Lorenzo estaba sentado en el comedor cuando Bianca entró para cenar, tomó asiento a su lado, la joven se imaginó que no hablarían hasta la sobremesa porque el servicio estaría sirviendo la comida, así que se relajó y se dispuso a disfrutar de la cena. Unos minutos más tarde el timbre de la puerta sonó, extrañada miró a su esposo porque este no le dijo que esperaban a alguien para cenar. Se escuchó un poco alboroto y unos segundos después una mujer espectacular irrumpió en el comedor seguida de una avergonzada doncella de la casa. ―¡Querido! Te he estado llamando toda la tarde para avisarte de mi llegada y no he podido comunicarme contigo. Al parecer la amante había llegado de improviso por lo que Bianca le hizo señas a la doncella para que se retirara. ―Mi hija está enferma, Farrah, he tenido el teléfono apagado, no sabía que llegarías por regla general avisas unos días antes ―explicó Lorenzo sin perturbarse con la presencia de la mujer. ―Quería darte una sorpresa, Amore, pero al
A pesar de sus intenciones, Lorenzo no pudo hablar con Bianca de su salida, porque cuando ella se marchó del comedor, sostuvo una charla con Farrah sobre su situación. No tanto por deberle una explicación, sino para aclararle cual era el lugar que ella desempeñaba en su vida, después de escuchar múltiples quejas y reproches velados estaba demasiado fastidiado de ella por lo que la mandó a dormir. Cuando entró en la habitación Bianca dormía o se hizo la dormida no estaba seguro. Se quitó la ropa y se metió a la cama, aunque generalmente sufría de insomnio esa noche no tuvo ese problema. A la mañana siguiente Gianna se sentía mucho mejor, las medicinas habían hecho efecto durante la noche y la fiebre había cedido. Bianca se alegró de ver a la niña con su carácter habitual. ―¿Mamá, me haces desayuno? ―preguntó recostándose sobre Bianca con ternura. ―Claro que sí, mi pollito, ¿te sientes bien como para acompañarme a la cocina mientras te hago la comida? ―respondió ella acariciando con
Lo que más deseaba Bianca era marcharse de aquel lugar, se sentía incómoda con tantos hombres a su alrededor queriendo llamar su atención y la mirada de desprecio de su esposo solo empeoraba su incomodidad. ¿Acaso Lorenzo pensaba que ella disfrutaba de ser acosada? Tenía ganas de gritarle a él y a todos los hombres a su alrededor que ella no era juguete de nadie, que la dejaran en paz. Bianca no era ninguna tonta, sabía lo que ellos querían, pensaban que acostarse con ella sería un juego divertido. La vida le había dado demasiados golpes, quitándole todo lo que tenía, hasta su posición en la vida, para que también ella perdiera su dignidad y el respeto hacia sí misma por un revolcón con un hombre pasajero. Giró para buscar a Bella y pedirle que se marcharan, su amiga estaba tomando un cóctel que uno de sus nuevos amigos le brindó, terminó el que estaba bebiendo y de inmediato un camarero le puso otro en la mano. Se acercó a ella ignorando las atenciones de las que era objeto por pa
Farrah rechinó sus dientes con rabia cuando vio salir a Bianca corriendo del saloncito, ¿cómo carajo pudo escapar ella sola? ¿Acaso pudo derribar a dos hombres grandes y fuerte? Y encima tumbó a Lorenzo como si nada hubiese pasado. Llevaba a Lorenzo al salón donde había dejado a Bianca con sus amigos, con la excusa de que necesitaba hablar con él a solas por lo que había reservado un lugar para ellos. Lorenzo estaba renuente a ir, había terminado la reunión con el dueño del lugar sin llegar a ningún acuerdo y solo quería tomar a Bianca del brazo y largarse de allí. ―Solo serán unos minutos, necesito decirte algo y en la casa con Bianca y tu niña es difícil hablar ―pidió ella con suavidad. Lorenzo asintió a regañadientes, él también necesitaba hablar con Farrah y era mejor hacerlo allí. Su sorpresa fue muy grande cuando vio salir a Bianca de un salón y correr hacia ellos, pensó que le había ocurrido algo y trató de bloquearle el paso, cuando se dio cuenta estaba en el piso y su esp
