¿Qué opinan de Dani? ¿Qué creen que le pasó para que su cerebro le haya hecho olvidar todo lo que vivió? Siento penita por ella, porque de repente, todo lo que conoce es una falsa, y al parecer, ella fue la única monja consagrada real en ese convento que llamó hogar... Déjenme sus comentarios.
DANISHKA.El almuerzo fue tranquilo, pero la preocupación invadió mi mente cuando el hombre llamado Saúl, llegó sin Marta. No me importaba lo que tuviera que hacer para ir a buscarla, pero yo lo haría, sea como sea.Se lo advertí, que ella no estaba bien, pero me aseguró que no haría nada si no estuviera en peligro real. ¿Y cómo lo sabría si está aquí, sentado bebiendo su maldito wisky?Me escabullí entre las sombras, y logré pasar desapercibido de los guardias, que ni siquiera me han notado en la oscuridad entre las plantas. Trepé como un gato esa muralla alta, pese a tener ciertas dificultades con la sotana, y logré marcharme. Corrí todo lo que mis piernas daban, porque debía asegurarme de que ella estuviera bien, de lo contrario, no estaría tranquila.De repente, me di cuenta que estaba fuera de la mansión de Roman, y que era libre. Sonreí victoriosa por mi gran ingenio, aminorando mis pasos bajo la luz de la luna.— Lo hice… no fue tan difícil como creí que sería. ¡Ja! — farfullé
DANISHKA.— No me toques. Esto es por tu culpa — grité, apartándome para acercarme al cuerpo inerte de Cristinne —. Si tu no hubieras aparecido, nada de esto hubiera pasado… ahora…— Danishka…— Ahora me he convertido en una asesina, igual que tú. Tengo mis manos manchadas de sangre — presioné la herida, y miré los ojos abiertos sin vida de mi hermana. Aun así, no quería su muerte en mi cabeza —. Resiste por favor, Cristinne. No puedes morirte.Pero era imposible resucitar un corazón que ya no latía, y yo fui la causante de esa muerte espantosa.— Lo siento — escuché en un susurró, mientras me desplomaba en el frio suelo. Levanté la mirada, para vero con ojos abatidos —. No eres una asesina.— Jefe, debemos irnos de aquí. Los rusos se acercan — manifestó su mano derecha, y Roman se puso de pie.— Vamos. Aquí no estás segura — dijo, pero yo estaba reacia a ir con él.— No iré contigo. Prefiero morir a seguirte — gruñí.Roman tenía las manos hechas puños, y sabía que el tiempo se agotab
DANISHKA.Con el corazón abatido, la mente envuelta en un mar de pensamientos, y una culpa aplastándome, me quedé sola en la habitación que Roman me había dado. Habíamos logrado escapar de los rusos, que resultaron ser gente de un clan enemigo de mafiosos.¿En qué momento mi vida vino a caer en manos de la mafia?Sin embargo, no era eso lo que me tenía afligida, sino la decisión que debía tomar en este momento. Estaba parada en frente al espejo, mirándome fijamente, mientras luchaba con las ganas de gritar. Eran gritos silenciosos lo que salían de mis ojos, tristes y rendidos. Mi vida había cambiado, y debía asumir la responsabilidad de mis actos.Ya no era digna de llevar puesto esta túnica. Había decidido dejar atrás la túnica que me había acompañado durante años, el hábito que me había definido como monja y como mujer de fe. Era un paso importante, un cambio radical en mi vida, y aunque sabía que era lo correcto, el peso en mi corazón era palpable.Tomé una respiración profunda
DANISHKA. Cuando una vez más, me he quedado sola, sin que nadie me moleste, comencé a guardar en una bolsa aquellas prendas que creí, los llevaría puesto hasta el final de mis días; sin embargo, aquí estoy guardándolo o pensando en cómo enterrar esta parte de mi vida. Enterrar… ¿Cómo la parte de mi vida que no recuerdo? Bufé mentalmente, y con la bolsa en mano, salí de mi habitación, sin embargo, me detuve a medio camino, porque esto era algo que quería hacerlo sola. Volví a mi habitación, bajé la bolsa, y salí. Llegué al comedor, donde todos estaban presentes, sus hombres más cercanos, mi mejor amiga y Roman, sentado en la cabecera. A su mano derecha, había un asiento libre, que imagino es para mí, pero también, había asientos libres en otros lugares. En ese momento, alguien más ingresa en la estancia. Un hombre, de unos cuarenta años, ya con algunas canas enmarcando su cabello, y su barba. Al verme, pareció sorprenderse, pero luego, me fulminó con los ojos y caminó al lugar que
