ISABELLA RODRÍGUEZ
—No tenías que… venir —dije en un susurro sin voltear hacia él mientras me intentaba acomodar el cabello.
—No te preocupes… Tengo una comida muy importante y temía que llegaras tarde como sueles hacer —contestó con esa voz fría que se encajaba como agujas en mi corazón.
—Entiendo… —Sentía que el aire se acababa dentro del auto. El silencio y mis nervios eran una tortura que se acabó cuando llegamos al hospital.
Salió del auto con esa elegancia, dejando su fragancia suspendida en el aire. Mientras él parecía verse cada vez más atractivo y sexy, yo… era un desastre. Creo que nunca me había visto peo
ISABELLA RODRÍGUEZ—¿Cuánto tiempo necesito para poder ser donadora de médula? —pregunté a María mientras arrullaba a Sara entre mis brazos.—¿Donadora de médula?—Solo… dímelo…—Pues… un par de meses después de que termine tu lactancia… —contestó nerviosa, como si estuviera recordando sus clases en la escuela.—Mi madre necesita un trasplante… No puedo dejarla así, pero no sé qué hacer.—Puedes aplicar un destete prematuro y darle a Sara fórmula, una que sea adecuada. Esperar… por lo menos un mes y
GABRIEL SILVA—Patricia… Quiero que entiendas algo, solo eres mi novia y si estás viviendo en esta casa es por tu constante insistencia, pero tú no eres Isabella… y no voy a permitir que vayas a una cita donde ella es la que tiene que presentarse. Si ella no va, tú no puedes tomar su lugar, porque no te corresponde… ¿Entendido?Me sentí culpable, pues le había hablado como si fuera retrasada, y noté en su mirada que le había roto el corazón.Cuando mi relación con Isabella terminó, meses después, Patricia se presentó para solicitar empleo en la empresa. Era una chica algo atarantada, pero muy trabajadora y siempre intentaba hacerme sonreír. Lo aprecié bastante, pues en ese momento mi mundo se derrumbaba.&nbs
GABRIEL SILVAYa era lunes y no sabía nada de Isabella. Cada día estuve cerca de llamarla, preocupado por su estado de salud, incluso pensé en buscar a Romina y exigirle que la dejara en paz, pero me contuve. Isabella tenía razón, eran sus asuntos personales y yo no era nadie para intervenir.—¿Amor? —preguntó Patricia asomándose por la puerta del despacho—. Espero no interrumpirte, pero es el cumpleaños de patito y… creí que podríamos festejarlo. Hacerle una fiesta improvisada con sus amigos.—Aún no tengo noticias de Isabella…—Eso significa que… ¿no podemos festejar a Javier? —preguntó inconforme. ISABELLA RODRÍGUEZMe acerqué, quería felicitar a mi patito, quería estrecharlo y decirle cuanto lo extrañé, esperando que él también me hubiera extrañado de la misma forma, pero algo me decía que se la pasó muy bien sin mí, y me lo confirmó su pequeña vocecita: —¿Me das otra rebanada de pastel, mami?Mis pies se clavaron en el césped. ¡¿Le había dicho mami a Patricia?!—¡Claro que sí, mi amor! —exclamó Patricia con ternura, orgullosa, creyendo que se había ganado mi puesto.—Perdón… —Mi patito agachó la mirada, apenado, pero su sonrisa delataba que no estaba del todo arrepeCapítulo 73: Mamá Pato
ISABELLA RODRÍGUEZCada visita que hice a esa mansión fue un golpe directo al corazón, los primeros fines de semana mi patito se apartaba y regresaba corriendo a su habitación, renuente a siquiera saludarme, no entendía por qué se comportaba así y eso me dolía demasiado. Las siguientes veces Patricia fue quien me lo negó, diciendo que él niño no tenía intenciones de ni siquiera asomarse. Aparentaba estar triste, pero algo me decía que en el fondo le gustaba la situación, la hacía sentir victoriosa.Mi madre insistió en que le diera el nombre del padre de mis hijos, al recuperar gradualmente su salud, estaba sedienta por enfrentar a Gabriel y arrebatarle a Javier, pero yo no quería a mi patito aquí a la fuerza, así que guardé silencio, y mi
ISABELLA RODRÍGUEZSe me desgranó el corazón al sentir el calor de mi bebé contra mi pecho. No sabía cómo es que había llegado aquí, lo único que me importaba era que lo volvía a tener conmigo. Lo llené de besos y caricias mientras sentía su llanto. Algo me decía que no solo era por la emoción de volverme a ver.—¿Isabella? —preguntó mi madre acercándose presurosa para recibir a Javier con alegría—. Me alegra tanto que nuestro patito esté de vuelta. ¡Vamos! Te tengo que presentar a alguien muy importante.Cuando giró sobre sus talones, señalándome la dirección en la que iríamos, me congelé. Gabriel nos esperaba, portando ese traje que le hac&
ISABELLA RODRÍGUEZ Entramos al camerino improvisado y Gabriel me depositó con gentileza en el sofá. Nunca lo había visto tan preocupado, sus ojos recorrían mi rostro intentando encontrar una explicación a lo que me pasaba. —¿Qué le ocurre? ¿Qué tiene? —preguntó angustiado. —Ya lleva tiempo con anemia, está siendo difícil de controlar por el trasplante de médula al que se sometió. Si a eso le agregamos el estrés… —dijo María viendo fijamente con desaprobación a Gabriel—. Por favor, necesito privacidad con la paciente. Renuente a dejarme sola, Gabriel soltó mi mano y salió de la habitación. Apenas escuché la puerta cerrándose, me senté en el sofá y escondí mi rostro entre mis manos. —Gracias. —Mi voz salió apagada. —Sigue enfocada en tu carrera de cantante, como actriz, no eres muy buena —agregó María sentándose a mi lado. —No fue actuación, no sabía cómo salir del baño y terminé tiesa… Supongo que fueron los nervios. —Como esas cabras del documental que vimos… De recordarlo com
GABRIEL SILVA Esa noche Patricia quiso regresar a su viejo departamento, no deseaba ir a la mansión después de lo ocurrido, y no la detuve. La llevé hasta la puerta de aquel edificio donde vivía, sabiendo que posiblemente sería la última vez que la vería. —Es inútil competir contra Isabella por tu corazón —dijo mientras metía la llave a la puerta—. Mi madre siempre me dijo que no era bueno meterse con hombres casados o recién divorciados, mucho menos si hay niños de por medio. Siempre habrá preferencia por la mujer que estuvo antes. —Tu madre es una mujer muy sabia —respondí sintiendo lástima al ver a Patricia tan destrozada. Agachó la mirada y frunció la boca para no llorar mientras algunas lágrimas escurrían por sus mejillas. —Sé lo que le dijiste a mi hijo. —No era un tema que quisiera pasar por alto. —No lo hice con malas intenciones —contestó con firmeza. —Estuvo mal —agregué acomodando uno de sus mechones rebeldes—. No solo hiciste sufrir a Isabella, sino a mi patito