CELESTE CÁRDENAS
—Deberías regresar a tu habitación… —dijo Zarco tomándome por los hombros y alejándome. Lo entendía, no quería mi lástima, aunque en realidad no era lástima, más bien sentía… dolor, y un instinto de protección que me motivaba a quedarme a su lado.
—Se supone que somos pareja desde hace doce años… ¿No debemos comportarnos como tal?
—Créeme… Mi madre entiende que debes dormir en otra habitación —contestó con media sonrisa.
—Intentémoslo… Tal vez lo único que necesitas es un gran y fuerte abrazo —mi observación lo hizo reír.
—No creo que funcione así…
—Durmamos, y si de nuevo te pones loco, entonces correré a mi habitación y me encerraré ahí. ¿Te parece?
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CELESTE CÁRDENAS Después de ese beso, no pude ver a Zarco sin ponerme nerviosa y torpe. Todo lo que tenía en las manos salía volando en cuanto se me acercaba. Quise visitar a mi suegra en su habitación, creyendo que sería un buen lugar para esconderme de él, pero Mercedes era una guardiana celosa y se plantó en la puerta, dispuesta a restringirme el paso. —¿Por qué no vas a jugar con tu hija al jardín? La señora Gloria está muy cansada como para recibir visitas, además ya es hora de que le prepare la comida y no puedo estar al pendiente de ti —dijo arrogante e insoportable. —Qué curioso… ¿A todos les restringes el acceso a ella o solo a mí? —pregunté haciendo mi sonrisa más grande. —Principalmente a ti… —contestó acercándose con arrogancia—. Además, para qué intentas mostrarte amigable si es más que obvio que Adrián solo te está usando. Solo estoy esperando el momento en el que te deseche. Al pasar a mi lado, me pegó con su hombro en mi hombro, haciéndome a un lado. ¡Ay, que l
CELESTE CÁRDENAS —Creo que lo mejor será esperar a que baje un poco la lluvia —dijo Zarco detrás de mí. Ir de la caballería hacia la casa era un trecho largo y la lluvia arreciaba con fuerza, renuente a dejarnos salir o tal vez solo era la excusa perfecta para estar a solas más tiempo. Cuando giré hacia él, ya se había quitado la playera y me veía con esos profundos ojos. —Deberías quitarte el vestido o te vas a resfriar —agregó, intimidándome. —¿Estás hablando en serio? —Quise dudar de sus malas intenciones, pero su sonrisa descarada no ayudó. —No quiero que pienses que es una excusa para verte en ropa interior, aunque no significa que no lo vaya a aprovechar —contestó con media sonrisa. —Bueno, no es la primera vez que me ves así —agregué mientras buscaba el cierre del vestido, pero me encontré con sus manos. Bajó el cierre lentamente y sus dedos acariciaron mi espalda de manera sutil. Cuando cayó el vestido, giré hacia él. No me había percatado de lo cerca que estaba has
CELESTE CÁRDENAS Esa noche por fin convencí a Zarco de que durmiera conmigo en la misma cama. Comprendí su miedo, pero en verdad deseaba ayudarlo, y tal y como lo hice la noche anterior, lo arropé contra mi pecho, dejando que mi corazón lo arrullara y espantara esas pesadillas que lo atormentaban. —Te levantaste temprano… —dijo tallándose el rostro mientras yo terminaba de arreglarme. —Más bien, tú te quedaste dormido —contesté sentándome en el borde de la cama y acomodando su cabello. Si alguna vez fui dulce y comprensiva con el hombre equivocado, ¿por qué no serlo con él, que parecía ser el correcto?—. Le ayudaré a Mercedes a hacer el desayuno y llevaré a la niña a la escuela. —Puedo llevar a Paula… —No es necesario, descansa… creo que hacía mucho tiempo que no dormías tan bien. —Gracias a ti. —Se sentó en la cama y me dio un beso dulce que aceleró mi corazón. ¤ Me escabullí en la cocina, mientras
