YOLANDA VARGAS
Desperté revuelta entre las sábanas, con un dolor de cabeza insoportable y la boca seca. No recordaba muy bien lo ocurrido y al sentarme en la cama reconocí el cuarto de hotel. Me quedé en la orilla, sosteniendo mi cabeza, intentando respirar sin que las palpitaciones en mi me noquearan.
Cuando levanté la mirada vi un vaso de agua delante de mí y una pastilla de tamaño considerable. —Tómatela, te hará bien —dijo Ramírez. Sin dudarlo engullí la pastilla y me acabé el vaso con agua, estaba sedienta—. Deberías de ser más cuidadosa con quien te vas a beber.
—En teoría era mi socio, esperaba más profesionalismo de su parte —contesté frunciendo el ceño y dejándom
YOLANDA VARGASDespués de un merecido baño me di cuenta de que Ramírez parecía un animal asustado y molesto. Me veía con profundidad y en silencio. ¿Había cometido un error al intentar seducirlo? Tal vez. Era un hombre que no parecía gustarle las relaciones interpersonales. ¿Era muy tonto esperar que se enamorara de mí y tuviéramos una relación seria? ¿Sería la clase de hombre que podría llevar a casa en navidad? ¿Con quién podría tomar un helado en un parque y caminar de la mano? ¿Por qué era tan mala escogiendo a los hombres en mi vida? Si no me usaban, entonces eran peligrosos, pero en ningún caso parecían capaces de darme una relación larga y duradera, y todo era mi culpa. En cuanto comencé a pelear con el cierre de mi falda, Ramírez me tomó por los hombros y me giró, haciendo que mi espalda chocara con su pecho, erizando mi piel al sentir su boca tan cerca de mi oído. Suavemente deslizó el cierre, y sin apartarse de mí, olisqueó mi cuello mientras sus manos se posaban en mis ca
DANIEL ÁVILA—¿Teresa? ¿Qué haces aún aquí? —pregunté a la chica que hacía la limpieza del «pent-house».—¡Doctor Ávila! ¡Lo siento! Es que se metió una mujer y… no… supe como… sacarla. —¿Una mujer? —Después de saber que Esteban estaba libre, cualquier cosa así podía ser peligrosa—. ¿Qué mujer?—Está en su despacho… profundamente dormida. No quise despertarla, ¿qué tal si se pone violenta? —preguntó ansiosa. —Ya vete… yo me encargo —le pedí haciéndome a un lado para que pudiera salir por la puerta, mientras yo tomaba una botella del minibar, dispuesto a usarla de ser necesario. Me acerqué con paso seguro hasta mi despacho y abrí la puerta lentamente, encontrando a una mujer acurrucada en el sofá que alguna vez le perteneció a María. Mi corazón dio un vuelco y mi estómago se retorció dolorosamente cuando me acerqué un poco más y me di cuenta de quién era la invasora. María dormía plácidamente, abrazando nuestra foto. Tenía la apariencia de una hermosa y celestial virgen, con ese te
MARÍA MURILLOEntré corriendo a la casa, buscando a mi bebé por todas partes cuando llegué a la sala, donde se encontraban Paula y Celeste con mi pequeño Santiago entre sus brazos, arrullándolo con ternura. —Mira, Santi, tu madre desnaturalizada por fin regresó —dijo Celeste haciéndole caras a mi bebé y provocando sus carcajadas. —Perdón por tardar tanto —contesté estirando mis brazos para recibir a mi hijo. —¿Dónde estabas? Zarco ya estaba a punto de ir a buscarte… Las cosas no son tan sencillas como para que simplemente desaparezcas sin avisar.—Lo siento, no quise… ¿preocuparte? —Era tan extraño tener esa clase de conversación con Celeste. —Mañana veremos a Isabella y… supongo que planearemos algo —dijo claramente cansada. No era la única afectada por el viaje y me preocupaban sus gemelos. —Deberías de ir a descansar, por los bebés. Fue un viaje agotador. —Supongo… —Se levantó y se estiró—, pero quisiera esperar a Zarco y… De pronto guardó silencio y palideció, como si tuvie
MARÍA MURILLO—Cometí muchos errores… —dijo Daniel con semblante arrepentido—, y me encapriché con una mujer que claramente no era para mí, pero de algo debes de estar segura, nunca fuiste una carga.—¿Cuántas veces se lo dijiste al mundo justificando mi presencia a tu lado? ¿Cuántas veces yo misma lo escuché? —No quería encariñarme contigo y verte partir… Sabía que sería una sensación profundamente dolorosa y la quise evitar, aún así, terminé sufriéndola. »Ambos sabemos que no soy el hombre indicado para ti. No soy la persona que debería de estar a tu lado, porque no me lo merezco, pero estoy dispuesto a suplicar, ya no puedo más, te busqué hasta debajo de las piedras y jamás creí que no tenerte me dolería tanto. »Arruiné todo y quiero arreglarlo, quiero… que me perdones. Si fui capaz de hincarme por la mujer equivocada, por ti soy capaz de arrancarme el corazón y entregártelo en charola de plata. No me sigas destruyendo de esta forma, María, no soportaría volver a perderte. Tomó
