―¿Cómo te atreves a llamarme así? ―le gritó Bianca a un sorprendido Lorenzo ―¿Qué sabes tú de mi vida o de mis razones para actuar como lo hago? Ni siquiera sabía que venía a este sitio, Isabella solo me dijo que necesitaba hablar conmigo y no podía negarme porque ella cuida de mi casa. Todos esos hombres a mi alrededor me molestan y me hacen sentir incómoda, por mí puede irse todos al infierno junto contigo, Lorenzo ―Si eso es cierto. ¿Por qué no te marchaste cuando te diste cuenta de que era un club de solteros? ―preguntó Lorenzo con voz peligrosamente baja. ―¿Y dejar sola a mi amiga en este antro? Está ebria por culpa de los malditos cocteles, no permitiré que cualquier malnacido que por rico crea que puede abusar de ella. ―Tú amiga es una cualquier que vino aquí por dinero, si está en este lugar es por su voluntad, sabía a lo que venía. ―Podrá serlo, pero estuvo a mi lado cuando mi mundo se vino abajo y le debo lealtad ―respondió Bianca en voz baja. Con toda la dignidad que pu
Desde la noche del beso y la pelea en el club, Bianca no le dirigís la palabra a Lorenzo, y él solo le dirigía la palabra cuando era estrictamente necesario. La tensión entre ambos era palpable, hecho que no se le escapó, y que de paso preocupó mucho a Gianna, porque a pesar de que era una niña pequeña era lo suficientemente inteligente para entender que las cosas no estaban bien entre ellos. En su inocencia sabía que la posición de Bianca en la casa corría peligro y no quería que su mamá se marchara porque su papá estuviera bravo con ella o no la quisiera. ―Papa, ¿Verdad que mi mamá esta linda hoy? ―Sí, hija ―respondió Lorenzo sin mirar a Bianca. Gianna se desinfló, en la mañana le había pedido panquecas con chispa de chocolate a su mamá y como siempre la complació. ―Mamá. ¿Dónde está el plato de papá? Bianca puso un plato frente a Lorenzo y abandonó la cocina, lo cierto era que no había hecho panquecas para él por lo que le dio las suyas. «Algo está muy mal» pensó la niña con
La siguiente semana partieron hacia el pueblo donde vivían los padres de Lorenzo, aunque era relativamente cerca, usaron el helicóptero para no perder tiempo en la carretera. La niña iba muy emocionada por ver a sus abuelos. Aunque su expresión era serena, Bianca estaba nerviosa por conocer a los amigos de Lorenzo, temía que alguno pudiera reconocerla como la prima de Carmina, que preguntaran porque había desaparecido de la vida social años atrás. Sabía que era una posibilidad remota porque ella no era muy fiestera y siempre se mantuvo más interesada en los estudios. «Hasta el día que no pude negarme a ir a la fiesta de la amiga de Carmina y mi vida cambió» pensó como siempre reprochándose lo que había hecho. La mansión campestre era impresionante, digna de los propietarios de una de las perfumerías más famosas del mundo Rizzo & Fiori. Rizzo por Armando y Fiori por Gisela, con su boda cuatro décadas atrás se habían fusionado las dos perfumerías más grandes de Italia, para formar la
Bianca se giró a mirar al doctor Conte, y se encontró con unos familiares ojos negros que le sonrieron con amabilidad. ―Hola, doctor Conte, ¿cómo está? ―Llámame Fabricio, eres la esposa de uno de mis mejores amigos. ―Gracias, Fabricio. ¿Le dirás a Lorenzo lo de mi hijo? ―No, es mi amigo, pero no puedo contarle nada, eso entra entre la confidencialidad entre médico y paciente. Sin embargo, creo que tu deberías decírselo porque si él se entera por otra fuente será peor. ―No puedo, Fabricio, firmé un contrato con Lorenzo, me comprometí a casarme con él y ser una madre para Gianna, si se entera pensará que si fui capaz de abandonar a mi propio hijo como no abandonaría a la suya. ―Lorenzo me contó las condiciones del contrato. Dime, Bianca ¿Qué pasó contigo después de que te dieron el alta? ―preguntó Fabricio, quería saber que la había llevado a firmar ese contrato. Se preocupaba por ella, era un caso triste que siempre recordaba a pesar de los años trascurridos. ―Mi padre me desterr
