Derek se deslizó con cuidado entre las sábanas de la cama, sintiendo la suavidad de las telas acariciar su piel al recostarse junto a la castaña esa noche. Mía, precavida, aseguró la puerta, sabedora de las costumbres de su madre, y se acurrucó a su lado. A pesar de la gélida noche, el calor que emanaba del cuerpo de Derek la abrazaba, proporcionándole una agradable sensación de calidez. Aquella era la primera vez que compartían el sueño juntos, en el sentido más literal de la palabra, y ella se sentía sumida en un éxtasis inigualable. Rendida, apoyó su cabeza sobre el pecho de Derek y se sumergió en un sueño profundo, como si fuese un bebé en brazos cálidos. Sin embargo, el deportista no se había dejado llevar por Morfeo, no por falta de sueño, sino porque quería disfrutar el espectáculo de ver a la chica a su lado en un estado tan sereno. Contemplarla dormir era un placer que desconocía, hasta que notó su suspiro suave y una sonrisa esbozada en el rincón de sus labios, señal de que
—¿Aniversario? ¿Es en serio? —se decía Dereck para sí mismo en voz baja. Le pareció inaudito que Ginger usase esa carta y trajera un show tan lamentable frente a toda la universidad solo para marcar territorio. Se preguntaba si es que acaso ella sospechaba de alguna forma que él ya no estaba interesado en seguir jugando el jueguito de ser su novio. Mientras caminaba con ella hacia un lugar más privado solo podía pensar en Mía. Tal vez guardar las apariencias como humano no era tan importante como los sentimientos de su mate. En ese momento deseó salir corriendo a buscarla y pedirle perdón por haber dejado que Ginger alardeara de una relación que estaba prácticamente acabada. La chica pelirroja bamboleaba las caderas mientras lo jalaba del brazo; lo llevó hasta debajo de las gradas en el campo de juego, donde solían meterse a hacer cosas que estaban muy prohibidas en la universidad. Ginger se detuvo y giró sobre sus talones para encontrarse con su mirada. Ella tenía una gran sonrisa
A varios miles de kilómetros de Oakwood Lane, en los bosques de Fangvale, una manada de hombres lobo se movía entre los árboles con destreza y sigilo. La manada “aullido de luna” disfrutaba cazar de los humanos desprevenidos que tenían la mala suerte de perderse en ese laberinto de árboles y enredaderas. Para cualquiera de esas pobres almas que tenían la desdicha de desorientarse en el mar de pinos verdes de Fangvale, el lugar era un sitio aterrador. Los exploradores más osados lo sabían, sin embargo, se aventuraban, seguros de que no les pasaría a ellos. No obstante, el misticismo y las leyendas del bosque no eran meras palabras. Los lobos de la manada aullido lo sabían y aprovechaban la ingenuidad de los humanos para saciar su sed por cazar. Sin embargo, no todos los lobos de la manada aullaban al unísono, ni mucho menos disfrutaban del sufrimiento ajeno. Había uno en particular que despreciaba la naturaleza de su especie, y pensaba que era mejor convivir con los humanos que comér
El golpe inicial que se había llevado Mía aquel día todavía se sentía como una herida abierta, que no le daba esperanzas de que sanaría jamás. El abandono repentino de Dereck había dejado una especie de agujero negro en su corazón. En esos días de ausencia, su mente se llenó de preguntas sin respuesta, alimentando una sensación de traición que se reflejaba en cada rincón de su ser. Habían transcurrido dos semanas enteras en las que Dereck simplemente se desapareció de la universidad. Ginger también se había ido y para ella fue muy fácil llegar a la conclusión de que él sí había jugado con ella como lo temió todo ese tiempo. Intentó ser fuerte y no llorar, pero no consiguió contener las lágrimas que se agolpaban en las comisuras de sus ojos cada vez que lo recordaba. Él ni siquiera se dignó a darle una explicación, simplemente se fue con ella y ya. Mía no le contó a nadie lo que había ocurrido entre los dos, pero vivía con el miedo constante de que en cualquier momento la universida