YOLANDA VARGAS —Quítate de mi camino —exigí viendo a Ramírez delante de mí. Parecía tan relajado, como si supiera que va a ganar, que me enoje aún más. Trate de pasar, por un lado, trate de pasar por el otro, pero siempre terminaba delante de mío, con esa sonrisa arrogante y sexy. —¡Déjame pasar! —grité furiosa, dando un fuerte zapatazo en el suelo, lo cual solo lo hizo sonreír más. —¿A dónde piensas ir? —A trabajar y después a mi departamento. ¿Algún problema? —¿Por qué estás de mal humor? Tienes una carita muy linda para estar enojada. —¡Porque no te quitas de mi camino! —Muñequita bonita, no me haré a un lado. Es muy peligroso que salgas sola. El trabajo puede esperar. —En primera, no me digas «muñequita». En segunda, haré lo que tengo que hacer, porque no me gusta vivir con miedo y porque yo no soy el objetivo de ese loco. Así que hazte a un lado… Estaba furiosa, odiaba que limitarán mi libertad, pero más odiaba que se comportará de esa manera, coqueto cuando bien me
YOLANDA VARGAS Desvié la mirada y quise imaginar que en ese momento Ramírez daría media vuelta y me dejaría sola con mi vergüenza, pero, por el contrario, se acercó y se sentó en el borde de la cama, pensativo, observándome con atención, tomó mi rostro entre sus manos y movió la cabeza en negativa. —Lo que ocurrió en ese hotel fue mi culpa y no tuvo que pasar, no tuve que ceder —dijo en un susurro. —No digas eso, si tienes algo de empatía hacia mí, no lo hagas… —Yolanda… Acorté la distancia entre los dos y presioné mis labios contra los suyos, eran los único que no mentían cuando me besaban, haciéndome sentir especial y querida. Era como si su corazón se pudiera comunicar directamente con el mío y decir todo eso que él no se atrevía. Sus manos se relajaron y me permitió abrazarme a él. Esto era lo que tanto quería y no podía. —No me importa a qué te dedicas, no me importa que tan manchadas de sangre estén tus manos… En verdad deseo estar contigo y soy capaz de renunciar a to
YOLANDA VARGASHoy era el día, viviríamos en la opulencia de los Silva más grandes, sinceramente no estaba ansiosa por ir, al contrario, sentía que dejaba mi vida y que, al hacer esta pausa, todo lo que había generado se vendría abajo. ¡Ya sé que el dinero y las cosas materiales se pueden volver a obtener y la salud, mucho menos la vida, no regresan!, pero habló del proyecto de toda mi vida, ¡años de trabajo!Terminé de hacer mi maleta de mala gana y en cuanto la guardé en la cajuela de mi auto, decidí buscarlo mi único consuelo desde que el idiota de Esteban había decidido escapar. Ni siquiera había hecho una entrada triunfal y ya nos había arruinado la vida. ¿Cómo estábamos seguros de que él tipo no estaba en otro país con otro nombre, disfrutando la vida mientras arruinaba la nuestra con nuestra paranoia y delirio de persecución?Anduve por el jardín y busqué a Ulises justo debajo de la ventana de mi habitación, si lo que había dicho era cierto, ahí estaría. No pude evitar sonreír,
YOLANDA VARGASBajamos hasta el estacionamiento y justo cuando iba a abrir la puerta de mi auto, Sebastián me detuvo. —Si en verdad estás en peligro, entonces ven conmigo, prometo ponerte a salvo. —¿A salvo? —pregunté entre risas y me zafé de su agarre—. ¿Qué te hace creer que estaría a salvo con un hombre tan cobarde y vil como tú? ¿Por qué te preocupas por mí y no por Isabella que es tu prima?—Porque Isabella ha decidido quedarse al lado de Celeste después de todo lo que hizo… —contestó lleno de rencor—. ¿Cómo pudo olvidarse de todo el daño que causó? Lo vi con desconfianza y retrocedí, analizándolo mejor. Vi la pieza en mi mano, esa reina roja, ¿cómo no la había visto en cuanto entré a mi despacho? Era tan roja como una gota de sangre, imposible que no la detectara, pero entonces, si no estaba en el momento en el que entré… Levanté la mirada hacia Sebastián y de pronto ya no era ese abogado sexy y arrogante que había conocido, su aura era diferente. ¿Él había puesto ahí la pie