El apartamento de Lorenzo en casa de sus padres estaba en el último piso e incluía el desván que estaba habilitado como un salón de juegos. Sin embargo, a él le gustaba salir por la ventana y sentarse en el techo a contemplar las estrellas y aspirar el aire fresco. La fiesta había terminado y cuando Bianca y él subieron a la habitación se dieron cuenta de que Gianna se había despertado por una pesadilla y llamaba a su mamá a gritos. ―No pasa nada, mi pollito, aquí estoy, no te voy a dejar. ―Prométemelo, mamá, júrame que nunca me dejarás de nuevo. ―Te lo prometo, mi corazoncito, siempre que me necesites estaré a tu lado. Entre ambos la habían calmado, sin embargo, su hija se aferró a su nueva madre. Lorenzo se marchó al baño para darse una ducha y despejar su cabeza. Al terminar se puso el pantalón del pijama, preparó una cafetera y subido al desván con una taza de café a analizar todo lo que había pasado esa noche. No le gustaba la familiaridad con que Fabricio y Bianca se tratab
El fin de semana casi había terminado cuando Lorenzo le informó a Bianca que esa noche se marchaban a su casa. La joven lamentó tener que despedirse de Gisela porque le tomó mucho cariño a la abuela de Gianna. Los invitados habían comenzado a marcharse después del almuerzo por lo que quedaban pocas personas en la casa cuando fue la hora de marcharse. Los padres de Lorenzo los acompañaron a la puerta para despedirlos, al igual que Fabricio y su acompañante que esperaban un taxi para llevarlos a la estación de trenes. ―Ha sido un placer volver a verte, Bianca ―le dijo el doctor ―Tienes mi número, puedes llamarme con confianza, para cualquier cosa que necesites. A pesar de que Lorenzo hablaba con sus padres y Gianna revoloteaba alrededor de los adultos, él tenía los odios puestos en lo que hablaban Bianca y Fabricio. ―Gracias, doctor Conte, a mí también me alegró volver a verte. ―Comenzaré a tramitar la subvención para el caso de tu abuela, quizás entonces, puedas estar más tranquila.
El estómago de Lorenzo gruñó por falta de comida, pero él prefería pasar hambre que levantarse de la cama porque Bianca seguía acurrucada en sus brazos. La ternura lo invadió y sin poderse contener le dio un suave beso en la frente que conmovió a la somnolienta chica. La tormenta se alejó poco a poco, pero Bianca no quería salir de los brazos de Lorenzo, allí se sentía cómoda, segura y protegido y el olor a jabón combinada con la esencia masculina la hacían desear fundirse en sus brazos. El sueño la venció lo que hizo que ella se relajara en sus brazos. Lorenzo se levantó con cuidado, la levantó en sus brazos y ella se acomodó en su pecho, él caminó hasta su habitación y con suavidad la depositó al lado de Gianna que dormía profundamente. La arropó con mimo y arregló su cabello para que no le molestara en la cara. Una sonrisa asomó al rostro dormido de la chica lo que le provocó un vuelco en su corazón. Se inclinó sobre ella y depositó un suave beso en sus labios, solo un roce que l
Bianca se despertó con el cuerpo adolorido, Lorenzo le hizo el amor una vez más en la madrugada, y todo lo que la hizo sentir había sido maravilloso. Giró la cabeza buscándolo, al ver que se encontraba sola en la cama sintió como la desilusión se instaló en su alma, antes de dormirse había pensado que sería bonito despertar en su brazos y que le regalara una de sus raras sonrisas.Como una tonta se había enamorado de él, sentía que lo amaba con cada fibra de su cuerpo, aunque debía callarlo porque había firmado un contrato donde decía que no debía amarlo.Lorenzo no quería su amor.Buscó su camisón y se lo puso, cuando iba a levantarse de la cama la puerta de la habitación se abrió, y Lorenzo entró con una bandeja con el desayuno, que puso sobre la cama. Se acercó a ella y le estampó un suave beso en los labios. Bianca se ruborizo de placer. «Me gusta mucho ver el rubor en su rostro, le da un aire de genuina inocencia» pensó él con satisfacción.―Buenos día, Bianca, te traje el desay