CELESTE CÁRDENAS Apenas me estacioné frente al pórtico, vi a Zarco, esperándome con una gran sonrisa y las manos dentro de los bolsillos. En cuanto abrió la puerta de la camioneta, me tomó en brazos y me llevó al interior de la casa. —Hoy tendremos una cena muy especial… —dijo antes de besarme con inmensa ternura. —¿Cena especial? —pregunté confundida y aturdida. —Vendrá gran parte de la familia para conocer a mi futura esposa —contestó mientras me llevaba directo a la habitación—. Yo sé que trajiste contigo vestidos hermosos hechos por ti, pero hay algo que te falta. —¿Qué me falta? —Tanto misterio solo me ponía nerviosa y al mismo tiempo emocionada. Me dejó en la orilla de la cama y ante mi sonrisa desconcertada, se hincó delante de mí, haciendo que mi corazón diera un vuelco. Sacó de su bolsillo un anillo muy hermoso, con un rubí que resplandecía con brillo propio. —Era de mi madre… —dijo con ceremoniosida
CELESTE CÁRDENAS —Qué mujercita tan intensa, pero tendrás que decidir, gritar con todas tus fuerzas o conservar un poco de tu dignidad —dije con una gran sonrisa, posando mi mano sobre su hombro. Le guiñé un ojo y al dar media vuelta, tiré lo suficiente de su manga, haciendo que los cortes precisos que le había hecho a su vestido destensaran los hilos y este se hiciera jirones en cuestión de segundos ante la mirada sorprendida de todos los presentes. Ni siquiera fue capaz de abrir la boca para seguir ofendiéndome, tuvo que salir corriendo del salón para esconder su vergüenza mientras yo fingía sorpresa con el resto de los invitados. Aún tenía el don para hacer maldades. —Dime que no fuiste tú —dijo Zarco detrás de mí. —No sé de qué hablas… —respondí ocultando una sonrisa. —Creí que usarías el vestido rojo —agregó mientras me llevaba a la pista de baile. —Sí, también pensé que
ZARCO—¿Tiene cita? —preguntó una enfermera plantándose a mi lado.—La señorita que acaba de entrar al consultorio del doctor Daniel, ¿es cliente recurrente? —pregunté mostrándole un par de billetes.Después de echar un vistazo, tomó los billetes y los guardó en su bolsillo de la filipina. —Pues estuvo el día de ayer. Pasó un buen rato en el consultorio con el doctor Daniel. Es lo único que sé.Sus palabras me dolieron, creí que Celeste era diferente, que esa versión cruel e interesada no era la real, pero parecía que me había equivocado. Había sido un estúpido esperar algo diferente de ella.
CELESTE CÁRDENAS—Por favor, solo déjame en paz… —pedí en un susurro y, aprovechando que su agarre se suavizó, escapé de entre sus brazos y regresé a la habitación, cerrando la puerta detrás de mí, esperando que se fuera. —Lo siento… —dijo del otro lado de la puerta antes de que sus pasos se volvieran lejanos. Cuando me sentí segura de que no regresaría, volví al tocador, donde hacía un momento había querido agarrar valor, y tomé la prueba de embarazo. Habían pasado dos semanas desde la primera vez que estuvimos juntos, el tiempo justo para que una gestación fuera detectable en una sencilla prueba casera. Mi estómago se retorció en cuanto vi las dos líneas que gritaban que era positivo. Algo estaba creciendo dentro de mí y era de Zarco. Recordé esas ocasiones en las que hablar de un bebé parecía incomodarlo. ¿Cómo lo tomaría? ¿Qué pasaría si no lo quería? ¿Yo lo quería tener? Mi futuro aquí era incierto y no me sentía capaz de salir adelante sola con una adolescente y un bebé, pero
ZARCO—Sí lo que te dijo Paula no es suficiente para que desconfíes de Mercedes, entonces tienes que leer esto —dijo Celeste intentando ocultar su decepción de la cual yo era responsable.Tomé la hoja de laboratorio y contuve la calma hasta que leí esa palabra: «cianuro».—En pocas cantidades pueden ser imperceptibles los síntomas más característicos —dijo Daniel con recelo. Le agradaba tanto hablar conmigo, como a mí con él—. Que se retire de la dieta no significa que no haya generado más problemas, como insuficiencia hepática o renal. Tu madre necesitará estudios extensos para visualizar el daño que el veneno le generó.Arrugué la hoja conteniendo mi furia. Sin decir ni una sola palabra salí del consultorio y busqué en mi celular, necesitaba hacer unas llamadas. —¡Zarco! ¡Espera! —gritó Celeste detrás de mí. Había quedado como un idiota por no confiar en ella, creyendo que Mercedes jamás me traicionaría, que solo era una chica celosa pero inofensiva. En cuanto giré hacia Celeste,