José Luis miró a su hermano confuso e incrédulo. —¿Qué?— pudo decir solamente.
—Me gusta Scarlett.— repitió el menor.
—¿Estás de coña?— dijo su hermano.
Zacarías se volvió molesto hacia él. —¿Tengo cara de estar de coña?
José Luis no dijo nada. Seguía tratando de descifrar qué clase de broma le estaría jugando su hermano ahora. Parecía muy serio, pero solía esforzarse por parecer así para que su víctima realmente se tragara la broma.
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Uprising de Muse sonaba a un volumen considerable en los auriculares cuando alguien tocó mi hombro. Desperté del sueño en el que la música era el único sonido y me quité la capucha de la sudadera. El chofer del camión me miraba esperando mi reacción. —¿Joven? Ya llegamos, por favor le pido que se baje del autobús.— dijo cordial pero algo forzado. Parecía que había pasado por esto muchas veces. El camión estaba vacío y las deslumbrantes luces de este a su máxima potencia me quemaron la retina por un segundo. Realmente había caído en un sueño profundo. Le pedí disculpas y bajé del autobús, sin sentir nada por sólo un minuto, pues al cruzar la entrada de la escuela, volvieron las náuseas que había sentido todo el día anterior. Había perdido un tiempo de sueño por desear que por alguna razón cancelaran c
✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲El avión estaba a punto de llegar a su destino. Ahora, humeante y destrozado, se encontraba en los límites de una de las Islas Coronado, a unos pocos kilómetros de la ciudad de San Diego.Los turistas voluntarios que merodeaban por la zona y las autoridades que no tardaron en llegar se dedicaron a buscar sobrevivientes, aún cuando era poco probable encontrarlos.Y efectivamente, casi todas las personas que venían en el avión, yacían sin vida en sus alrededores. Sólo habían encontrado a uno que otro con pulso débil, moribundo. Una de las turistas que había participado activamente en el rescate, incansable, rodeó el colosal avión. Desesperanzada, buscó entre los escombros men
Desperté sacudiéndome como si acabara de tener una pesadilla. Estaba en un lugar conocido, pero no lograba concretar exactamente dónde. Me llevé la mano derecha a una de mis sienes; la cabeza me dolía por alguna razón, y en cuanto toqué mi piel, descubrí que estaba sudando a chorros. ¿Me habían golpeado de nuevo? No recordaba nada más que la palabra que describía la última noche que había vivido: extraña.Me encontraba en un sofá de tela lisa azul cielo, en el que recordaba que me había sentado muchas veces, pero seguía sin saber dónde estaba, y aún menos, por qué estaba ahí. En cuanto vi la mochila junto a la mesa de centro lo supe. Estaba en casa de Alex, reconocería su mochila en cualquier sitio.Ten
✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲ Por alguna razón, la turista se había sentido tan conmovida por la niña, que insistió en acompañarla al hospital. La búsqueda continuó, hasta dar con los doscientos pasajeros que iban en el vuelo, estuviesen vivos o no. Ahora, la pequeña yacía en una de las incómodas camas de un hospital en la ciudad de Tijuana, México. La turista, cansada pero dispuesta, había accedido a dar la cara como familiar de la pequeña, pues seguramente sus padres o quién sea que la acompañara habrían fallecido en el accidente. La niña abrió los ojos al segundo día. —¡Por fin! ¡Mi amor, habíamos estado tan preocupados por ti! ¿Cómo te sientes?— exclamó la mujer al verla. Pero al no
A la mañana siguiente, llegué temprano a la clase de Lengua. Tomé un asiento junto a la ventana de nuevo. Me agradaba estar ahí. Pocos minutos después, el aula se empezó a llenar de alumnos riendo y hablando. Entre ellos estaba Wendy. Me acerqué a ella en cuanto la vi. —Ayer ya no terminé de decirte, pero ¿recuerdas que te pregunté si podía leer tu novela?— dije, tras saludarla. Asintió con la cabeza —Bueno, sigue en pie. No importa si está en primeros borradores. Quizá hasta te pueda dar algunas observaciones, como lector. Sonrió, halagada. Luego se descolgó la mochila y sacó un bonito cuaderno azul. Me lo entregó, y me sorprendí al percatarme del formato. —¿Escribes a mano? Creí que la tendrías en un documento en la computadora.— comenté mientras lo recibía.
✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧SCARLETT✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧ La mirada herida de Natalia lo decía todo. No se esperaba aquello. En aquellos días, nuestra amistad sufrió una fisura de la que jamás se recuperó del todo. Desde que había sucedido lo de Tony, el ambiente en el pequeño apartamento se había tensado. Mi mejor amiga me miraba como si hubiera descubierto que todo aquel tiempo fui una espía. Ignoré su expresión confundida y preocupada, pasando junto a ella, dirigiéndome a la puerta principal. La abrí y salí del edificio, bajando las escaleras hasta llegar al estacionamiento. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había traicionado a aquel chico con el que había sentido tanto? Estaba segura de que más de uno se lo preguntaba. Culpa, cobardía y confusión. Aquellas palabras resumían bastante bien la respuesta.<
✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲ Carmen había intentado entretener a la pequeña Wendy mientras esperaban por la respuesta de qué había sido de Jasmine, sin mucho éxito. La niña no paraba de preguntar por ella. A Carmen le angustiaba tanta insistencia, pues temía que si había fallecido, Wendy quedaría devastada. Después de tres tortuosas horas, la enfermera llegó con la información. Carmen escuchó temerosa, Wendy esperanzada. Para alivio de ambas, Jasmine estaba viva, pero había quedado gravemente herida y había estado horas en cirugía. Con ello, pudieron conversar un buen rato. Carmen le ofreció un lugar en su escuela para terminar su primaria, y se prometió a sí misma que haría lo posible para ayudar a la inocente niña a salir adelante. Quizá conseguirles un pequeño apartamento, un trabajo para la
Días después, temía volver a tocar el tema. Analizándolo bien, no había mucho de donde escarbar. La única manera de saber más era preguntándole directamente, y por sus reacciones estaba casi seguro de que, además de que no me diría mucho –si no es que nada–, sólo conseguiría un conflicto. Y no me apetecía uno. Así que decidí dejarlo.Un jueves a principios de mayo, después del entrenamiento de básquetbol, iba hacia la parada del autobús, cuando una voz femenina gritó mi nombre. La inconfundible Carolina. Me volví hacia ella. Venía dando saltitos hasta llegar a mí.—Dijiste que me ibas a esperar.— dijo haciéndose la indignada.—T