DANISHKA. Cada una de las palabras de Marta, hacía que mi mente diera vueltas y vueltas. Es que no quería creer que fuese real. Necesitaba pensar, salir a caminar, volver al único hogar que conocía. No podía ser que mi vida cambiara tan drásticamente de la noche a la mañana. Llevaba una vida tranquila. Una vida… aburrida y sin emociones. Era una monja consagrada a mi Dios, y ahora, en menos de una semana todo había cambiado a mí alrededor. La situación había cambiado entre nosotros, y no podía permitirlo. Las cosas como son… éste hábito me daba calor, y, aunque es un pecado desear quitármelo, era imposible mantenerlo en mi cuerpo. Lo arrojé en la cama y lo miré, y luego comencé a negar repetidas veces. — ¿Qué estoy pensando? — pregunté en voz alta, mientras lo volvía a tomar con las manos, para cubrir mi cuerpo con ella —. Esto está mal. Está muy mal, Dani. Me acerqué al espejo, y me miré a los ojos, mientras cubría todo mi cabello debajo del velo. Miré el pequeño prendedor y so
ROMAN.Lo más difícil que he hecho en toda mi vida, es tenerla cerca y no poder tocarla. Mirar sus ojos, ver su cuerpo, hicieron que todo el mío reaccionara, pese a que estaba inconsciente, pero estaba bien. Ella estaba bien.Asustada, pero bien.Sigo pensando que fue lo que pasó, que la llevó al punto de enterrar aquellos recuerdos.¿Qué fue lo que pasó después de mi partida?Marta, por su parte, no sabe nada. Solo recuerda que habían traído a una chica nueva, completamente inconsciente. Tenía los ojos apagados, como si estuviera perdida, y un día, se levantó como si todo rastro de lo que lo atormentaba desapareció, y se convirtió en una de las novicias que más destacaba, que comenzó a carrear enemigas, porque sí; en ese convento las monjas no son monjas en realidad, a excepción de Marta y mi pajarita.— ¿Qué tanto piensas?— En ella… solo pienso en ella — respondí —. Me cuesta creer que se haya convertido en eso, después de amarnos tanto.— Eran unos niños, Roman. No sabemos por lo
DANISHKA Me encontraba sentada en el borde de mi cama, sosteniendo entre mis dedos el pequeño broche de águila que Roman me había obsequiado horas atrás. Era una pieza de oro delicadamente trabajada, con los ojos del águila tallados en diamantes que parecían destellar con cada movimiento de luz. Era hermoso, no había duda de ello, pero también era obvio que era costoso. Demasiado costoso para aceptarlo, al menos para mí. Mis pensamientos se dispersaron cuando escuché el sonido de un auto estacionándose afuera. Me puse de pie de un salto, sintiendo un nudo de emoción en el estómago. Corrí hacia la puerta y la abrí justo a tiempo para ver a Roman salir del auto. Sin embargo, la alegría que esperaba encontrar en su rostro estaba ausente. Él siempre tenía una sonrisa en su rostro dibujada, pero esta vez era diferente, y lo odiaba. En su lugar, lo vi con una expresión cansada y fatigada. — Roman, ¿qué sucedió? — pregunté, preocupada, mientras salía al porche para encontrarme con él. Rom
DANISHKA. Volvió a acercarse a mí, y dejó un beso en mi mejilla que me tomó por sorpresa y me dejó congelada; para después simplemente, dejarme sola en la cocina, con las palabras atoradas en mi garganta. Mi mano viajó directamente a ese lugar donde sus labios se posaron, y una renuente de imágenes se reprodujeron en mi mente. » Eres muy bonita, Delaney. « » ¿Crees que nos dejarán estar juntos? «pregunté; pero el joven adolescente, solo se acercó a para besar mi mejilla y sonreírme. Era la misma sonrisa que poseía Roman, y me costaba creer que fuese real todo lo que me había dicho. Minutos más tarde, me encierro a mi habitación, cubriéndome completamente la cabeza con la manta, y una lágrima perdida rueda por mi mejilla, misma que ha sido testigo de aquel beso. Simple, pero complejo. El cosquilleo sobre mi piel, y el deseo de volver a sentirlo; y al mismo tiempo, la desesperación de creer estar haciendo lo incorrecto. Faltando a mis palabras, a mis creencias, a mi elección de vi
