CELESTE CÁRDENAS
Esa noche por fin convencí a Zarco de que durmiera conmigo en la misma cama. Comprendí su miedo, pero en verdad deseaba ayudarlo, y tal y como lo hice la noche anterior, lo arropé contra mi pecho, dejando que mi corazón lo arrullara y espantara esas pesadillas que lo atormentaban.—Te levantaste temprano… —dijo tallándose el rostro mientras yo terminaba de arreglarme.—Más bien, tú te quedaste dormido —contesté sentándome en el borde de la cama y acomodando su cabello. Si alguna vez fui dulce y comprensiva con el hombre equivocado, ¿por qué no serlo con él, que parecía ser el correcto?—. Le ayudaré a Mercedes a hacer el desayuno y llevaré a la niña a la escuela.—Puedo llevar a Paula…—No es necesario, descansa… creo que hacía mucho tiempo que no dormías tan bien.—Gracias a ti. —Se sentó en la cama y me dio un beso dulce que aceleró mi corazón.¤Me escabullí en la cocina, mientrasCELESTE CÁRDENAS Apenas me estacioné frente al pórtico, vi a Zarco, esperándome con una gran sonrisa y las manos dentro de los bolsillos. En cuanto abrió la puerta de la camioneta, me tomó en brazos y me llevó al interior de la casa. —Hoy tendremos una cena muy especial… —dijo antes de besarme con inmensa ternura. —¿Cena especial? —pregunté confundida y aturdida. —Vendrá gran parte de la familia para conocer a mi futura esposa —contestó mientras me llevaba directo a la habitación—. Yo sé que trajiste contigo vestidos hermosos hechos por ti, pero hay algo que te falta. —¿Qué me falta? —Tanto misterio solo me ponía nerviosa y al mismo tiempo emocionada. Me dejó en la orilla de la cama y ante mi sonrisa desconcertada, se hincó delante de mí, haciendo que mi corazón diera un vuelco. Sacó de su bolsillo un anillo muy hermoso, con un rubí que resplandecía con brillo propio. —Era de mi madre… —dijo con ceremoniosida
CELESTE CÁRDENAS —Qué mujercita tan intensa, pero tendrás que decidir, gritar con todas tus fuerzas o conservar un poco de tu dignidad —dije con una gran sonrisa, posando mi mano sobre su hombro. Le guiñé un ojo y al dar media vuelta, tiré lo suficiente de su manga, haciendo que los cortes precisos que le había hecho a su vestido destensaran los hilos y este se hiciera jirones en cuestión de segundos ante la mirada sorprendida de todos los presentes. Ni siquiera fue capaz de abrir la boca para seguir ofendiéndome, tuvo que salir corriendo del salón para esconder su vergüenza mientras yo fingía sorpresa con el resto de los invitados. Aún tenía el don para hacer maldades. —Dime que no fuiste tú —dijo Zarco detrás de mí. —No sé de qué hablas… —respondí ocultando una sonrisa. —Creí que usarías el vestido rojo —agregó mientras me llevaba a la pista de baile. —Sí, también pensé que
ZARCO—¿Tiene cita? —preguntó una enfermera plantándose a mi lado.—La señorita que acaba de entrar al consultorio del doctor Daniel, ¿es cliente recurrente? —pregunté mostrándole un par de billetes.Después de echar un vistazo, tomó los billetes y los guardó en su bolsillo de la filipina. —Pues estuvo el día de ayer. Pasó un buen rato en el consultorio con el doctor Daniel. Es lo único que sé.Sus palabras me dolieron, creí que Celeste era diferente, que esa versión cruel e interesada no era la real, pero parecía que me había equivocado. Había sido un estúpido esperar algo diferente de ella.
