ISABELLA RODRÍGUEZ«Si no me explicas lo que ocurrió, no puedo ayudarte», había dicho Daniel, sentándose en el borde de la cama, con el ceño fruncido y su mirada clavada en mi rostro. Apreté los puños, jalé aire y solté todo.Fue como sacarme una estaca del pecho, fue doloroso, sangré, pero me liberé. Después de vomitar todo lo que cargaba, el silencio se volvió inusualmente cómodo, aunque me preocupaba que fuera la paz que antecede a la tormenta.—Aquel día dijiste que parecía una persona que necesitaba ayuda… —dije pensativa—. ¿Qué te hizo creer eso?Por un momento creí que no me había escuchado, pues seg
GABRIEL SILVANo iba a permitir que mantuvieran a Isabella encerrada en ese maldito hospital de mierda, negándome verla como si fuera una clase de criminal. Mandé a mis mejores abogados, si era necesario demoler ese lugar, lo haría. No me detendría, ni siquiera ese arrogante «doctorcito». —¿Gabriel? —Se asomó Valentina por la puerta de mi despacho. Después de lo ocurrido había mandado a la servidumbre a recoger todas las pertenencias de ese par y echarlas a la calle. Habían colmado mi paciencia—. ¿Puedo pasar?—No… ¡Largo! ¡Fuera de mi casa junto con la bruja de tu madre! Mi ofensa no pareció afectarla, por el contrario, su sonrisa seguía intacta. Avanzó hasta el escritorio y se sentó cómodamente. —Creo que deberíamos de casarnos cuanto antes… —agregó cruzándose de piernas.—¿Cómo? —Sí, divórciate de Isabella y casémonos antes de que se me note el embarazo… —contestó causándome más confusión y odio.—¿Cómo que embarazo?—¿Me dirás que no notaste cuando dejaste tu semilla en mí? —pr
ISABELLA RODRÍGUEZSalir del hospital fue complicado, había hombres ajenos al edificio en todos lados y los abogados de Gabriel abarrotaron la recepción. Después de escabullirnos al estacionamiento, Daniel nos sacó de ahí en un Civic negro, un auto normal, limpio, demasiado modesto para la clase de hombre que era, pero me daba cierta sensación de «confort». Era nuevo y agradable no estar en un auto último modelo con vestiduras de piel. Todo el camino lo hicimos en silencio y no dejé de ver por la ventana, era extraño volver a ser normal, una persona más en este mundo, pero todo cambió en cuanto llegamos al edificio donde vivía. Tuve que sacar la cabeza por la ventana para buscar el techo, pero parecía internarse en las nubes. El estacionamiento era un lugar de lujo, lleno de autos caros y elegantes, el Civic desentonaba totalmente. Al entrar a la recepción, una mujer de apariencia encantadora, similar a una azafata, nos recibió con una enorme sonrisa antes de dejarnos entrar al elev
ISABELLA RODRÍGUEZTodo pasó tan rápido que… no sabía cómo procesarlo. Con ambas manos en mi abdomen, como si así pudiera sostener y proteger a mi bebé de mi propio dolor, traté de asimilar las palabras de Daniel. —Lo siento, Isabella… —dijo desconcertado, viendo como estaba a punto de colapsar.—¿Por qué? —No entendí qué era lo que estaba preguntando en realidad. ¿Por qué murió? ¿Por qué me abandonó? ¿Por qué no conocería a su nieto? ¿Por qué un día simplemente se fue sin que pudiera decirle cuanto lo amaba y que era el mejor padre del mundo, creyendo que al día siguiente la rutina seguiría?—Era algo que ocurriría… Estabas consciente de eso…Levanté mi mano, pidiéndole que se detuviera y mis piernas fallaron, mi dolor explotó en mi boca, entre gritos y sollozos, el nudo en mi garganta reventó dolorosamente y no pude controlar mis lamentos, era como si al gritar tan fuerte pudiera mitigar un poco mi agonía. Daniel se hincó a mi lado, evitando que mi caída fuera aparatosa. Me estrec
ISABELLA RODRÍGUEZ—Felicidades… —Me puse de pie, poniendo distancia de por medio entre ellos y yo—. Me alegra mucho que vayan a ser padres.Papá… por favor, sácame de esto, como tu último acto de amor hacia mí, libérame de este par, no quiero que me vean débil, no quiero que noten que sus palabras me lastiman. Sálvame, papá, una última vez.Como si él aún estuviera aquí, el cielo, que hasta el momento estaba despejado, se nubló. En un par de segundos las primeras gotas comenzaron a caer, espantando a los reporteros y haciendo gritar a Valentina que temía arruinar su costoso vestido.—¡Gabriel! ¡Hay que irnos! —grit&
ISABELLA RODRÍGUEZNo podía dormir, así que muy temprano por la mañana me levanté para preparar el desayuno, para mi sorpresa, María ya estaba haciéndolo. Me sonrió con gentileza antes de llevar la jarra con jugo hacia la mesa donde Daniel ya se encontraba leyendo las noticias en su celular. Parecía tan sombrío y cruel que me temía estar cometiendo un error al irme con él.—Sé que no parece el hombre más amigable del mundo, pero no siempre fue así —dijo el abuelo detrás de mí, viendo en la misma dirección—. Era un hombre lleno de sueños y ambiciones, pero sobre todo de alegría.—¿Qué le pasó? —pregunté en voz baja.—Nadie muere de un corazón roto, por lo menos, no físicamente, pero en el caso de Daniel, su alma f
ISABELLA RODRÍGUEZLos meses pasaron como agua y olvidé el infierno en el que viví, pero no al demonio que me torturó. Gabriel se me había clavado en el cerebro y lamentablemente también en el corazón. Aunque me rehusaba a ver cualquier cosa que estuviera asociada a él, inconsciente buscaba noticias suyas. Había desarrollado una clase de masoquismo.—¡Bien dicen que no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla! —gritó eufórica la presentadora del noticiero mientras María me hacía mi ultrasonido y platicaba con mi pequeño patito, inquieto en mi vientre. Escucharla siempre lo ponía alegre.—¡Así es! Por fin el multimillonario y CEO de la empresa Silva-Montalvo ha contraído
ISABELLA RODRÍGUEZDaniel había acertado, conforme mis canciones se hicieron famosas, los contratos comenzaron a llegar, y no para comprarlas, sino para que yo misma las cantara. Me sentía lista, pues había terminado mis estudios en «Conservatorio di Musica di Milano», donde perfeccioné mi voz.Cuando me presenté en la disquera, me desilusionó ver que lo primero que inspeccionaron fue mi físico. Poco les importó saber si sabía cantar o tocar algún instrumento. De nuevo Daniel tenía razón. Mi belleza me abrió las puertas y mi talento los convenció. Fue cuestión de tiempo para empezar a tocar en pequeños clubes y auditorios. Un día me desperté escuchando mi voz en la radio y encontrando mis canciones en todas las plataformas digitales.&