MARÍA MURILLO—No podemos dejar que Esteban se case con Celeste… —dijo Gabriel pasando una moneda entre sus dedos, parecía que estaba tocando el piano.—¿Cómo lo evitaremos? ¿Secuestrándola? ¿Matándolo? Tuvimos que terminar con él en cuanto tuvimos la oportunidad —dijo Daniel furioso, viendo por la ventana.—Tal vez podamos hacerla entrar en razón —agregó Isabella, ganándose la mirada escéptica de todos—. ¡Ya sé! A nadie le agrada la idea de que ella pueda ser inocente, pero…—¿Inocente? ¿Después de todo lo que hizo? Es una maldita egoísta, lo único que la mueve son sus propios intereses.
ISABELLA RODRÍGUEZ —Mamá me dijo algo que yo no quería creer… Que serías capaz de darme el corazón si lo necesitara. Por favor, si es verdad que esa hermana mayor dulce y protectora existe aún dentro de ti, entonces vámonos, solucionaremos las cosas de diferente manera… Encontraremos a tu hija y… —¿La encontraremos? ¡¿Cómo?! El único que sabe dónde está, es Esteban… Si me voy, sí hago algo que lo moleste, se desquitará con ella —confesó con el corazón lleno de dolor—. ¡¿Qué más quieres Isabella?! ¡Ya estás con el hombre que te hace feliz y tus encantadores hijos! ¡No te metas en mi vida y déjame que solucione mis problemas yo sola! —Tienes una hija en peligro y no has sabido como solucionarlo en tantos años, ¿qué te hace creer que podrás hacerlo sola en los siguientes doce? —preguntó Daniel, entrando furioso a la habitación—. Vámonos ya. Unirte a Esteban solo lo hará más fuerte y menos podrás ver a tu hija. —Daniel… —Celeste parecía un animal asustado y renuente. —Por favor… So
MARÍA MURILLO Bien dicen que dónde hubo fuego, cenizas quedan. Tal vez Yolanda tenía razón y siempre había esa obsesión por lo que no podemos tener, y me incluyo, porque tal vez es lo mismo que sufro con Daniel, me aferré a él porque sé que nunca será mío. Los interrumpí antes de que siguieran machacando mi corazón, y le entregué el vaso con agua a Celeste. Sin emitir ni una sola palabra, Daniel salió de la habitación, huyendo del caos que vivía en su cabeza. —¿Lo lograste? —preguntó Celeste mientras tomaba las pastillas que le había dado Daniel. —¿De qué hablas? —¿Pudiste acercarte a él como una mujer y no como la niña que vio crecer? —Eso es algo que a ti no te importa…
MARÍA MURILLO—Soy la madre de Paula… —dijo Celeste acercándose lentamente hacia nosotros, haciendo que el hombre que me tenía amenazada se tensara, pude notarlo incluso en el filo de su cuchillo que descansaba sobre mi cuello.—No te acerques o la degüello —amenazó mi atacante, pero Celeste no se detuvo. ¿Por qué habría de hacerlo? No era como que mi vida le importara.—Regrésame a mi hija —insistió con los ojos llenos de lágrimas.—Celeste… ven acá —dijo Daniel en un susurro, intentando alcanzar su mano.—¡No! ¡Quiero a mi hija de regreso! —gritó furiosa.<
ISABELLA RODRÍGUEZCuando Gabriel regresó en la noche, corrí hacia la puerta, preocupada por creerlo herido. Había salido en busca de María y sabía que la zona a la que se dirigía era la misma que Ramírez había estado vigilando, incluso temía que Celeste hubiera inspeccionado el despacho de Gabriel y encontrado de esa forma el sitio. Mis pasos se clavaron al piso en cuanto lo vi. Parecía estar íntegro, pero su rostro era una mueca de confusión y sus ojos me veían como si fueran los de un niño que espera un regaño. Cubierta por su abrigo, se encontraba una niña de cabellos negros y ojos azules, era notorio el parecido con Celeste, y por supuesto, conmigo. ¿No era obvio? era mi sobrina, y parecía un cachorro asustado y tembloroso.—¿Dónde está María? ¿Qué fue lo que ocurrió? —pregunté ansiosa, acercándome a Gabriel y tomando su rostro entre mis manos. Acariciando sus mejillas queriendo reconfortarlo, embargada por esa necesidad de protegerlo de alguna manera.—Solo se llevó un rasguño…
ISABELLA RODRÍGUEZMe quedé en el marco de la puerta, viendo cómo los niños hablaban y jugaban. Todo giraba alrededor de Sara, que le llevaba cualquier instrumento a Javier para que lo tocara, mientras este intentaba hacer sonreír a Paula. Mi niño tenía un corazón muy grande y era notoria su preocupación por su nueva prima.—¿Dónde está tu papá? —preguntó Paula fijando su vista en mí, era un tema que no pasaría tan fácil.—Él murió… —contesté cabizbaja y noté el miedo en sus ojos—. Sufrió un trágico accidente hace años.—¿Lo extrañas mucho? —insisti&oacu
ISABELLA RODRÍGUEZAcompañamos a María al aeropuerto, pidió privacidad para comprar su boleto de avión y, aunque por la hora intenté deducir su destino, no fue tan sencillo adivinarlo. Nos despedimos entre llanto y risas, esperando que su futuro, a donde fuera que ella migrara, fuera mejor del que proyectaba al lado de Daniel.No se movió ni un solo paso y esperó a que Yolanda y yo saliéramos del aeropuerto, estaba siendo muy meticulosa para evitar que descubriéramos a donde iba.—Odio a Daniel… —dijo Yolanda arrastrando los pies—. ¿Por qué tenemos que perder a María por culpa de ese idiota? ¡Que mejor se vaya él con su Celeste y nos deje en paz!—
GABRIEL SILVA —¿La adoptó? ¡Pues no le quedaba de otra! ¡Abandonaste a tu hermana con ellos después de obtener el dinero! —grité furioso. No había manera de que se pudiera defender ante sus actos. —Esteban me quitó el dinero y no tuve como pagarles… Me confié al saber que no serían capaces de matarla. Sinceramente creí que la regresarían a mis padres, pero… la dieron por muerta. Incluso yo pensé que en verdad la habían matado, sin embargo, no podía presentarme a la policía y decir que conocía a los secuestradores… sería como echarme el lazo al cuello, además… tenía más preocupaciones. Su mano se posó en su vientre con melancolía. —Paula… —dijo Daniel—. Mi hija. —No he dicho que sea tuya —contestó Celeste con media sonrisa—. ¿Se te olvida que en esas épocas también compartí la cama con Gabriel? —¡Te hiciste la prueba de embarazo antes de casarte con él! —insistió Daniel, recobrando su coraje—. ¿Recuerdas cuando te descubrí? ¡Días después regresaste diciendo que habías abortado