CELESTE CÁRDENAS—Por favor, solo déjame en paz… —pedí en un susurro y, aprovechando que su agarre se suavizó, escapé de entre sus brazos y regresé a la habitación, cerrando la puerta detrás de mí, esperando que se fuera. —Lo siento… —dijo del otro lado de la puerta antes de que sus pasos se volvieran lejanos. Cuando me sentí segura de que no regresaría, volví al tocador, donde hacía un momento había querido agarrar valor, y tomé la prueba de embarazo. Habían pasado dos semanas desde la primera vez que estuvimos juntos, el tiempo justo para que una gestación fuera detectable en una sencilla prueba casera. Mi estómago se retorció en cuanto vi las dos líneas que gritaban que era positivo. Algo estaba creciendo dentro de mí y era de Zarco. Recordé esas ocasiones en las que hablar de un bebé parecía incomodarlo. ¿Cómo lo tomaría? ¿Qué pasaría si no lo quería? ¿Yo lo quería tener? Mi futuro aquí era incierto y no me sentía capaz de salir adelante sola con una adolescente y un bebé, pero
ZARCO—Sí lo que te dijo Paula no es suficiente para que desconfíes de Mercedes, entonces tienes que leer esto —dijo Celeste intentando ocultar su decepción de la cual yo era responsable.Tomé la hoja de laboratorio y contuve la calma hasta que leí esa palabra: «cianuro».—En pocas cantidades pueden ser imperceptibles los síntomas más característicos —dijo Daniel con recelo. Le agradaba tanto hablar conmigo, como a mí con él—. Que se retire de la dieta no significa que no haya generado más problemas, como insuficiencia hepática o renal. Tu madre necesitará estudios extensos para visualizar el daño que el veneno le generó.Arrugué la hoja conteniendo mi furia. Sin decir ni una sola palabra salí del consultorio y busqué en mi celular, necesitaba hacer unas llamadas. —¡Zarco! ¡Espera! —gritó Celeste detrás de mí. Había quedado como un idiota por no confiar en ella, creyendo que Mercedes jamás me traicionaría, que solo era una chica celosa pero inofensiva. En cuanto giré hacia Celeste,
CELESTE CÁRDENAS —Ahora, ¿qué harás? —preguntó Isabella del otro lado de la mesa mientras yo veía el fondo de mi taza de café. Era claro y doloroso el rechazo de Zarco y parecía que cada vez que yo quería arreglar algo, terminaba descomponiendo otra cosa. ¿Es que no podemos luchar contra lo que somos? Vi a Paula divirtiéndose con Javier y supe que mi decisión no sería de su agrado, pero ya estaba tan cansada y furiosa. No quería seguir peleando, no quería convencer a nadie de mi inocencia, era agotador. —Aceptaré el trabajo en Milán, pero necesito… —¿En verdad lo haría, le pediría dinero a Isabella?Antes de poder terminar la frase, la mano de mi hermana se deslizó por la mesa y apretó fuerte la mía. —Sabes que cuentas conmigo… —dijo con una gran sonrisa—, pero… ¿por qué yo y no mamá?—Sí voy con mamá querrá tenerme encerrada en la casa y me pondrá guardaespaldas hasta para ir al baño. Yo quiero ser libre y… empezar de cero donde nadie me conozca.—No puedes huir de tu pasado, so
CELESTE CÁRDENAS—Celeste, no tienes que irte. ¿Qué harás sola y embarazada tan lejos? —dijo la madre de Zarco en cuanto me vio pasar con mis maletas, directo hacia la puerta. —Señora Gloria, no se preocupe, he pasado casi toda mi vida sola y en peores circunstancias —contesté con ternura y tomé sus manos entre las mías—. Espero que pronto termine de mejorar. —Todo gracias a ti —dijo en un susurro y acarició mi cabello con ternura—. No te vayas, entiende, Zarco está molesto, pero, aunque no sea su hijo, él lo aceptará y lo cuidará como propio, porque te ama. No importa si cometiste un error.—Mi hijo no es un error, porque me entregué al hombre que amo con todo mi corazón y es por eso por lo que lo voy a tener, es la prueba viviente de que pude volver a amar —contesté con una sonrisa—, pero si este hombre no cree que sea su hijo y por eso me desprecia, ni modo, él se lo pierde. Di media vuelta y retomé mi camino hacia la entrada. —Celeste… Ya basta —agregó Zarco detrás de mí—. ¿En
CELESTE CÁRDENAS—Bien… Tu siguiente cita está agendada —dijo María revisando el expediente y apuntando unas cosas—. Recuerda que debes descansar y comer bien. No dejes de tomar tu ácido fólico y si tienes molestias o cualquier situación extraña, no dudes en llamarme. ¿Entendido? —Entendido… —contesté inquieta. ¿Qué debía de hacer? ¿Convencerla de que regresara y viera a Daniel? ¿Llamarle a Daniel para decirle que aquí estaba María? ¿Podía arruinar más las cosas entre ellos? Tal vez lo mejor era dejar todo como estaba.—Doctora Murillo… —intervino la enfermera con algo en los brazos. Era un bebé, lo supe por esas manitas que se asomaban de la cobija. —¡¿Qué haces?! —preguntó María poniéndose de pie con rapidez, parecía que en vez de bebé era una bomba. —Es que está muy molesto y tiene hambre —dijo la enfermera confundida—. Ya se devoró el último biberón que dejó y… creí…María clavó su mirada en mi rostro y yo tuve que voltear en otra dirección y aparentar que su cartel sobre conju