DANISHKA. Pasé horas vagando por el jardín, hasta que la noche llegó, dejando que la fresca brisa acariciara mi rostro y susurrara secretos al oído de mi alma. El jardín, sereno y apacible, se transformaba en un santuario de contemplación y reflexión bajo la luz de la luna. Pero esta noche, no era la paz lo que buscaba. Era algo más profundo, más oscuro, más urgente. Había una tormenta que rugía en lo más profundo de mi ser, una tormenta de confusión, dolor y desesperación. Principio del formulario Finalmente, había tomado una decisión. Me había acercado a una de las empleadas, sintiendo las miradas escrutadoras sobre mí, y le había pedido que encendiera una fogata. Podía sentir el escepticismo en el aire, la desconfianza hacia mis intenciones, pero no me importaba. Necesitaba este fuego, esta purificación. — ¿Qué piensas hacer, señora? — preguntó la empleada, con una mezcla de curiosidad y precaución en su voz; sin embargo, yo no lo quiero muerto, porque lo necesito para entender q
ROMAN.Habían pasado un montón de cosas, situaciones, que casi llevan a la locura a Dani, y la entiendo, porque viví la desesperación en carne propia, aunque debo admitir que no tanto como ella, que su mente había bloqueado parte de sus recuerdos tristes, y ahora tenga que dejar su vida atrás por segunda vez.No voy a negar que la culpa me carcome la mente. Al principio tenía la intención de marcharme de aquí, lo cual sería absurdo, porque ya el peligro está rodeándonos, y no puedo abandonarla por segunda vez. Ella no se merece este mundo, y tampoco se merece el mundo en el que vivo.Danishka se merece el cielo; merece flores y chocolates, un hombre que la contemple en toda su magnitud; un hombre que la corteje como una dama, y haga que la tristeza, desaparezca de su vida. Merece un amor bonito, un amor que yo nunca podría darle.La amo en todo su esplendor, y la admiro por su resiliencia ante la vida que le ha tocado vivir.Por eso, frente a esta fogata, me permití aceptar que no soy
DANISHKA No creí que fuera capaz de hacer aquello, pero mi mente no estaba conectada con mi cuerpo en ese momento, y actuó por puro impulso. Hasta ahora, siento el cosquilleo sobre mis labios, causados por su barba creciente. Estaba tan guapo el día de hoy, y eso no mejora mi estabilidad para con mi propósito. No puedo sentir nada por él, aunque sea casi imposible evitarlo, si todos los días nos cruzamos, y todos los días está tan sexi. Quizás, debería cambiar mi forma de vestir. Usar algo más flojo, así no lo hago caer en tentación, porque eso existe. El diablo nos rodea constantemente, más en un mundo como este. — ¿En qué piensas? — preguntó su mejor amiga. — En que la maldad nos rodea. El diablo está presente en un mundo como este. — Marta arqueó la ceja, y luego frunció el entrecejo —. Aquí la tentación abunda. Mi mejor amiga sonríe, al parecer comprendiendo mi dilema. — En eso tienes razón. Ya estuve a punto de caer en varias ocasiones desde que me metí en esto. — ¡¿Qué?!
DANISHKA.¿Cómo que soy detestable?¿Qué rayos quiso decirme?Pero, cuando me di cuenta de sus palabras, él ya había desaparecido, y no tuve el tiempo de preguntar, como conoció a mi madre; aunque, pensándolo bien, si Roman los conocía, ¿por qué él no?Sin embargo, ¿por qué decía que mi madre era detestable?— Dani, ¿qué estás haciendo ahí? — La voz de Marta me trajo de vuelta al mundo. La miré confundida, y observé el libro en mi mano —. ¿Quieres leer? Nunca pierdes la costumbre.— No… solo lo vi y lo tomé. No llama mi atención — respondí.— ¿Quieres salir a dar una vuelta?— ¿Qué sabes de la madre Superiora y las hermanas del convento? — pregunté de golpe.El rostro de mi mejor amiga se contrajo, y la seriedad junto con la confusión invadieron sus ojos.— No tengo idea. No es como que estamos aquí mucho tiempo, Dani. Apenas y me estoy adaptando igual que tú — respondió.— ¿No crees que nos ocultan información que merecemos saber? O sea, sé que mi cabeza está algo descompuesta — digo