―¿Cómo te atreves a llamarme así? ―le gritó Bianca a un sorprendido Lorenzo ―¿Qué sabes tú de mi vida o de mis razones para actuar como lo hago? Ni siquiera sabía que venía a este sitio, Isabella solo me dijo que necesitaba hablar conmigo y no podía negarme porque ella cuida de mi casa. Todos esos hombres a mi alrededor me molestan y me hacen sentir incómoda, por mí puede irse todos al infierno junto contigo, Lorenzo ―Si eso es cierto. ¿Por qué no te marchaste cuando te diste cuenta de que era un club de solteros? ―preguntó Lorenzo con voz peligrosamente baja. ―¿Y dejar sola a mi amiga en este antro? Está ebria por culpa de los malditos cocteles, no permitiré que cualquier malnacido que por rico crea que puede abusar de ella. ―Tú amiga es una cualquier que vino aquí por dinero, si está en este lugar es por su voluntad, sabía a lo que venía. ―Podrá serlo, pero estuvo a mi lado cuando mi mundo se vino abajo y le debo lealtad ―respondió Bianca en voz baja. Con toda la dignidad que pu
Desde la noche del beso y la pelea en el club, Bianca no le dirigís la palabra a Lorenzo, y él solo le dirigía la palabra cuando era estrictamente necesario. La tensión entre ambos era palpable, hecho que no se le escapó, y que de paso preocupó mucho a Gianna, porque a pesar de que era una niña pequeña era lo suficientemente inteligente para entender que las cosas no estaban bien entre ellos. En su inocencia sabía que la posición de Bianca en la casa corría peligro y no quería que su mamá se marchara porque su papá estuviera bravo con ella o no la quisiera. ―Papa, ¿Verdad que mi mamá esta linda hoy? ―Sí, hija ―respondió Lorenzo sin mirar a Bianca. Gianna se desinfló, en la mañana le había pedido panquecas con chispa de chocolate a su mamá y como siempre la complació. ―Mamá. ¿Dónde está el plato de papá? Bianca puso un plato frente a Lorenzo y abandonó la cocina, lo cierto era que no había hecho panquecas para él por lo que le dio las suyas. «Algo está muy mal» pensó la niña con
La siguiente semana partieron hacia el pueblo donde vivían los padres de Lorenzo, aunque era relativamente cerca, usaron el helicóptero para no perder tiempo en la carretera. La niña iba muy emocionada por ver a sus abuelos. Aunque su expresión era serena, Bianca estaba nerviosa por conocer a los amigos de Lorenzo, temía que alguno pudiera reconocerla como la prima de Carmina, que preguntaran porque había desaparecido de la vida social años atrás. Sabía que era una posibilidad remota porque ella no era muy fiestera y siempre se mantuvo más interesada en los estudios. «Hasta el día que no pude negarme a ir a la fiesta de la amiga de Carmina y mi vida cambió» pensó como siempre reprochándose lo que había hecho. La mansión campestre era impresionante, digna de los propietarios de una de las perfumerías más famosas del mundo Rizzo & Fiori. Rizzo por Armando y Fiori por Gisela, con su boda cuatro décadas atrás se habían fusionado las dos perfumerías más grandes de Italia, para formar la
Bianca se giró a mirar al doctor Conte, y se encontró con unos familiares ojos negros que le sonrieron con amabilidad. ―Hola, doctor Conte, ¿cómo está? ―Llámame Fabricio, eres la esposa de uno de mis mejores amigos. ―Gracias, Fabricio. ¿Le dirás a Lorenzo lo de mi hijo? ―No, es mi amigo, pero no puedo contarle nada, eso entra entre la confidencialidad entre médico y paciente. Sin embargo, creo que tu deberías decírselo porque si él se entera por otra fuente será peor. ―No puedo, Fabricio, firmé un contrato con Lorenzo, me comprometí a casarme con él y ser una madre para Gianna, si se entera pensará que si fui capaz de abandonar a mi propio hijo como no abandonaría a la suya. ―Lorenzo me contó las condiciones del contrato. Dime, Bianca ¿Qué pasó contigo después de que te dieron el alta? ―preguntó Fabricio, quería saber que la había llevado a firmar ese contrato. Se preocupaba por ella, era un caso triste que siempre recordaba a pesar de los años trascurridos. ―Mi padre me desterr