DANISHKA.El almuerzo fue tranquilo, pero la preocupación invadió mi mente cuando el hombre llamado Saúl, llegó sin Marta. No me importaba lo que tuviera que hacer para ir a buscarla, pero yo lo haría, sea como sea.Se lo advertí, que ella no estaba bien, pero me aseguró que no haría nada si no estuviera en peligro real. ¿Y cómo lo sabría si está aquí, sentado bebiendo su maldito wisky?Me escabullí entre las sombras, y logré pasar desapercibido de los guardias, que ni siquiera me han notado en la oscuridad entre las plantas. Trepé como un gato esa muralla alta, pese a tener ciertas dificultades con la sotana, y logré marcharme. Corrí todo lo que mis piernas daban, porque debía asegurarme de que ella estuviera bien, de lo contrario, no estaría tranquila.De repente, me di cuenta que estaba fuera de la mansión de Roman, y que era libre. Sonreí victoriosa por mi gran ingenio, aminorando mis pasos bajo la luz de la luna.— Lo hice… no fue tan difícil como creí que sería. ¡Ja! — farfullé
DANISHKA.— No me toques. Esto es por tu culpa — grité, apartándome para acercarme al cuerpo inerte de Cristinne —. Si tu no hubieras aparecido, nada de esto hubiera pasado… ahora…— Danishka…— Ahora me he convertido en una asesina, igual que tú. Tengo mis manos manchadas de sangre — presioné la herida, y miré los ojos abiertos sin vida de mi hermana. Aun así, no quería su muerte en mi cabeza —. Resiste por favor, Cristinne. No puedes morirte.Pero era imposible resucitar un corazón que ya no latía, y yo fui la causante de esa muerte espantosa.— Lo siento — escuché en un susurró, mientras me desplomaba en el frio suelo. Levanté la mirada, para vero con ojos abatidos —. No eres una asesina.— Jefe, debemos irnos de aquí. Los rusos se acercan — manifestó su mano derecha, y Roman se puso de pie.— Vamos. Aquí no estás segura — dijo, pero yo estaba reacia a ir con él.— No iré contigo. Prefiero morir a seguirte — gruñí.Roman tenía las manos hechas puños, y sabía que el tiempo se agotab
DANISHKA.Con el corazón abatido, la mente envuelta en un mar de pensamientos, y una culpa aplastándome, me quedé sola en la habitación que Roman me había dado. Habíamos logrado escapar de los rusos, que resultaron ser gente de un clan enemigo de mafiosos.¿En qué momento mi vida vino a caer en manos de la mafia?Sin embargo, no era eso lo que me tenía afligida, sino la decisión que debía tomar en este momento. Estaba parada en frente al espejo, mirándome fijamente, mientras luchaba con las ganas de gritar. Eran gritos silenciosos lo que salían de mis ojos, tristes y rendidos. Mi vida había cambiado, y debía asumir la responsabilidad de mis actos.Ya no era digna de llevar puesto esta túnica. Había decidido dejar atrás la túnica que me había acompañado durante años, el hábito que me había definido como monja y como mujer de fe. Era un paso importante, un cambio radical en mi vida, y aunque sabía que era lo correcto, el peso en mi corazón era palpable.Tomé una respiración profunda
DANISHKA. Cuando una vez más, me he quedado sola, sin que nadie me moleste, comencé a guardar en una bolsa aquellas prendas que creí, los llevaría puesto hasta el final de mis días; sin embargo, aquí estoy guardándolo o pensando en cómo enterrar esta parte de mi vida. Enterrar… ¿Cómo la parte de mi vida que no recuerdo? Bufé mentalmente, y con la bolsa en mano, salí de mi habitación, sin embargo, me detuve a medio camino, porque esto era algo que quería hacerlo sola. Volví a mi habitación, bajé la bolsa, y salí. Llegué al comedor, donde todos estaban presentes, sus hombres más cercanos, mi mejor amiga y Roman, sentado en la cabecera. A su mano derecha, había un asiento libre, que imagino es para mí, pero también, había asientos libres en otros lugares. En ese momento, alguien más ingresa en la estancia. Un hombre, de unos cuarenta años, ya con algunas canas enmarcando su cabello, y su barba. Al verme, pareció sorprenderse, pero luego, me fulminó con los ojos y caminó al lugar que