¿Cuál era la palabra adecuada para comenzar? Esa era la pregunta que se hacía Dereck en su cabeza mientras se acercaba a la chica castaña, que se encontraba pálida como un papel. Desde ahí podía escuchar los latidos desaforados de su corazón, pues sabía que Mía seguía sintiendo lo mismo por él, así como sus sentimientos no habían mermado ni siquiera un poco hacia ella. El dilema sobre las palabras adecuadas se apoderó de Dereck mientras se acercaba lentamente. Sus pensamientos se enredaban como nudos en su mente, y cada paso que daba hacia ella parecía una eternidad. El peso del silencio entre ellos era abrumador, y a pesar de la certeza de sus propios sentimientos, la incertidumbre atormentaba su voz, dejándolo sin saber por dónde empezar. No obstante, la chica compuso su expresión atónita y la endureció, a Dereck le quedó claro que no iba a ser nada fácil darle una explicación. Aun así, percibió en la expresión de Mía el velo que cubría su verdadero sentir. Sus intentos por manten
Mía estaba a punto de dejarse someter por los sentimientos que gritaban en su interior que lo dejase acercarse, no obstante, su orgullo pareció ser más poderoso, pues consiguió deslizarse entre los brazos de Dereck que la cercaban del tronco y se alejó. —No creas que por decirme cosas bonitas voy a caer tan fácil, si quieres que te crea, deberás demostrármelo —le dijo con firmeza. Dereck peinó su cabello con los dedos y suspiró profundo. Sabía que ella tenía razón, pero ¿cómo se lo demostraba sin revelar toda una verdad de él que deseaba mantener enterrada? Ya había cedido demasiado aceptando el vínculo de luna que lo unía a ella como su Mate. Un embarazo híbrido era lo que menos necesitaba si deseaba seguir manteniendo la fachada de algo que no era. —Está bien, tienes razón —aceptó agachando la cabeza—. Te juro que no descansaré hasta haber solucionado el problema con Ginger. —Ya te lo dije, no me jures ni me prometas nada, solo hazlo —sentenció. Dereck intentó acercarse una vez
La tensión entre Dereck, Ambrose, Cassandra y Mía se podía cortar con un cuchillo. Cuando todos despertaron y se sentaron alrededor de la fogata para desayunar, había un silencio incómodo en el ambiente que nadie parecía dispuesto a llenar con alguna conversación por banal que fuese. Después de cinco minutos viéndose las caras mientras comían, Tony rompió el silencio con su particular manera de ser, que distaba mucho de la de su pareja. —¡Oigan! ¿Por qué no vamos a las cascadas del Mana? —preguntó con entusiasmo desmedido. —Mmm, no lo sé, no planeamos ir a las cascadas —respondió Cassandra, quien había sido la organizadora del grupo. —Ay, no seas tan cuadrada, sal un poco del itinerario que has hecho y vamos. No hace falta meterse a las aguas —insistió. —Yo creo que es una gran idea —habló Dereck. De inmediato todos voltearon a verlo con sorpresa. —Tú ni siquiera trajiste tienda para acampar —atacó Ambrose. —No me molesta dormir en la intemperie. —Eso no pareció anoche —dijo co
Escuchar las palabras de Mía detrás de él fue como si le hubiesen arrancado el corazón de un solo tajo. Sus ojos denotaban una decepción tan profunda y un dolor tan intenso que incluso pudo sentir parte de lo que ella estaba experimentando en ese momento. La chica dio un paso hacia atrás, su labio temblaba y deseaba echarse a llorar ahí mismo, pero se contuvo. Dereck se dio cuenta de que no iba a ser sencillo explicarle el por qué le había dicho a Ginger que no podía continuar con el embarazo. —Mía… yo… —balbuceó sin poder decir nada en realidad. —No. No quiero escuchar nada de lo que tengas que decir. Mía tomó el impulso necesario para salir corriendo a toda prisa de allí. Dereck quiso ir tras ella en ese preciso segundo, pero Ginger le tomó la muñeca evitando que se alejara. —Déjala ir, ¿qué importa? Dereck respiró profundamente para evitar hacer algo de lo que luego podía arrepentirse. Aun así, se giró y enfrentó a la pelirroja con una mirada tan gélida como la tundra misma. L
