con Wyatt.

Se apuró a acercarse, como si quisiera decir algo, pero al ver la caja que llevaba en las manos, su expresión de vergüenza se transformó en burla… y luego en sarcasmo.

—Pensé que estabas enojada, pero ya veo que me fuiste a comprar un regalo… Eres tan patética —dijo, intentando agarrar la caja que llevaba en las manos.

Pero yo esquivé su mano por reflejo.

—No es para ti, imbécil—le solté sin rodeos.

Él prendió un cigarro y habló con esa voz seca que ya conocía demasiado bien:

—Viste nuestra pequeña fiesta, ¿no? Callista será mi esposa. Todo esto siempre fue suyo. Si fueras un poquito más lista, tal vez me habría dado lástima y te habría hecho feliz un par de veces.

Sus ojos me recorrieron de arriba abajo con una mirada sucia, y sentí un escalofrío de puro asco.

Estaba por irme, cuando me agarró del brazo y, con seriedad, me dijo:

—Esta noche viene el tío Joshua, no vayas a hacer ninguna idiotez. Después de la cena familiar, irás a pedirle disculpas a Callista. Si en serio quieres casarte, empieza a comportarte como una adulta.

Ni siquiera me dejó contestar, sino que se dio la vuelta y se marchó.

Lo miré alejarse… y me largué a reír con ironía, pensando que muy pronto vería si de verdad haríamos una boda.

Con esto en mente, entré al comedor. Todos los mayores de la familia ya estaban sentados, menos Joshua Martino.

Había un lugar libre al lado de Wyatt, pero lo ignoré y me senté en la silla vacía junto a la cabecera.

Wyatt, molesto al verme ahí, se sentó al lado mío.

—Elena, ¡ese asiento es del tío Joshua! —espetó, de manera autoritaria—. ¡Ve a tu lugar y deja de hacer estupideces!

Estaba por contestarle cuando una voz grave interrumpió:

—Perdón por la demora.
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