¿Cuál era la palabra adecuada para comenzar? Esa era la pregunta que se hacía Dereck en su cabeza mientras se acercaba a la chica castaña, que se encontraba pálida como un papel. Desde ahí podía escuchar los latidos desaforados de su corazón, pues sabía que Mía seguía sintiendo lo mismo por él, así como sus sentimientos no habían mermado ni siquiera un poco hacia ella. El dilema sobre las palabras adecuadas se apoderó de Dereck mientras se acercaba lentamente. Sus pensamientos se enredaban como nudos en su mente, y cada paso que daba hacia ella parecía una eternidad. El peso del silencio entre ellos era abrumador, y a pesar de la certeza de sus propios sentimientos, la incertidumbre atormentaba su voz, dejándolo sin saber por dónde empezar. No obstante, la chica compuso su expresión atónita y la endureció, a Dereck le quedó claro que no iba a ser nada fácil darle una explicación. Aun así, percibió en la expresión de Mía el velo que cubría su verdadero sentir. Sus intentos por manten
Mía estaba a punto de dejarse someter por los sentimientos que gritaban en su interior que lo dejase acercarse, no obstante, su orgullo pareció ser más poderoso, pues consiguió deslizarse entre los brazos de Dereck que la cercaban del tronco y se alejó. —No creas que por decirme cosas bonitas voy a caer tan fácil, si quieres que te crea, deberás demostrármelo —le dijo con firmeza. Dereck peinó su cabello con los dedos y suspiró profundo. Sabía que ella tenía razón, pero ¿cómo se lo demostraba sin revelar toda una verdad de él que deseaba mantener enterrada? Ya había cedido demasiado aceptando el vínculo de luna que lo unía a ella como su Mate. Un embarazo híbrido era lo que menos necesitaba si deseaba seguir manteniendo la fachada de algo que no era. —Está bien, tienes razón —aceptó agachando la cabeza—. Te juro que no descansaré hasta haber solucionado el problema con Ginger. —Ya te lo dije, no me jures ni me prometas nada, solo hazlo —sentenció. Dereck intentó acercarse una vez
La tensión entre Dereck, Ambrose, Cassandra y Mía se podía cortar con un cuchillo. Cuando todos despertaron y se sentaron alrededor de la fogata para desayunar, había un silencio incómodo en el ambiente que nadie parecía dispuesto a llenar con alguna conversación por banal que fuese. Después de cinco minutos viéndose las caras mientras comían, Tony rompió el silencio con su particular manera de ser, que distaba mucho de la de su pareja. —¡Oigan! ¿Por qué no vamos a las cascadas del Mana? —preguntó con entusiasmo desmedido. —Mmm, no lo sé, no planeamos ir a las cascadas —respondió Cassandra, quien había sido la organizadora del grupo. —Ay, no seas tan cuadrada, sal un poco del itinerario que has hecho y vamos. No hace falta meterse a las aguas —insistió. —Yo creo que es una gran idea —habló Dereck. De inmediato todos voltearon a verlo con sorpresa. —Tú ni siquiera trajiste tienda para acampar —atacó Ambrose. —No me molesta dormir en la intemperie. —Eso no pareció anoche —dijo co
Escuchar las palabras de Mía detrás de él fue como si le hubiesen arrancado el corazón de un solo tajo. Sus ojos denotaban una decepción tan profunda y un dolor tan intenso que incluso pudo sentir parte de lo que ella estaba experimentando en ese momento. La chica dio un paso hacia atrás, su labio temblaba y deseaba echarse a llorar ahí mismo, pero se contuvo. Dereck se dio cuenta de que no iba a ser sencillo explicarle el por qué le había dicho a Ginger que no podía continuar con el embarazo. —Mía… yo… —balbuceó sin poder decir nada en realidad. —No. No quiero escuchar nada de lo que tengas que decir. Mía tomó el impulso necesario para salir corriendo a toda prisa de allí. Dereck quiso ir tras ella en ese preciso segundo, pero Ginger le tomó la muñeca evitando que se alejara. —Déjala ir, ¿qué importa? Dereck respiró profundamente para evitar hacer algo de lo que luego podía arrepentirse. Aun así, se giró y enfrentó a la pelirroja con una mirada tan gélida como la tundra misma. L