Damien había estado recorriendo los alrededores de la zona, amparado bajo la oscuridad de la noche y guiándose por el instinto animal que la luna llena le otorgaba. Se desplazó con agilidad por los árboles, como si conociese el terreno a la perfección. Estaba en su forma de bestia, su mera presencia ahuyentaba incluso al depredador más grande que estuviese por la zona. El lobo de cabello blanco corría sintiendo el viento rozar su piel, y saboreando la libertad que eso le producía. Llevaba ya casi un mes recorriendo las tierras de Oakwood Lane con la esperanza de encontrar al Alfa supremo del que no parecía quedar nada más que un recuerdo, un remanente de que alguna vez existió. Temía que no pudiese encontrarlo de verdad, porque entonces se vería sometido al yugo eterno de su padre, sabiendo que nunca podría llegar a ser como él deseaba. Mientras corría, de repente escuchó un sollozo intenso. Se obligó a detenerse y agudizó el oído para determinar de dónde provenía. El llanto era des
Mía se mantuvo toda la clase observando de reojo al chico misterioso que estaba sentado dos asientos más delante de ella, justo en diagonal, así que tenía todo el campo de visión despejado para ponerse a detallar hasta lo más mínimo de él. Las palabras del profesor sonaban distantes, pues todo en lo que podía pensar era en ese hombre. Los recuerdos de la noche anterior revoloteaban en su cabeza, pero por mucho que trató de ponerlos en orden y darle un sentido, no pudo hacerlo. Recordó haber huido de Dereck, el dolor que la asfixiaba y parecía no tener fin. Cada vez que pensaba en él esa sensación de vacío regresaba, como si se hubiera roto algo físico entre los dos. Algo que estaba vivo y sentía, y ahora sangraba, agonizante y a poco tiempo de morir. Sin embargo, no podía acordarse de lo que había pasado después. Se internó en el bosque, lloró y vio al chico misterioso, pero después… nada. No tenía idea de cómo había logrado llegar a su habitación. El timbre del final de esa clase
Dereck parecía una fiera enjaulada. Caminaba de un lado a otro lleno de ansiedad y desesperación por no poder hacer nada. Ginger ya les había contado a algunas personas que estaba embarazada, así que, cometer una locura como desaparecerla; en ese momento, no parecía la opción más viable.Por otro lado, deseaba acercarse a Mía otra vez, a pesar de que ella lo había rechazado, todavía podía sentir el vínculo entre los dos, aunque débil.Y se debilitaba mucho más cada segundo que pasaba, lo que solo le causaba más dolor. Esa noche estuvo desesperado por correr tras ella, sin embargo, no lo hizo. Prefirió dejar que Mía desahogase su dolor, además sabía que no quería verlo, habría sido inútil perseguirla en ese entonces.No obstante, a la mañana siguiente, estaba listo para volver a verla, sintió su presencia en el edificio donde tomaba sus clases, así que decidió esperar a que saliera. Al menos frente a todos no iba a poder escaparse tan fácilmente.Dereck se quedó esperando verla atraves
Mía estaba cansada de tanto llorar. Había vuelto a encontrarse con Dereck y nuevamente sus palabras la lastimaron desgarrando aún más su ya destrozado corazón. No soportaba verlo, ni mucho menos estar a su lado. Era demasiado doloroso para ella saberlo tan cerca y no poder dar rienda suelta a sus verdaderos sentimientos, y era aún más agonizante saber que él tendría un hijo con otra chica, y que al final solo fue una pequeña aventura de unos cuantos días.Ese día se encerró en su habitación del campus, decidida a no volver a salir por una semana. Al caer la noche, Cassandra llegó y encendió las luces. Casi pegó un grito al ver un enorme bulto envuelto en las sábanas de la cama de su amiga.—¿Mía? ¿Otra vez escondiéndote? —reprochó.La castaña no respondió, simplemente se limitó a enrollarse más y fingir que dormía. Entonces su amiga suspiró y le arrancó las sábanas de un tirón.—¡Ey! —exclamó como si fuese una ermitaña a la que han sacado a la luz por primera vez.—No voy a dejar que