ISABELLA RODRÍGUEZ
—Señora Silva, hará un surco en el piso si no deja de caminar así —dijo el mayordomo apenado mientras me veía andar de un lado a otro frente a la puerta principal.
Mi celular había desaparecido, así como mi ropa. Lo peor de todo es que me encontraba de nuevo encerrada en la mansión, todas las puertas y ventanas estaban bajo llave. Ahora si era buen momento para arrepentirme. ¡¿Cómo pude volver a caer?!
—Señora Silva, relájese… ¿Quiere que le prepare un té? —preguntó Guillermina con una gran sonrisa.
—No me digan así, no soy la señora Silva… y lo que quiero es salir de aquí —dij
ISABELLA RODRÍGUEZ —Entonces… tú pídeme que deje de pelear por ese dinero… —dijo Gabriel en un susurro que paralizó mi alma—. Pídeme que abandone esta pelea, que renuncie a esa fortuna, por ti. Pídeme que abandone mi mundo y me pierda en el tuyo… contigo… tomado de tu mano. Mi cabeza hizo corto circuito, me animé a verlo a la cara, queriendo buscar cualquier indicio de burla, pero sus ojos parecían agónicos, su semblante no era el de siempre, como ese hombre frío y arrogante, por el contrario, parecía un niño triste y con miedo. Tomó mi rostro entre sus manos y pegó su frente a la mía. —Pídeme que renuncie a todo por ti y por mi hijo… —agregó contra mis labios y no podía creerlo—. Solo prométeme que no volverás a dejarme, que no volveré a sentirme tan jodidamente solo y miserable sin ti. No tienes ni puta idea de cómo te n
ISABELLA RODRÍGUEZMi representante ya tenía una fecha para la rueda de prensa y las noticias de mi supuesta infidelidad no dejaban de llenar las redes sociales. La gente se hizo de sus propias conclusiones y, sintiéndose con el deber moral, me atacaron con mensajes llenos de reproche, juzgándome. Por curioso que pareciera, la mayoría de los mensajes cargados de odio e injurias, venían de mujeres que después demostraban su absoluto apoyo a Daniel, e incluso a Gabriel, como si yo fuera el demonio que jugó con ambos.¿Pensarían lo mismo de mí si supieran mi historia? Tal vez, pero no iba a escribir todo por lo que había pasado, no pensaba darle explicaciones a gente que, sin conocerme, levantaba su dedo en mi contra, como si esas personas jamás hubieran cometido errores. ¡Qué
ISABELLA RODRÍGUEZ Escondiendo mi cara de todos, llegué a la mansión, arrastrando los pies. Las siguientes presentaciones habían sido pospuestas, mi representante quería saber el resultado de la rueda de prensa antes de exponerme a un público furioso. Necesitaba estrechar a mi pequeño patito y platicar con Guillermina, ella tenía una manera tan dulce de tranquilizarme. —Vine buscando a mi nieto, pero parece que mi suerte mejoró… Como si mi situación no pudiera empeorar más, la abuela de Gabriel, la señora Alondra Silva, estaba frente a mí, con su elegancia y altanería, viéndome más feo que de costumbre. —Señora Silva… Bienvenida —dijo Guillermina acercándose a mí y ayudándome a quitarme la sudadera.
