El lunes en la mañana los encontró en brazos del otro, sus piernas entrelazadas, sus cuerpos desnudos con marcas evidentes de la pasión acumulada y con sonrisas cómplices en los labios.Denzel besó su frente, apretándola más contra su cuerpo, perdió la cuenta de las veces que lo hicieron, el día y la noche se conectaron en un ciclo sin fin del que lamentó escapar cuando ambos se quedaron dormidos debido al cansancio.Estella le sonrió con algo de vergüenza, el sonrojo en sus mejillas encendió de nuevo su deseo, haciendo que Denzel se lanzara de nuevo a una nueva comunión de sus carnes, ella lo detuvo, dándole un golpe en el pecho, que no tuvo fuerza porque estaba exhausta.—¡No! Debo trabajar… —le recordó ella, tratando de alejarlo.—No, quédate conmigo… —pidió él, ahogando sus palabras con besos.—Denzel, tengo una responsabilidad…—¡No me importa! —la interrumpió, forzándola un poco más hasta que su cuerpo respondió a sus caricias y él se introdujo dentro de su apretada cavidad—. Qu
Aurora tomó su tercera taza de café y miró por la ventana del local esperando ver el momento en que Denzel llegara.Aunque pautaron de verse a las cinco de la tarde, ella llegó una hora y media antes, entre otras cosas, porque la ansiedad la estaba carcomiendo desde la noche anterior y no pudo esperar tranquila en su casa ni en su trabajo.Por más que lo intentó, no logró deshacerse de esa sensación de inminente desastre, pensó en todos sus esfuerzos desde que llegó y no pudo evitar analizar al detalle, en busca del momento en que todo salió mal.Al principio pensó que su plan saldría perfecto, incluso con la doctora Cass en el medio, solo le pareció daño colateral al que solo tendría que compensar para no acumular mal karma. No lo haría de forma directa, simplemente haría que le llegaran mejores prospectos de trabajo y pavimentarí
A petición de Estella, Denzel no le contó a nadie —excepto Aurora— que habían conectado de nuevo. Sus razones, perfectamente válidas, le hicieron ver que la relación de ambos siempre estuvo bajo el escrutinio de muchas personas. Sin embargo, aunque aceptó mantener a las masas en la ignorancia, fue intransigente cuando avisó que iba a buscarla al aeropuerto.Esperando en la sala VIP de la aerolínea —Denzel cambió el asiento de Estella de clase ejecutiva a primera clase— sintió una profunda emoción de tenerla pronto entre sus brazos, por eso miraba atentamente la entrada, por donde un reducido grupo personas comenzaba a arribar.Cuando la vio entrar a la sala, experimento un sacudón de felicidad que le sorprendió, fue una emoción nueva, pero al mismo tiempo conocida, que sintió en más de una ocasión estando con Aurora en su &eacut
El fin de semana llegó y Denzel no perdió el tiempo, el sábado por la tarde apareció en el departamento de Estella y la invitó al cine. Ella aceptó, entre otras cosas porque no tenía planes y también porque desde la conversación sobre Aurora, Estella se sentía secretamente emocionada, deseaba probar un poco la dinámica de los dos “de manera oficial”.Aunque llegaron temprano con el fin de ir a cenar después de la función, ambos se tomaron su tiempo escogiendo la película; en ningún momento desde que salieron hasta la entrada a la sal, Denzel soltó su mano, manteniendo los dedos de ambos bien entrelazados, como si temiera que la gente a su alrededor no se diera cuenta de que estaban juntos.La función empezó, ambos se dejaron atrapar por las escenas, pero en determinado momento, pareció que para él, la película perdió todo el interés.Sumidos en la penumbra, Estella apenas podía concentrarse en la pantalla; desde hacía más de veinte minutos sentía la mirada de Denzel sobre ella.Él, po
El viernes por la noche, Denzel le avisó con un mensaje de texto la dirección de la mansión que sus socios alquilaron para hacer la fiesta.El sábado en la mañana, un repartidor apareció en la puerta de Estella, entregándole un ramo de flores y una caja de regalo. Al abrirla, tuvo que contener un jadeo, sobre un cojín de terciopelo azul rey descansaba un juego de aretes, collar y pulsera de zafiros amarillos engarzados en piezas de platino. Cuando se miró al espejo, probándose el zarcillo en la oreja, se dio cuenta que las piedras acentuaban el color de sus ojos.Suspiró, Denzel nunca tuvo fallas en el departamento de detalles, pero mientras estuvieron juntos, sus opciones siempre fueron las más obvias y seguras: diamantes, perlas, zafiros. El tipo de piedras que combinaban con todos y con todo.Pero en ese momento, por primera vez, Denzel le obsequiaba algo que resaltaba una cualidad de ella.Ese mismo día en la tarde, las cuatro amigas se reunieron para prepararse; todo el proceso d
La música y las risas llenaban la atmósfera acentuando el ambiente festivo del momento, que habría sido fantástico de no haber aparecido Aurora.Delante de la pareja, Denzel intentaba mantener la compostura, en especial porque no deseaba que Estella pensara algo incorrecto, en el fondo, agradeció en su corazón que la rubia apareciese en su fiesta del brazo de Eric, de ese modo, Estella sabría que, en verdad, no había nada entre ellos dos, ni tampoco esperanzas de reconectar en el futuro.A pesar de ello, la tensión era palpable en el pequeño círculo que conformaban Denzel, Estella, Aurora y Eric. Mientras los dos hombres, acostumbrados a arduas batallas en el mundo de los negocios mantuvieron una actitud estoica, Estella sonrió de manera contenida, luchando contra la incomodidad de estar frente a la mujer que había sido, en algún momento, más que una sombra sobre su
El grupo de Estella subió las escaleras entre risas y bromas. Alice, parecía haber recibido una inyección de adrenalina.—¡Espera que la vieja Roxie se entere! —exclamó emocionada—. Después de que lo bese y lo abrace le va a dar el sermón de su vida, ja, ja, ja —Alice produjo una expresión de extremo placer, Estella negó con la cabeza y lamentó la suerte de los Taylor, pues la abuela Roxanne, era todo, menos una anciana dulce y cariñosa.—Oh, Dios, el terror de la abuela Roxie —se quejó Mona, recordando viejos tiempos.—La abuela es cool —aseguró Rani—, al menos es mejor que mi abuela.Los chistes continuaron, Estella se preguntó si al pobre Denzel le estarían zumbado los oídos en ese momento.—Lo digo en serio —insistió, ajustándose la falda mientras
El pasillo del hospital estaba sumido en una tensa quietud, interrumpida únicamente por el eco de los pasos apresurados del personal médico y el murmullo de voces lejanas. Denzel apoyaba la espalda contra la fría pared, su teléfono pegado al oído mientras intentaba, una vez más, comunicarse con Estella. El tono de llamada repicaba una y otra vez, pero no había respuesta.Frunció el ceño, sintiendo cómo la preocupación crecía dentro de él. Era el décimo intento, y cada vez que la llamada caía al buzón de voz, sentía un peso más grande sobre sus hombros.«¿Por qué no responde?»En ese momento, una presencia familiar lo sacó de sus pensamientos. Los señores Carlson llegaron con paso decidido, irradiando autoridad incluso en medio del caos. El señor Carlson, con su cabello plateado perfe