✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧ SCARLETT ✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧
Ya habían sonado cuatro toques antes de que escuchara la voz de Tony.
—¿Hola?— dijo a través del teléfono.
Era una bella mañana de domingo. Los rayos de sol iluminaban las casas y las calles de manera pacífica y agradable. Pasaban un poco más de las diez de la mañana, ya se oía a la gente afuera hablando, caminando o realizando otras actividades.
Mi novio y yo nos habíamos organizado para salir a algún lado ese día, ya que yo no había podido ir cuando todos fueron a comer. Le llamaba para confirmar la hora.
—¿Entonces quedamos a las dos de la tarde?— pregunté.
Él vaciló un moment
Llegué al centro comercial e intenté sacudir aquellos pensamientos. Vi a Zacarías enseguida que llegué. Estaba recargado junto a la entrada de una tienda de ropa, observando a las personas que pasaban frente a él. Vestía de negro, con una chaqueta blanca y el cabello desordenado. Me detuve a contemplarlo antes de que me viera. Por primera vez, noté lo atractivo que se veía. Me deshice de la idea casi tan rápido como llegó. —Hola.— susurré. —Creí que no vendrías.— dijo sin mirarme. Fruncí el ceño y miré la hora en mi celular. —¿Por qué? Son las dos y siete. —Dijiste que a las dos.— me recordó, mirándome por fin. Tomé aquello como un chiste, aunque no estaba segura si lo era, por lo que me reí. Él no lo hizo.
✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧TONY✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧ —¿Listo?— dijo Bruno tomando a José Luis de los hombros. Bastaba con mirar sus manos para saber que estaba temblando de nervios. Resultaba extraño verlo así, pues él era muy seguro de sí mismo. —¡Rápido! ¡Ya están ahí!— exclamó con susurros Jorge. Violeta había traído a Andrea a un punto justo por debajo de donde nosotros estábamos. A mí ya se me cansaban los brazos de sostener el pesado bote lleno de papelitos y pétalos de rosas al borde del barandal, listo para derramar su contenido encima de Andrea. Esperaba la señal. José Luis y Bruno volaron al primer piso un momento antes de que, tal como habíamos planeado, Scarlett llegara corriendo hacia Violeta y se la llevara con cualquier excusa, dejando a Andrea sola. Esa
José Luis miró a su hermano confuso e incrédulo. —¿Qué?— pudo decir solamente.—Me gusta Scarlett.— repitió el menor.—¿Estás de coña?— dijo su hermano.Zacarías se volvió molesto hacia él. —¿Tengo cara de estar de coña?José Luis no dijo nada. Seguía tratando de descifrar qué clase de broma le estaría jugando su hermano ahora. Parecía muy serio, pero solía esforzarse por parecer así para que su víctima realmente se tragara la broma.<
Uprising de Muse sonaba a un volumen considerable en los auriculares cuando alguien tocó mi hombro. Desperté del sueño en el que la música era el único sonido y me quité la capucha de la sudadera. El chofer del camión me miraba esperando mi reacción. —¿Joven? Ya llegamos, por favor le pido que se baje del autobús.— dijo cordial pero algo forzado. Parecía que había pasado por esto muchas veces. El camión estaba vacío y las deslumbrantes luces de este a su máxima potencia me quemaron la retina por un segundo. Realmente había caído en un sueño profundo. Le pedí disculpas y bajé del autobús, sin sentir nada por sólo un minuto, pues al cruzar la entrada de la escuela, volvieron las náuseas que había sentido todo el día anterior. Había perdido un tiempo de sueño por desear que por alguna razón cancelaran c
✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲El avión estaba a punto de llegar a su destino. Ahora, humeante y destrozado, se encontraba en los límites de una de las Islas Coronado, a unos pocos kilómetros de la ciudad de San Diego.Los turistas voluntarios que merodeaban por la zona y las autoridades que no tardaron en llegar se dedicaron a buscar sobrevivientes, aún cuando era poco probable encontrarlos.Y efectivamente, casi todas las personas que venían en el avión, yacían sin vida en sus alrededores. Sólo habían encontrado a uno que otro con pulso débil, moribundo. Una de las turistas que había participado activamente en el rescate, incansable, rodeó el colosal avión. Desesperanzada, buscó entre los escombros men
Desperté sacudiéndome como si acabara de tener una pesadilla. Estaba en un lugar conocido, pero no lograba concretar exactamente dónde. Me llevé la mano derecha a una de mis sienes; la cabeza me dolía por alguna razón, y en cuanto toqué mi piel, descubrí que estaba sudando a chorros. ¿Me habían golpeado de nuevo? No recordaba nada más que la palabra que describía la última noche que había vivido: extraña.Me encontraba en un sofá de tela lisa azul cielo, en el que recordaba que me había sentado muchas veces, pero seguía sin saber dónde estaba, y aún menos, por qué estaba ahí. En cuanto vi la mochila junto a la mesa de centro lo supe. Estaba en casa de Alex, reconocería su mochila en cualquier sitio.Ten
✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲ Por alguna razón, la turista se había sentido tan conmovida por la niña, que insistió en acompañarla al hospital. La búsqueda continuó, hasta dar con los doscientos pasajeros que iban en el vuelo, estuviesen vivos o no. Ahora, la pequeña yacía en una de las incómodas camas de un hospital en la ciudad de Tijuana, México. La turista, cansada pero dispuesta, había accedido a dar la cara como familiar de la pequeña, pues seguramente sus padres o quién sea que la acompañara habrían fallecido en el accidente. La niña abrió los ojos al segundo día. —¡Por fin! ¡Mi amor, habíamos estado tan preocupados por ti! ¿Cómo te sientes?— exclamó la mujer al verla. Pero al no
A la mañana siguiente, llegué temprano a la clase de Lengua. Tomé un asiento junto a la ventana de nuevo. Me agradaba estar ahí. Pocos minutos después, el aula se empezó a llenar de alumnos riendo y hablando. Entre ellos estaba Wendy. Me acerqué a ella en cuanto la vi. —Ayer ya no terminé de decirte, pero ¿recuerdas que te pregunté si podía leer tu novela?— dije, tras saludarla. Asintió con la cabeza —Bueno, sigue en pie. No importa si está en primeros borradores. Quizá hasta te pueda dar algunas observaciones, como lector. Sonrió, halagada. Luego se descolgó la mochila y sacó un bonito cuaderno azul. Me lo entregó, y me sorprendí al percatarme del formato. —¿Escribes a mano? Creí que la tendrías en un documento en la computadora.— comenté mientras lo recibía.