ISABELLA RODRÍGUEZEscuché el golpe sordo de la palma de mi representante chocando con su frente, reprochando en silencio la confesión que sepultaría mi carrera, pero también sentí la mano de Gabriel sobre la mía, reconfortándome. Cuando volteé hacia él, pude sonreír sin agobiarme por el peso de la culpa en mi pecho. Esto era lo que quería y ya no me importaba si a alguien no le agradaba.—No tenías que hacer eso —dijo Gabriel en un susurro cuando abandonamos la mesa—. Ahora el destino de tu carrera es incierto.—Decidí lo que creí mejor para mí. —Me planté delante de él y acaricié su mejilla con ternura, dedicándole una sonrisa sincera. ISABELLA RODRÍGUEZEsa noche perfumé mi piel y escogí un conjunto de lencería muy lindo y sensual, pero no tan atrevido. Me vi al espejo y repasé cada detalle, quería… ¿seducir a Gabriel? Yo no era la clase de mujer que se siente sexy. ¡No sabía cómo cautivarlo!En ese momento la puerta se abrió súbitamente, Gabriel entró como un vendaval y comenzó a rebuscar en el clóset. Él era un hombre muy organizado y meticuloso, así que me sorprendió verlo sacando camisas y corbatas, lanzándolas por el aire, desperdigándolas por la habitación hasta que encontró la combinación correcta. Todo el día había estado raro y distante. Intimidada, cubrí mi cuerpo con la bata de seda, algo me decía que no era el momento para tener sexo salvaje. —¿Gabriel? —pregunté llamando su atención, por fin se dio cuenta de que estaba ahí—. ¿Todo bien?—Sí, todo bien. —Se acercó lentamente y toda esa euforia con la que entró, se apaciguó. Se plantó delante de mí y su mirada se tornó tan dulce que me sonrojó—. Te ves Capítulo 39: Una cita con el pasado
GABRIEL SILVA —La amo —respondí de inmediato y arrepentido, pues, hacía escasa una hora, le había dicho a Isabella que la quería y eso no era suficiente para expresar lo que en verdad sentía por ella. Celeste apoyó ambos codos en la mesa y cubrió su rostro. Estaba destrozada y comenzó a sollozar. —Es gracioso, porque… cuando recuperé la memoria, fue como si no hubiera pasado ni un solo día. Era como si jamás nos hubiéramos separado, y esto se siente… horrible. Para mí, apenas ayer aún éramos esposos y nos amábamos mucho y hoy… tú amas a alguien más, y yo me quedo aquí con el corazón roto. —Celeste… —¿Qué podía decir? Era cierto que alguna vez la amé, pero hoy mi corazón ya no le pertenecía. —Ya sabía que esto podía pasar, solo quise… comprobarlo —agregó bajando las manos
GABRIEL SILVA —Nunca logro que mantengas tu maldito trasero pegado a esa silla durante tus ocho horas laborales —dijo Montalvo entrando a la oficina. No sabía qué hora era—, y hoy llego a primera hora y parece que pasaste toda la noche aquí. —No parece… así fue —contesté con una voz pastosa. Los papeles ante mí ya no tenían lógica, ni siquiera alcanzaba a leer por el cansancio. Ante mi incertidumbre, Celeste se había arriesgado a darme un beso. Sus manos sobre mi pecho y sus labios sobre los míos causaron toda clase de sensaciones, pero ninguna fue de júbilo o pasión, por el contrario, me sentí culpable, arrepentido y asqueado, no por ella, si no por mí mismo. Detuve las puertas del elevador antes de que se cerraran y permití que Celeste entrara en él antes de jurar jamás volver a verla. Con la cabeza vuelta un caos, pensé en regresar a casa y acurrucarme en la cama junto a Isabella, necesitaba de su calor y sus caricias, pero no me sentía bien, así que preferí refugiarme en e
ISABELLA RODRÍGUEZJavier nos había escuchado hablar a Guillermina y a mí, cuando me di cuenta ya era muy tarde, había salido corriendo. No era la forma en la que pretendía que se enterara que Gabriel era su padre y ahora temía que no fuera fácil para él asimilar las cosas.Rebuscamos en todos lados, mi instinto me había dicho que el último lugar en el que él querría estar sería con Gabriel, pero era el único sitio donde faltaba buscar. Me asomé a la habitación y lo primero que vi fue a Gabriel peleando con su corbata frente al espejo, entonces escuché a mi patito:—Cuando ente a la equela… ¿Le puedo deci a todos que edes mi papá? ¿Pasadas po mí a la salida? —preguntab