MARÍA MURILLO
—¡¿Cómo que ácido?! —exclamé con sorpresa—. Tranquila, hiciste bien en enjuagar su cara. Todo estará bien.
De pronto la puerta sonó y Daniel se levantó para atender mientras yo escuchaba el llanto y la desesperación de Isabella. Sabía que tenía que ir de inmediato para auxiliarla o por lo menos consolarla.
Colgué el teléfono en el momento que atravesé la puerta de la habitación, entonces mi corazón se cayó al piso. Daniel estrechaba con dulzura a una mujer que parecía deshacerse en llanto.
—¡No sé qué hacer! ¡Ayúdame por favor! —suplicó Celeste empapada en lágri
GABRIEL SILVA—Alguien hurtó el microchip, señor —dijo mi abogado con voz metálica.—¿Cómo? El día de ayer lo vi en su caja… —contesté confundido.—Revisé las cámaras de seguridad, señor —Me mostró su teléfono. Había dejado entre los libros una pequeña cámara, imperceptible, apuntando hacia el escritorio.El corazón se me partió al ver a Isabella acercándose a hurtadillas y cambiando el chip por uno falso.—El rastreador del chip nos llevó hasta uno de los técnicos que fueron despedidos. En este momento está retenido, listo para ser proc
ISABELLA RODRÍGUEZCreí que Gabriel me necesitaría para curar su herida, pero contrató a una enfermera que lo visitaría todos los días. Pensé que me pediría quedarme en la mansión hasta que tuviera a nuestro hijo, pero me ofreció una hermosa casa cerca del hospital. Mi última esperanza fue creer que mi patito sería suficiente para que reconsiderara la situación, pero eso no sucedió.Gabriel pasaba cada viernes por mi patito, el cual comprendió por fin que mami y papi no podían seguir juntos, pero podían intentar llevarse bien. Gabriel me visitaba cuando María revisaba el embarazo y sus ojos brillaban de júbilo al ver a su pequeña panterita creciendo dentro de mí. En cuanto María rebasaba la puerta, él también de
ISABELLA RODRÍGUEZ—Es curioso ver cómo puede cambiar la vida cuando hay una manzana podrida… —dije acariciando el rostro de Celeste en la fotografía antes de besar la imagen de mi papá biológico.—¡Le estás mostrando su cuarto! —exclamó mi madre al asomarse por la puerta con mi pequeña Sara entre sus brazos—. Estaba pensando remodelarlo, sería lindo que mi bella Sara lo ocupara cuando crezca.El jodido nudo en mi garganta me estaba torturando de una manera tan cruel. Juro que no quería llorar, que quería mantenerme tranquila y serena, pero ¡Dios! Estaba desmoronándome.Me levanté de la cama y abracé a Romina con todo mi amor, no sab&ia
ISABELLA RODRÍGUEZ—No tenías que… venir —dije en un susurro sin voltear hacia él mientras me intentaba acomodar el cabello.—No te preocupes… Tengo una comida muy importante y temía que llegaras tarde como sueles hacer —contestó con esa voz fría que se encajaba como agujas en mi corazón.—Entiendo… —Sentía que el aire se acababa dentro del auto. El silencio y mis nervios eran una tortura que se acabó cuando llegamos al hospital.Salió del auto con esa elegancia, dejando su fragancia suspendida en el aire. Mientras él parecía verse cada vez más atractivo y sexy, yo… era un desastre. Creo que nunca me había visto peo
ISABELLA RODRÍGUEZ—¿Cuánto tiempo necesito para poder ser donadora de médula? —pregunté a María mientras arrullaba a Sara entre mis brazos.—¿Donadora de médula?—Solo… dímelo…—Pues… un par de meses después de que termine tu lactancia… —contestó nerviosa, como si estuviera recordando sus clases en la escuela.—Mi madre necesita un trasplante… No puedo dejarla así, pero no sé qué hacer.—Puedes aplicar un destete prematuro y darle a Sara fórmula, una que sea adecuada. Esperar… por lo menos un mes y
GABRIEL SILVA—Patricia… Quiero que entiendas algo, solo eres mi novia y si estás viviendo en esta casa es por tu constante insistencia, pero tú no eres Isabella… y no voy a permitir que vayas a una cita donde ella es la que tiene que presentarse. Si ella no va, tú no puedes tomar su lugar, porque no te corresponde… ¿Entendido?Me sentí culpable, pues le había hablado como si fuera retrasada, y noté en su mirada que le había roto el corazón.Cuando mi relación con Isabella terminó, meses después, Patricia se presentó para solicitar empleo en la empresa. Era una chica algo atarantada, pero muy trabajadora y siempre intentaba hacerme sonreír. Lo aprecié bastante, pues en ese momento mi mundo se derrumbaba.&nbs
GABRIEL SILVAYa era lunes y no sabía nada de Isabella. Cada día estuve cerca de llamarla, preocupado por su estado de salud, incluso pensé en buscar a Romina y exigirle que la dejara en paz, pero me contuve. Isabella tenía razón, eran sus asuntos personales y yo no era nadie para intervenir.—¿Amor? —preguntó Patricia asomándose por la puerta del despacho—. Espero no interrumpirte, pero es el cumpleaños de patito y… creí que podríamos festejarlo. Hacerle una fiesta improvisada con sus amigos.—Aún no tengo noticias de Isabella…—Eso significa que… ¿no podemos festejar a Javier? —preguntó inconforme. ISABELLA RODRÍGUEZMe acerqué, quería felicitar a mi patito, quería estrecharlo y decirle cuanto lo extrañé, esperando que él también me hubiera extrañado de la misma forma, pero algo me decía que se la pasó muy bien sin mí, y me lo confirmó su pequeña vocecita: —¿Me das otra rebanada de pastel, mami?Mis pies se clavaron en el césped. ¡¿Le había dicho mami a Patricia?!—¡Claro que sí, mi amor! —exclamó Patricia con ternura, orgullosa, creyendo que se había ganado mi puesto.—Perdón… —Mi patito agachó la mirada, apenado, pero su sonrisa delataba que no estaba del todo arrepeCapítulo 73: Mamá Pato