GABRIEL SILVAFue una sorpresa que ese «doctorcito» resultara ser el nieto bastardo de mi abuelo. Sabía que su presencia solo afirmaba que el testamento cambiaría y eso me hubiera preocupado si la esposa de mi «primo» no se hubiera apoderado de toda mi atención.Su belleza era nueva y al mismo tiempo conocida. Swan, la cantante que estaba enamorando a toda Europa con su voz y que ocultaba algo en sus ojos, su piel, su hermoso cabello y su curvilínea figura.Mientras mi abuelo llevaba a Daniel a su despacho para tener una charla privada, yo no pude evitar seguir con la mirada a esa mujer. Su alma vibraba diferente y a la vez me hacía sentir que ya la conocía.Por un breve momento, sus hermosos ojos azules se po
ISABELLA RODRÍGUEZLo intenté, juro que lo hice, pero el beso no fue agradable, se sentía forzado e insípido. Aunque Daniel había sido de gran ayuda en todo este tiempo, no había podido desarrollar un cariño más profundo hacia él. —Lo siento… —susurré contra sus labios y cuando me quise alejar, sus manos apresaron mis brazos.—¿Por qué? —preguntó aún con los ojos cerrados y su frente pegada a la mía—. ¿Por qué una mujer fuerte y con un alma tan grande, desea al hombre que la hirió, pero no al que la curó?Su pregunta me dejó sin palabras. ¿No tenía razón? ¿Por qué me aferraba a Gabriel, cuando él había sido mi perdición, mientras que Daniel, quien me había sacado del problema, no despertaba nada en mí? —Me gustaría tener una respuesta para eso… —respondí cabizbaja. —Solo no me digas que es por… —No alcanzó a decirlo, pero sabía bien a quien se refería. —María… —agregué y quise sonreír, pero no pude—. Ella…—Ella está haciendo su vida como la doctora que ahora es. Tú misma lo dijis
ISABELLA RODRÍGUEZA la mañana siguiente pedí el desayuno a la habitación y busqué a Daniel, pero no lo encontré. Me preocupé de que la depresión de la noche anterior hubiera generado estragos. Me lo tomé con calma, le di un buen baño de burbujas a Javier y en cuanto llegó el desayuno, pude ver a Daniel en la mesa, tan radiante y amargado como siempre. ¿En qué momento había aparecido? ¿Dónde se había metido?Escondía su semblante mortecino detrás de una taza de café bien cargado. En completo silencio comencé a acercarle la comida a Javier, pero sin despegar la mirada de Daniel. Si había sufrido tanto por Celeste, ¿era posible que María lograra calmar su dolor o, por el contrario, terminaría siendo arrastrada a
GABRIEL SILVA Después de desempolvar ese viejo piano que me acompañó durante toda mi adolescencia, comencé a pasear mis dedos por sus teclas, recordando el placer que sentía al tocarlo, mientras pensaba en Isabella y su nuevo rostro. Esa cicatriz que significaba culpabilidad y remordimiento había desaparecido, pero al mismo tiempo, el resto de la armonía se había perdido, sus mejillas eran escasas, su nariz ligeramente más fina. No iba a negar que seguía siendo hermosa, pues su alma era lo que le daba sentido a su belleza, pero había algo que no me convencía del todo. Dejé caer mis manos sobre las teclas, haciendo que un estridente sonido inundara el recinto. Me levanté súbitamente y salí del salón de música. Presuroso pasé entre cada uno de los sirvientes sin emitir ni un solo sonido. Las luces aún eran tenues y no había
GABRIEL SILVA —¿Qué hacemos aquí? —le pregunté a Montalvo mientras nos abríamos paso entre la multitud. La terraza del hotel más grande y caro de la ciudad estaba a reventar. No cabía ni una sola alma en la barra y las luces de colores solo me estaban generando dolor de cabeza. —Pediste que investigara a esa cantante, Swan… ¿Recuerdas? —Ajá… —Sus canciones están a nombre de Isabella Rodríguez. Al parecer vivía aquí y migró a Italia, obtuvo la nacionalidad y, no solo eso, tuvo un hijo. Se desconoce quién es el padre. No pude evitar sonreír de medio lado. Yo sabía bien quién era el padre, solo hacía falta que lo confirmara. De pronto una idea saltó a mi mente. —¿Sabes si se realizó cirugías estéticas? —¿Cirugías estéticas? ¡Gabriel! ¡¿Eso qué importa?! ¡Ella es la chica de la tragedia de la familia Rodríguez! ¡Su padre murió y ella quedó desfigurada por nuestra culpa! No, corrijo… ¡Por tu puta culpa! —Lo sé… —contesté cabizbajo. Casi había olvidado cómo se sentía el peso de
ISABELLA RODRÍGUEZ Escuché una voz distorsionada a mi espalda, tomándome por sorpresa. Mi piel se erizó y de nuevo mis ojos se encontraron con esa profunda oscuridad. —Ah… gracias, creo… —Disfruté mucho tu concierto… —agregó elevando mi curiosidad—. Cantas hermoso. —Me alegra… pero… ¿puede mostrarse? —Me sentía muy nerviosa y mi respiración se entrecortaba. Aún no lo había visto y mi corazón ya estaba latiendo desesperado dentro de mi pecho. De pronto escuché como la puerta se cerraba por fuera, alguien nos había encerrado. Efectivamente, por más que giré el pomo, esta no cedió. Estaba atrapada con ese desconocido. —¡De una vez le advierto que…! —grité eufórica. Optaría por el camino de la violencia si era necesario. De pronto, entre la penumbra, se mostró el dueño de esa voz escalofriante. Se trataba de Gabriel, sin sus gafas negras, mostrándome esa mirada tan profunda y arrogante que hacía temblar mi cuerpo. ¡Demonios! Su mirada era tan… irresistible y profunda, como si
GABRIEL SILVA—Ay si… así… no pares —dijo Isabella arrastrando su dulce voz mientras se reacomodaba sobre las sábanas de mi cama—. Gabriel…Estiró su mano, buscándome. Con una amplia sonrisa, divertido por ser el dueño también de sus sueños, tomé su mano y la besé con ternura. —Guillermina, cuida de ella hasta que vuelva. —Sí, señor… —respondió mi ama de llaves con una gran sonrisa—. ¿Irá por el niño?Volteé hacia ella en completo silencio y mi sonrisa respondió por mí. —¡Qué maravilla! ¡Prepararé galletas para recibirlo! —dijo emocionada. ¤Después de la fiesta de cumpleaños del abuelo, Daniel había decidido quedarse más días en esta ciudad, regresando a su «pent-house». No fue difícil dar con él, pues ya había mandado a investigarlo antes. Mantuve la calma, subí al último piso, sobornando a la encargada para no avisarle a Daniel que iba en camino, no deseaba que estuviera preparado para lo que iba a hacer. Había contratado a dos guardias de seguridad que no tenían problema en vo
ISABELLA RODRÍGUEZ—Señora Silva, hará un surco en el piso si no deja de caminar así —dijo el mayordomo apenado mientras me veía andar de un lado a otro frente a la puerta principal.Mi celular había desaparecido, así como mi ropa. Lo peor de todo es que me encontraba de nuevo encerrada en la mansión, todas las puertas y ventanas estaban bajo llave. Ahora si era buen momento para arrepentirme. ¡¿Cómo pude volver a caer?!—Señora Silva, relájese… ¿Quiere que le prepare un té? —preguntó Guillermina con una gran sonrisa.—No me digan así, no soy la señora Silva… y lo que quiero es salir de aquí —dij